Capítulo 38.

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39. Venecia y traición. 

La mano de Harry me agarraba mientras que, en la otra, tenía el billete de avión para encontrar los asientos en los que estaríamos en un viaje de aproximadamente dos horas.

Su cabeza iba de derecha a izquierda, mirando los números de cada asiento entre el ajetreo y las voces inquietas de toda la gente que ya había encontrado su sitio.

Yo, sin embargo, intentaba controlar mis nervios agarrando cada vez más fuerte la mano de Harry.

—¡Treinta y cinco y treinta y seis! – Exclamó. – Aquí es. 

Un cierto alivio corrió por mis venas, al menos ya estaría sentada en un asiento si me desvanecía.

—¿Quieres ventana? – Preguntó Harry.

—Sí.

El chico se hizo a un lado y me abrió paso para que me sentase yo primero. Acto seguido, me tendió la mano para que le diese mi mochila y pudiese guardarlas en la guantera que teníamos encima de nuestras cabezas. Un golpe rápido la cerró y el chico acudió a sentarse a mi lado.

Mis piernas no paraban de moverse, como siempre hacían cuando mis nervios existían.

Harry corrió rápidamente a posar de nuevo su mano en mi muslo.

—¡Hey! – Susurró. –Tranquila.

Le miré y vi a un chico sin problemas. A un chico inocente, ingenuo, con una sonrisa que hubiera enamorado a cualquier persona, incluso a mí.

Respiré profundamente y la mano de Harry comenzó a subir y a bajar por mi muslo. La respiración se me entrecortó. Le miré y vi una sonrisa pícara en su rostro. Parecía que Harry estaba buscando una táctica para controlar mis nervios.

—Por favor, abróchense los cinturones.

Una azafata se paró en nuestro asiento. Harry quitó inmediatamente la mano de mi muslo y acudió directamente a enganchar el cinturón con su clavija.  

Una carcajada se escapó de mi boca. La azafata, también sonrió.

—Abróchate tú también. – Exigió Harry cuando la chica se fue.

—Ha sido gracioso.

Harry rio descaradamente y yo hice lo que el chico me mandó. Siendo franca, algunos de mis nervios habían desaparecido.

La azafata terminó su recorrido y, minutos después, el avión comenzó a andar por pista.

Cogía aire y lo soltaba tan rápido como mis pulmones me permitían.  Los nervios seguían a flor de piel.

Harry lo entendió y agarró mi mano entrelazándola con la de él.

—Cierra los ojos. – Propuso.

—¿Por qué? – Pregunté.

Una sensación extraña apareció en mi estómago cuando me di cuenta de que el avión acababa de despegar. Mi mano apretó más fuerte la suya.

—Tranquila. – Dijo, encima del ruido que desprendía le motor del avión. – Estoy contigo.

Mis ojos continuaban cerrados, pero mi sonrisa apareció abrillantando mi rostro. Él estaba conmigo. Nada malo podía pasar. Ni siquiera que una modelo llamada Hannah nos separase. Separarnos era casi imposible.

Mi respiración se había tranquilizado minutos después. Mis manos al principio temblaban, pero mi cuerpo se estabilizó por fin.

Abrí con cuidado los ojos y miré hacia mi izquierda. Harry no había despegado su mirada de mí, y quizás su sonrisa tampoco había desaparecido.

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