Día de los Enamorados (Emma)

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3:37 PM, 14 de febrero, 2016.

Estaba frente al espejo terminando de arreglarme el cabello. Era rubio y largo. No me gustaba. Combina poco con mis ojos.

—¡¿Oye, mamá has visto mis botas?! —le pregunte a mi madre con un grito.

Debía de estar lista pronto.  Jensen iba a pasar a recogerme dentro de poco. Él y yo ya no habíamos cortado, pero aun teníamos una relación de buenos amigos. Claro, eso pocos lo saben. Seb, Tasha, los padres de Jesen. Pero mis padres no lo sabían. No se lo que pasaría si se los dijera. Me matarían o me llevarían a un hospital para abortar. No podía dejar que eso pasara. Una cosa era que hubieran aceptado el hecho fuera a tener a mi hijo estando en una relación con el padre. Otra es que les mienta con que le terminé a Jensen.

—¡Busca en tu armario! —respondió ella desde la cocina.

—No deberías buscar allí —dijo Harry, mi hermano menor, al entrar.

El tenía la misma altura que yo, pues solo era un año menor, era delgado y con extremidades aun más delgadas. Su cabello era castaño, no rubio, pero sus ojos eran verdes, exactamente iguales a los de mi padre. En la preparatoria quería ser igual a Jensen, le admiraba. No estoy segura de cuan saludable podía ser llegar a admirar a Jensen cuando este tiene tantos problemas internos.

—¿Que dices? Allí no están, ya he buscado —comencé a sospechar de el. Se estaba comportando se una manera extraña—. ¿Tu sabes donde están?

—No —respondió rápidamente.

Me levanté de la cama y me acerqué a el. No podía dejar que se saliera con la suya.

—Harry, debes decirme donde están. No arruinarás mi día, ¿bueno? —le amenacé.

—No puedo hacerlo —dijo un poco asustado.

Podía ser su hermana, mujer, podía ester embarazada, quizas podíamos tener solo un año de diferencia de nacimiento y tener la misma altura, pero ese débilucho no me ganaría en fuerza.

Lo agarré por el brazo y le di la vuelta rápidamente, provocandole una llave.

—Harry, tienes que decirme donde están mis botas —volví a amenazarle, susurrandole al oído mientras el gemía con dolor—. Dimelo si no quieres que pase a la siguiente fase del dolor.

Comenzó a balbucear algo, le afloje un poco el agarre.

—Johnny... —musitó con dolor.

—Gracias.

Lo solté y el cayó al suelo, suspirando agitadamente. Siempre me preguntaba como podía ser tan débil.

Me dirigí al cuarto de Johnny, mi hermano mayor, para enfrentarlo. El nunca aceptaría una pelea física, por eso tendría que ser más astuta.
Estaba acostado sobre su cama, leyendo un libro llamado: Leyes y Emiendas de la Constitución.

El libro tapaba la mitad de su cara, pero dejaba a la vista su cabello y sus ojos, de iguales colores a los míos. El siempre había dicho que parecía ser una copia suya, pues somos  muy parecidos aunque no seamos gemelos. Una de las pocas diferencias fisicas aparte de la altura y el peso es que el usa gafas, yo no. Mis abuelos tienen miopia, y a Johnny se le ha desarrollado y a mi no. Yo nací cuando el tenía solo siete años. Al principio me tenía como si hubiera llegado al mundo para robarle el cariño de mis padres, pero luego comenzó a proteger, quizás más de lo usual que haría un hermano mayor.
Estaba bien que me protegiera, pero no tenía que pasarse.

—¿Has venido a buscarlas? —preguntó, sin apartar la vista de su libro.

—Si, Johnny, he venido a por ellas.

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