Capítulo 45.

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45. Adiós, Harry.

La mandíbula del chico estaba completamente tensada. Sus pies caminaban de un lado para otro del salón y yo estaba observándole, aún sentada en el sofá.

El chico emitió un grito desde su garganta y dio un golpe seco y brusco a la pared.

Me asusté y mi cuerpo se tensó, mirándole, desesperada.

De nuevo Harry ofreció otro puñetazo a la pared. Y, segundos después, comenzaron una serie de ellos.

Rápidamente me puse en pie y me dirigí hacia donde él estaba.

Le agarré de los brazos e intenté retirarle de la pared para evitar que continuase haciéndose daño.

—¡Para, Harry! – Exclamé.

La fuerza del chico superaba a la mía, era imposible controlarle.

Los forcejeos que intentaba llevar a cabo con él no me sirvieron. La rabia del chico quemaba sus venas. Lo manejaban y hacían con él lo que querían.

—¡Harry! – Exclamé.

El chico se dio la vuelta y me miró. Su boca estaba parcialmente abierta, sus ojos más rojos que hacía unos minutos. Su frente fruncida y su respiración ofrecida por la boca, descontrolada. Sus nudillos sangraban bestialmente.

De nuevo se dio la vuelta y volvió a dar puñetazos a la ya abollada pared.

Otra vez conseguí darle la vuelta. El chico de nuevo me miraba, rabioso.

—¡Déjame! – Me pidió.

—¡No, no! ¡Harry te vas a hacer daño!

-¡Que me dejes!

Mis dientes apretaron mis labios y mi mano fue directamente a parar a su cara. El chico giró rápidamente el rostro hacia la izquierda, a causa del bofetón que acababa de ofrecerle, quizás adrede, quizás involuntariamente.

Su respiración se tensó más. Mi cuerpo había perdido también la estabilidad.

—¿Qué coño haces, Abbie? – Exclamó Harry, llevando su mano a la cara.

—L-lo siento. Yo... Te vi tan descontrolado que...

—¡¿Acaso no entiendes que debo estarlo?!

—¡No, no debes manifestar así tu rabia! Encontraremos la forma de conseguir la verdad, Harry.

—Ese es el problema, Abbie. No sé si lo que me has dicho es la verdad.

Fruncí el ceño y vi como el chico llevaba su mano sana a los nudillos, los cuales sangraban bestialmente.

—¿Q-que? – Repliqué.

—Confié en ti, me prometiste que no dirías nada a nadie de lo que te conté. ¡Y lo hiciste! Y, ahora, sabes demasiadas cosas, por no decir todo.

—Lo conté porque no quería perderte.

—¿Quién me dice que todos esos informes no te los has inventado tú?

—¡Puedes mirar la página!

—No, no se trata de eso, Abbie. Me encantaría poder creerte. Pero no puedo.

—Entonces, ¡¿Vas a dejar que Brad se salga con la suya?! ¡Me secuestró, Harry!

—Tú misma fuiste la que decidió meterse en todo esto. Te avisé desde el principio, te alejé de toda esta mierda. Tú fuiste la que insistió y la que metió el dedo hasta el fondo de la llaga. ¡Tú, Abbie! ¡Maldita sea! También fuiste tú la que decidiste contarle todo esto a Nick, que no creo que decida estar callando mucho más tiempo. Fuiste tú en la que confié, y la que ha perdido completamente mi confianza.

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