18-Gabe

96 8 1
                                    

Jensen y yo nos dirigimos a la piscina mientras Adam terminaba de servir el desayuno. Me sentía mal por haberle tratado de esa manera cuando estaba teniendo un ataque de nervios, así quería disculparme con él.

—Jensen, lamento haberte gritado —le supliqué. Él solo estaba mirando al suelo—. Sé que estás mal.

—No, yo me alteré —explicó—. Es algo que no entiendes, Gabe.

—Pero explícamelo, Gabe —volví a suplicarle—. No estás bien. Quiero ayudarte.

Él se quedó callado por un tiempo.

—No puedo ser tu novio, Gabe —declaró—. Te amo, pero no puedo. Entiéndelo.

— ¿Porque no puedes si has dicho que me amas? Podremos salir adelante. —Tomé sus manos entre las mías. Él estaba afligido—. ¿Es por Emma? —El asintió—. ¿Aun la amas?

—No lo se —El apretó los puchos dentro de mis manos—. No es eso.

— ¿Entonces?

—No es fácil, Gabe —Miró al suelo de nuevo. Se notaba que se estaba esforzando al intentar hablar—. Yo...

— ¿Estás nervioso? —volvió a asentir—. No tienes que estarlo, amor. —Cuando terminé de pronunciar esa palabra, cuando le llamé amor, se puso más nervioso, lo que me hizo arrepentir de haberlo hecho.

No dijimos nada por unos segundos pero el al final habló. Tenía el presentimiento de que lo que estuviera por decir me haría daño. Algo me decía que tenía que alejarme de él. Pero no podía. Si para tener su amor tenía que sufrir el dolor, lo haría.

—Emma... —comenzó. Todo tendría que comenzar con ella—. Mis padres me han comprometido con ella.

El dolor se arraigó en mis entrañas como si fueran raíces llenas de espinas. Solté sus manos. No quería seguir sosteniéndoselas.

—Eso es... —dije, mientras el dolor iba rompiendo mi alma—. Ni siquiera lo sé.

—Y... —comenzó a decir.

— ¿Acaso hay más? —le pregunté.

— ¿Te molesta que haya algo más? —me preguntó el de vuelta. Él se disgustó, cuando el disgustado debía de ser yo. O quizás el también porque tal vez deseaba estar conmigo.

—Me molesta que no me lo hayas dicho antes —admití—. Y yo llamándote amor... ¿Qué más hay? ¿Estás evadiendo el decírmelo?

—Ella está... —se estaba tragando las palabras, pero sabía exactamente lo que quería decir—. La he dejado...

—La has dejado embarazada, ¿no es así?

Asintió, ya me estaba cansando que solo asintiera a las preguntas más importantes.

Ese dolor había subido por mi garganta, había dejado un sabor amargo en mi boca y un nudo que me estaba imposibilitando el respirar.

— ¿Qué? —preguntó, pero no fue su voz ni la mía. Era la de Adam. Lo había escuchado todo.

—Joder —maldijo Jensen. Fue la primera vez que lo había escuchado maldecir.

Era injusto que él se sintiera mal cuando las espinas me habían herido a mi.

Four Ways to LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora