8. Seb

179 10 1
                                    

Multimedia: Seb

No recordaba nada. Y es literal, no recordaba nada. Ni mi nombre, ni mi edad, ni en qué país o ciudad me encontraba.

Desperté sobre una camilla en una enfermería. En otras dos camillas se encontraban un chico pelinegro musculoso y uno castaño pequeño. Me preguntaba quiénes eran ellos y porqué los tres nos encontrábamos en la enfermería, se me hacían un poco familiares.

Me incorporé. Dentro de mi mano había una hoja de papel que plegué. La desenvolví y leía lo que allí había escrito:

Supongo que ya te habrás de dado cuenta lo que ha pasado, ¿Seb? ¿Jensen? ¿Gabe? Si sois cualquiera ellos, en la tarde debes verme me en el centro comercial de Rivera Springs, en la plaza. Sabré encontrarte.

Esos tres nombres, uno debía de ser el mío, ¿pero cuál de ellos? ¿Soy Seb? ¿O Jensen? ¿Acaso Gabe? Ese era un poco infantil

Salí de la enfermería.

Mientras caminaba por los pasillos, paré a ver mi reflejo en una ventana. Lo que vi no era muy impactante. Un chico delgado, castaño, de ojos azules, estatura promedio. Era un poco guapo a decir verdad, incluso a pesar de las ojeras en mis ojos. Parecía un poco triste, incluso los colores de mi ropa eran oscuros. Mi camisilla era de color negro al igual que mis zapatos y mis calcetines, mi pantaloneta era gris.

El chico castaño que solo usa colores sombríos

— ¿Will? —preguntó un hombre mientras ponía su mano en mi hombro.

¿Mi nombre era Will? No recuerdo haberlo visto en la nota. Pero tenía un poco de sentido. Will, el chico castaño que solo usa colores sombríos. Me gustaba mi nombre. Will

Me di la vuelta y me encontré a dos hombres adultos. Quien había puesto su mano en mi hombro era un hombre musculoso, muchos más alto que yo, de ojos azules, castaño y con una barba bien cortada; vestía una playera blanca bajo una sudadera rojo y unos pantalones deportivos del mismo color. El que lo acompañaba era un poco más bajo, también de ojos azules, cabello moreno, blanco, de constitución normal, llevaba un suéter negro sobre una camisa de botones azul y unos pantalones de color caqui; estaba un poco más desaliñado que su compañero.

— ¿Estas bien, hijo? —preguntó el desaliñado. ¿Era mi padre? Noté que ambos llevaban un anillo de bodas similar. ¿Estaban casados? ¿Los dos eran mis padres? Pero los hombres no podemos tener hijos.

— ¿Quiénes sois? —les pregunté.

— ¿Cómo preguntas quienes somos, Will? —Preguntó el entrenador—. Somos tus padres.

— ¿Mis padres? —les pregunté—. No lo recuerdo.

— ¿No lo recuerdas? —Preguntó el entrenador. Los dos estaban muy preocupados.

— ¿Tienes amnesia, Will? —preguntó el desaliñado—. Soy Jack, tu padrastro, y él es tu padre, Edward. ¿No recuerdas eso?

Negué. Podía notar que ellos me amaban, estaban demasiado preocupados. Me alegró haberme encontrado con ellos. Por lo menos me cuidarían hasta que recobrara la memoria.

—Debemos llevarte a urgencias, hijo —me dijo mi padre.

— ¿Urgencias?

—Sí —confirmó mi padre—. ¿Puedes caminar?

—Sí, papá. Si puedo —respondí.

Los dos se sorprendieron un poco.

—Bueno, sí que tienes amnesia —dijo papá. Se giró a ver a mi padrastro—. Cariño, ve por tus cosas en lo que llevo a Will a cambiarse.

Se despidieron con un beso y Jack se perdió entre los pasillos.

—Will, vamos —dijo mi padre mientras comenzaba a caminar—. Tienes que cambiarte de ropa.

Lo seguí de cerca y me llevó hasta los vestuarios. Abrió el casillero que me pertenecía con una llave que abría todas las cerraduras.

—Cámbiate mientras yo tomo mis cosas de la oficina. Espérame aquí —dijo y se fue hacia su oficina.

Observé mi casillero.

Me saqué la ropa que llevaba puesta. Me sorprendí al ver un abdomen marcado. No era musculoso como mi padre, pero tenía un cuerpo semi-atlético. Era un poco pálido y lampiño, pero como mínimo era atractivo.

Me puse una camisa, un suéter y unos vaqueros ajustados, todo de color negro. Ajusté mis vaqueros con un cinturón de pinchos, me puse unas pulseras negras y marrones, unos converse negros. También había un arete pequeño y me lo puse en el hueco de mi oreja izquierda.

En el vestuario había varios espejos. No sabía si era un chico emo, porque mi cabello no cuadraba con ese tipo de apariencia. Quizás era un chico malo. Ni siquiera lo sabía.

—Will, ¿estás listo? —preguntó Jack al entrar.

—Sí, eso creo. —estaba atemorizado sobre quien era en realidad—. Papá... ¿Soy un chico malo?

No estaba seguro si le llamaba papá, Jack o padrastro. Pero él se vio demasiado contento cuando le llamé de esa forma. Él sonrió.

—No, Will —aseguró—. No eres una buena persona, solo eres bueno a tu manera.

—Creo que eso es bueno —dije.

—Ah, aquí están los dos chicos más importantes de mi vida —señaló mi padre al entrar—. ¿Vamos?

Four Ways to LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora