Capítulo 34

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En el exterior.

Cuando se separaron Finnick tomó el camino hacia la salida en busca de Skye, llevando su bate al hombro y en el cinturón, su pistola cargada.

-Demasiado silencio-. Susurró desconfiado, disminuyendo su paso mientras echaba un vistazo al vacío a su alrededor.

Todo estaba muy quieto adentro y fue más extraño cuando se acercó a las puertas y no percibió ningún sonido al pegar la oreja contra la madera, siendo que esperaba escuchar un alboroto como hacía unos minutos desde la llamada de Skye.

-"Skye, dime en donde estás. Esto es muy raro"-. Ella no respondió pero Finn escuchaba exhalaciones ligeramente audibles que lo preocuparon, haciéndolo dudar de si debía salir. Así que primero se asomó por la ventana del lado derecho, comprobando así el silencio y el espacio despejado afuera apenas perturbado por los diminutos copos de nieve que volaban en el aire. Sin perder tiempo se arriesgó a abrir y salir.

Frente a él no había nada más que el camino cubierto de nieve, la luz era la poca claridad que atravesaba el domo de hielo, aunque eso no importaba para su espléndida visión nocturna. Giró hacia la izquierda del pórtico y tampoco vio nada sospechoso.

-"Finn…"-. Un murmullo le llegó del lado contrario, proviniendo de la oscuridad.

-¿Skye?-. Preguntó con extrañeza al divisar un bulto de ojos azules oculto en las sombras, cerrando la puerta para ir hacia él. -¿Qué diablos haces…?

-Al suelo-. Le ordenó en un siseo.

-¿Qué? ¿Para qué quie…?

De súbito un corriente de aire le golpeó cerca del oído, seguido de una bala que atravesó la puerta justo en medio de sus grandes orejas. Finn se agachó de prisa, comprendiendo demasiado tarde lo que Skye trató de advertirle, pues ya había dejado en evidencia la presencia de individuos todavía dentro de la mansión.

-¡¿Francotiradores?!- Rodó hasta ella con la mayor destreza posible, incorporándose para ver hacia el lugar donde la zorra veía con tanto ahínco, escondiéndose para intentar perderles la pista al menos un poco.

-Sí. Los zorros de la rubia están aquí, justo como les dije–. Skye susurraba, entrecerrando los ojos y atenta con su ametralladora a cualquier movimiento y al mismo tiempo, temiendo moverse y ser detectada detrás del barandal-. No sé a cuantas de mis chicas hayan matado ya, pero di la orden de que huyeran y no todas lo han conseguido. Aunque claro, ninguna se irá sin mí, las conozco bien.

-Así que no tenemos refuerzos seguros-. Replicó con enfado.- ¡Genial!

-¿Y qué querías que hiciera? No hay joyas, no hay dinero. Lo único que hicimos fue perder nuestro tiempo y la vida de nuestros amigos, no estoy dispuesta a sacrificar nada más por Nick. Yo me largo.

-Nick aún tiene a la zorra encerrada. Es nuestro único móvil para atrapar a quien robó nuestros planos y también quien secuestró a Marie-Claire. Para nosotros sigue siendo necesario tu apoyo. ¿Y ahora dices que te vas?

-No sería la primera vez que los dejo a su suerte, ¿O sí?

-Sería una canallada dejarnos ahora, no saldremos vivos de esta sin tu ayuda y lo sabes. Nick no te lo perdonaría, hicieron un trato.

-A cambio de las joyas. Y desaparecieron, así que el trato ya expiró.

-Eres una…

-Los vecinos ya deben haber alertado a la policía al oír tanto alboroto y no tardaran nada en llegar. Enfrenta conmigo a esos tipos y salva tu pellejo o quédate aquí y adorna con tus tripas la entrada de esta hermosa mansión para cuando llegue el ZPD – Ella no vacilaba.- ¿Así qué, qué dices?

Maestros del engañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora