Maestros del engaño

Capítulo 8.

Capítulo 8.

En las colinas de nieve, Zona Polar.

1:41 a.m. (Según zona horaria)

Estaba bajo una reacia tormenta de nieve. Olas frías en el aire cortante y poca visibilidad por la cantidad de neblina.

Nada de que preocuparse: Tenía años experiencia trabajando en esa clase de lugares y contratiempos, su pelaje ya se encontraba listo para soportar los fuertes cambios climáticos, cubriéndose con nuevo y grueso pelo blanco amarillento y lo más importante, tenía concentración inquebrantable y un solo objetivo.

Se escondía entre el escaso follaje de las montañas que rodeaban la carretera principal y tal vez no podía ver con claridad, pero era un vulpino y ellos tenía un excelente sentido auditivo. Tenía que esperar a que la limosina pasara, en el punto ideal y luego debía disparar al conductor.

Los demás harían el resto una vez que el carro se desviara cuesta abajo.

Kitty aguardaba pacientemente al ruido del motor o al sonido de las llantas al raspar la calle, daba igual, ni siquiera el viento golpeándola lograba distraerla.

Sin embargo...

"¿Y cómo se encuentra?"

Las palabras de su antiguo amante aún le rondaban en la mente desde que lo había visto en aquella mesa, de encubierto.

Uso un buen disfraz, nadie lo habría reconocido ni aunque se hubiera quitado las gafas de sol y hubiera gritado su nombre a los cuatro vientos, nadie excepto ella. El intermediario lo reconoció porque ya sabía las condiciones de citarse con él:No tenía rostro, solo apariencias.

Ahora era Nick Wilde.

Pero para Kitty van Tousse ese nombre no significaba más que una máscara.

Su verdadera identidad, su verdadero rostro y sus secretos, eran muy distintos a los que él mostraba a todo el mundo.

A ese verdadero zorro lo odiaba profundamente.

...Y una pequeña parte de ella aún se revelaba y lo seguía amando.

Porque desarmarse al oír su voz solo podía significar que todavía le afectaba su presencia... y mucho.

Suerte que pronto todo eso acabaría.

Solo debía esperar un poco más.

El roce de las llantas fue lo primero que escuchó y como si la buena fortuna estuviera su favor, el panorama se aclaró un poco y pudo divisar con facilidad el coche y al futuro cadáver.

-Un poco más...-Susurró, entrecerrando la mirada para no fallar desde su posición. Colocó el rifle a la altura de su hombro. Un tiro, solo uno. -Espera...

Jaló el gatillo.

Limpio, silencioso y preciso.

La bala quebró el vidrio, atravesó la cabeza del sujeto y salió sin problemas por el otro extremo del vehículo.

-"Aquí K. T.-Habló por un intercomunicador en su muñeca, mientras miraba la limosina desviarse y rapar-Objetivo 6.4, cubierto."

-"Copiado. Procedemos."-Respondieron al otro lado.

Ahora solo debía descender las rocas y reunirse con los demás.

(...)

Tardó cerca de ocho minutos en llegar al lugar, unos tres metros más abajo de la carretera.