Día de los Enamorados 2 (Jeff)

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10:10 am, 14 de febrero, 2016.

Ese día estaba en el trabajo. Seb y yo habíamos estado cambiándole la bateria a un auto. Estabamos bromeando y hablando tonterias, cosas que comunmente hacen los novios. Me hubiera gustado estar más tiempo juntos, pero...

—Jeff —me llamó él—. Tengo que irme.

—¿Como que te vas? —le pregunté. Intenté recordar si me había hablado sobre eso, pero nunca lo hizo—. No puedes irte. Pensé que después del trabajo iríamos a cenar.

Su cara mostraba tristeza.

—Si, pero no puedo. Me han llamado del Arthur Norman School of Arts —explicó—. Quieren que vaya a una audición hoy.

—¿Hoy? —le pregunté.

Sabía cual era su sueño. Era un chico al que le encantaba el baile y la música. Lo había hecho un montón de veces, era grandioso haciendolo. Me encantaba verlo, cada uno de sus movimientos decían algo. Sus bailes eran danzas y poemas. Y cuando cantaba, sus melodías llenaban mis cabeza. Todo me hacía amarlo. Pero tenía que hacerlo todo a escondidas de su padre. Gustav le había criado para que se comportara como un "macho". Ni siquiera podíamos demostrar nuestro amor cuando nos diera la gana. Siempre debíamos de evitar que Gustav o uno de sus amigos machistas nos vieran.
Apesar de todo, lo amaba.

Pero yo no entendía su amor. Decía que me amaba, pero sabía que aun le gustaba ese chico de la preparatoria. Yo había sido quien le mostró su verdadero yo, quien le mostró que no tenía que esconderse para ser feliz, pero su corazón estaba con ese chico. Por lo que sabía, no era como nosotros, así que me conformaba con que Seb le admirara desde lejos.

—¿Estás seguro de que es hoy? —continué hablando—. Es domingo, quizás se han equivocado.

Seb sacó algo del bolsillo de su uniforme. Era una hoja de papel.
—Eso pensé pero me han enviado esta carta diciendo que la entrevista es hoy.

—Bueno, ¿y que quieres que haga con eso? —le pregunté. Estaba un poco enojado con el por ocultarme algo tan importante—. Vete ya a hacer tu entrevista o llegarás tarde.

—Bueno, esperaba que me cubrieras. —es un poco cínico.

—¿Que te cubra? —pregunté con enojo. Pero debía de controlarme. Por muy niñato que fuera y aunque me hiciera enojar, le amo y no podía arruinar eso—. Está bien, lo haré —le dije un poco más calmado—. Pero aun así estoy furioso contigo.

—Lo se, no debí de haberte oculto lo de la entrevista. Es solo que no encontré el momento para decírtelo —se disculpó. Eran disculpas sinceras—. Mira, iré y regresaré lo más rápido posible para llevarte a tomar algo ¿si?

—Bueno, ya. —le calmé—. Vete antes de que tu padre despierte de su borrachera.

—Vale —iba comenzar a irse. Pero se le devolvió—. Te quiero.

Me dio un beso en la mejilla. Quizás me había sonrojado. Solo sabía que me hacia sentir muy feliz.

11:53 PM
Pero Seb no volvió.

Después de cerrar el taller me quedé esperandolo fuera casi por dos horas.

Me cansé de esperarlo y me fui caminando hasta mi departamento. Vivía en uno pequeño cerca del río Clark. No era muy grande, solo contaba con una habitación, un baño, cocina y sala de estar, pero era lo único que podía pagar.

Ahora estaba en mi cama, vestido únicamente con unos boxers, mirando al techo y pensando. Ni siquiera había cenado, se me había ido el apetito.

Quizás mi relación con Seb no era buena. El era prácticamente un adolescente, yo ya estaba por cumplir veinte. No hay mucha diferencia de edad, pero el aun no es muy maduro.
Y no es que tenga culpa de ello. Nunca tuvo una buena figura paterna, ya que Gustav es un alcohólico que pasa sobrio solo 3 horas semanales. Y bueno, nunca tuvo madre. Ella había muerto durante su parto. Y para ponerle la tapa al pomo, su hermano mayor se había escapado hacía unos años atrás, claro, ahora era un famoso actor de películas, pero Seb no había vuelto a hablar con el.

Alguien llamó a la puerta. No sabía quién podía ser a altas horas de la noche. Además estaba lloviendo fuertemente, quien quiera que sea había acabado de obtener un resfriado gratis.

No me esperaba que fuera el. Seb estaba allí parado. Tenia una expresión de tristeza, estaba totalmente mojado. Sus ropas estaban sucias y su cabello aplastado.

Por muy enojado que estuviera con el, no podía dejarlo allí afuera. Algo me lo impedía.

Lo arrastré a dentro y le obligué a quitarse la ropa. Lo sequé con una toalla, lo vestí y le di un poco de té caliente. Muchos dirían que el té era una cosa de homosexuales, y si, lo soy, pero en cualquier casa es necesario el te.

—¿Porque lo has hecho? —le pregunté. Estaba más enojado con el por que se había quedado en la lluvia que porque me hubiera dejado plantado—. Puedes coger un resfriado o algo peor aún.

—Eso... no importa —dijo con deje. No quería hablar pero necesitaba explicaciones.

—¿No importa? Deja de ser idiota —le regañé—. Podrías enfermarte y morir. No se lo que haría si te pierdo, Sebastian.

—No me llames así, por favor —me pidió con ira.

Me acerqué a el y me senté a su lado en el sofá. Él miraba directamente al suelo con ira, tristeza, dolor. Una mezcla de emociones y sentimientos que le estaba destruyendo.

—¿Podrías por favor decirme porque estás enfadado?

No podía seguir enojado con el por ninguna razón. Tenía que sacrificarme por el.

—Es Mason.

—¿Tu hermano? —cuando dije esa palabra se enfadó un poco más.

—Si. El era uno de los jueces durante la entrevista —explicó—. Los otros jueces dijeron que estaba bien, pero el dijo que debía de practicar más. Claro que solo necesitaba tres votos para pasar, pero el suyo no fue el cuarto. Es mi hermano, pero fue muy cruel.

Quizás exageraba en enojarse con eso. Quizás.

—Pero no solo fue eso. Después me pidió que lo acompañara a almorzar. Yo acepté, quería ver a mi hermano mayor después de cuatro años —las lagrimas corrían por sus mejillas—. Actuaba como si nada hubiera pasado. Como si no me hubiera abandonado con un maldito alcohólico. Gustav me golpeaba, y a el no le importó nunca. Solo se fue.
Lo acerqué a mi.

—Calma, Seb —le sugerí—. Yo siempre estaré para ti. Yo mismo te protegeré.

—Gracias.

Nos quedamos así por un momeno, hasta que se tranquilizó un poco más.

—Ven, vamos a la cama. Lo mejor será que descanses para la escuela.

Lo llevé hasta la habitación y nos acostamos en la cama. Lo abrazaba de manera que nuestras caras estuvieran frente a frente.

—Jeff —me llamó en la oscuridad—. Perdóname. Te prometí que iríamos a cenar. Es el día de San Valentín y no he hecho nada más que desperdiciarlo.

—No importa —dije, restandole importancia al asunto. Algo me molestaba, pero era indescriptible—. No necesito un día para demostrar que nuestro amor es real. Para mi todos los días que estoy junto a ti son el día de San Valentín.

—Fue hermoso —dijo, sonriendo. Nos dimos un corto beso—. Te amo.

Quería creer que era verdad.

El cerró los ojos y se relajó.

—También te amo —le dije, pero ya se había quedado dormido.

Four Ways to LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora