Capítulo 34.

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34. El viaje. 

Miré como el chico resbalaba un pequeño papel por la mesa hasta dejarlo cerca de mi sitio.

—Sabía que estarías indecisa y supe que la mejor forma de hacerte saber que yo era como el chico que conociste, es estando lejos de aquí, lejos de todo mi entorno. Necesito demostrarte que yo soy el Harry y no un mafioso, Abbie. ¿Y qué mejor que estando los dos solos en otra ciudad?

Mis órganos se pausaron durante unos segundos. Un pequeño silbido salió del interior de mi garganta. Estaba completamente estupefacta, mis sentimientos se disparaban.

—No puedo aceptarlo, Harry. – Dije, retirando de nuevo el sobre hacia su dirección.

Sus dedos se posaron bruscamente encima del sobre y de nuevo lo devolvieron a mi sitio.

—No nos iremos allí a vivir, Abbie. – Dijo, con una media sonrisa, burlándose de mi ingenuidad. – Solo unos días.

Rodé mis ojos sobre sí mismos y volví a levantar la mirada hacia Harry.

—Vamos. Solo serán unos días. – Insistía.

Mis ojos se fijaron en los suyos, y lo hicieron más cuando esbozó una leve sonrisa que me encogió el corazón.

Mordí mis labios y sonreí tímidamente.

—¿Acaso estás loco? – Pregunté, risueña.

—Si aceptas ese viaje estaré todo lo loco que quieras.

Exploté en una leve carcajada. ¡Ese chico me estaba chantajeando! Pero me encantaba la forma que tenía de hacerlo.

Me encantaba como me manejaba, como sabía qué tenía que hacer para conseguir deshacerme todas mis dudas y que solo quedase en mi mente ese "Le quiero" permanente, sin importar todo lo que debería de hacerlo.

Y, aunque yo pensase que él no me conocía. Quizás, lo hacía demasiado.

—Déjame pensarlo. – Dije, finalmente.

El chico asintió. Quizás algo en su interior le gritaba que terminaría aceptando ese viaje. Sin embargo, yo no lo tenía tan seguro.

Cogí de nuevo mi cubierto, quizás con las lagunas de mi mente algo más apartadas, y comencé a comer de nuevo la deliciosa comida que Stewart me había preparado.

Sin embargo, el chico optó por retirar la silla y levantarse. Subí mi mirada tragando la comida que jugueteaba por mi boca.

Dio un par de pasos y se puso al lado izquierdo de mi silla, tendiéndome la mano.

Limpié mi rostro con la servilleta y miré hacia arriba hasta encontrar sus ojos.

—¿Qué haces? – Pregunté, sonriente.

—Levántate.

De nuevo mi sonrisa traviesa seguía en mi rostro. Retiré mi silla y me puse en pie. La diferencia de altura persistía entre nosotros.

Le di la mano y me condujo hasta la vitrina, pulsando el botón de una cadena musical. Los altavoces que se encontraban en las esquinas del salón comenzaron a desprender sonidos de ellos. Una música relajante pero estimulante a la vez. Una melodía perfecta. Una melodía que no podría haber sido mejor elegida.

El chico cogió mi cintura y me arrimó a su torso. Mi gesto se sorprendió y aún no captaba lo que Harry pretendía hacer.

—Te dije que con él bailabas genial. – Me susurró al oído. – Pero conmigo lo harás mejor.

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