Capítulo 12.

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12. Evitando mi pasado. 

Subíamos las escaleras de su portal, aquel donde días antes había estado, decidiéndome a dejar todo lo que rodeaba a Harry de lado. Mis dientes chocaban ya que, si de por sí hacía frío, los pantalones empapados hacían que mi temperatura se disparase.

Llegamos al rellano y miré la puerta de enfrente de su casa, con algo de desprecio. Me hizo pasar un momento demasiado embarazoso.

—Pasa. – Dijo Harry, posando su mano en mi espalda y dejándome pasar.

De nuevo el color anaranjado del pasillo, y de nuevo el olor a coco que corría a través de las paredes.

—¿Agua? – Preguntó.

Sonreí a su humor. Recordé inmediatamente la escena del otro día, exigiéndole esa bebida.

—Creo que ya he tenido bastante por hoy. – Dije, mirando mis pantalones.

Los ojos de Harry también se dirigieron a la prenda, la cual aún chorreaba.

—Creo que lo mejor será que nos cambiemos. – Informó el chico.

Asentí dándole la razón. Harry empezó a andar y se metió en un pasillo, al lado de la puerta del salón, que se iniciaba con un arco.

—¡Ven! – Exclamó.

Sonreí ladeando mi cabeza y emprendí camino hacia donde escuché el grito.

Mi mirada analizaba todo. El pasillo estaba pintado del mismo color que el otro. Era cuadrado y pequeño. En él había cuatro puertas. Todas cerradas, menos la que acababa de abrir Harry.

Entré a la habitación. Me quedé sorprendida cuando vi que estaba decorada en tonos oscuros y tristes como lo son el negro y el gris.

Fruncí mi ceño y examiné. Las paredes eran de color gris. De ellas no colgaban nada, excepto un cuadro con una foto de un niño pequeño y un hombre.

Una ventana en medio de una de las paredes. De cortinas tenía un estor en color negro.

En medio de la habitación se encontraba una cama de matrimonio bastante baja, con un edredón de fondo blanco y líneas abstractas grises y negras.

A ambos lados de la cama, se encontraban dos mesillas de color negras. Encima de una de ellas, una lámpara de color blanco, junto a un despertador.

En frente de la cama se encontraba un escritorio, también de color negro, junto a una silla blanca. Encima de éste se encontraba un ordenador cerrado. 

El suelo era tarima, y estaba decorado por una alfombra también negra.

Miré  a mi derecha y encontré un armario metido en la pared, donde husmeaba Harry. Las puertas eran correderas y una de ellas era un espejo. La otra, también jugaba con el arte abstracto, contando con dibujos de líneas y círculos en tonos grises, blancos y negros.

—No tengo ropa de chica. – Se lamentó, interrumpiendo mi análisis. -¿Te sirve esto?

El chico me enseñó una camiseta ancha y grande, que me serviría de camisón.

—Sí, gracias. – Musité, cogiendo la prenda al vuelo.

También tiró un conjunto en su cama, y corrió de nuevo las puertas del armario.

—Iré a cambiarme al baño. Tú puedes quedarte aquí. – Dijo.

Asentí y vi como Harry abandonaba la habitación, cerrando la puerta blanca tras de él.

Me permití unos segundos para observar el cuarto y sentir el ambiente llegar a mí.

¡Estaba en casa de Stewart!

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