Capítulo 32.

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32. Los secretos de Stewart al desnudo. 

Cogí una de las manos del chico y le arrastré. Le conduje hasta el exterior de la casa.

Él no se conformó con que le agarrase la mano y luchó contra mis dedos para dejar que ambas extremidades se entrelazasen completamente. Yo no me negué, pues me era inevitable caer rendida a Harry Stewart.

Llegamos al exterior de la casa y le guie un poco más lejos. Nuestros pasos iban coordinados, andando por la calle oscura y fría, intentando retirarnos lo máximo posible de esa fiesta para tener algo de intimidad.

Solté mi mano de la suya de mala gana y me puse frente a él. Después, quité mi máscara para que pudiese ver mi rostro perfectamente.

—¿Qué quieres? – Exclamé.

—Verte.

—Ya lo estás haciendo.

—¿Me acompañas? – Preguntó.

—¡¿A dónde?!

—Ahora debes saber todo, Abbie. Después de lo que pasó el otro día tienes derecho a saberlo.

Cogí aire y lo solté, dejando que el vaho saliese de mi interior.

Muy a mi pesar asentí, y Harry comenzó a andar hacia su vehículo. Ambos entramos en él.

—¿Aquí estás más cómoda? – Preguntó.

—Sí.

El coche estaba casi a oscuras. Nuestros ojos se miraban como de costumbre, pero diferentes, pues los suyos conservaban su mirada tan penetrante que me cortó la respiración. Hacía demasiado tiempo que no vivía con Harry una situación así.

—Te preguntaría por qué no contestaste mis llamadas, pero sé que me dirás que querías pensar. – Musitó.

—Te preguntaría tantas cosas, pero sé que me dirás que son secretos.

—No quiero perderte, Abbie...

Fruncí el ceño.

—No puedo prometerte que me quedaré porque no puedo estar con alguien que no conozco, Harry.

—Lo sé.

—Y, sí, te prometí aceptarte como eras, pero por esa simple razón no puedo estar contigo.

—Te he dicho que te traería aquí para contarte todo. ¿Acaso no es lo que quieres? – Preguntó.

—Quiero saber la verdad, Harry...

El chico cogió aire y lo soltó. Miró mis ojos un momento, fríamente, parecía que hasta débil.

—Tras investigar durante años sobre el asesinato de mi padre, nunca encontré nada, y opté por contratar al jefe de una mafia, traficante, para que se encargasen de encontrar y matar al asesino de mi padre. Y así fue. El jefe de los Skills le mató y me cobró un precio por haberlo hecho. Y no exactamente dinero.

Mi frente se frunció. Ahora entendía por qué Harry hablaba con ese hombre enfrente de la cafetería. Ahora entendía que tenían que ver. Era su jefe.

—¿Qué fue lo que te cobraron? – Pregunté, boquiabierta y con la voz algo quebrada.

—Eso será mejor que sigas sin saberlo, Abbie. Sería mucha responsabilidad para ti.

Bajé la mirada comprendiendo, o fingiendo que lo hacía, porque realmente no entendía nada.

—Llevo un tiempo trabajando para ellos. – Continuó. - Y vivo amenazado y vigilado por ellos. No puedo hacer otra cosa que no sea obedecer sus órdenes. Como se enteren de que estoy incumpliendo sus leyes contándote esto me matarán, y te matarán. Nadie debe saber que lo sabes. Nadie, ¿Me oyes? Me vigilan casi las veinticuatro horas del día, Abbie, y seguramente que contigo lo harán también si se enteran que lo sabes. Mientras que no sepan absolutamente, todo irá sobre ruedas. No hables con nadie de esto. Y, si necesitas hacerlo que sea solo conmigo, lo más bajo posible, mediante susurros. 

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