Capítulo 31.

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31. La fiesta de máscaras.

Mi interior seguía consternado. Acababa de vivir una de las situaciones más violentas de mi vida.

Me tumbé en la cama de mi habitación, abrazando a un cojín y mirando al techo. Las lágrimas no cesaban. Mi mal estar se juntaba con la incertidumbre, con la sensación de no haber conocido en ningún momento a Harry Stewart.

Estaba claro que ese chico había marcado un antes y un después en mi vida, que todo había cambiado desde que sus ojos verdes dieron con los míos en aquel pub.

Todo habría sido más fácil si no hubiera aceptado esa estúpida apuesta, pues en ese momento no estaría perdiendo el tiempo maldiciéndome, intentando buscar argumentos que calmasen las ideas tan perturbadoras que bailaban por mi mente.

¿Qué era Harry? ¿Quién era? ¿A qué se dedicaba?

¿Por qué esa casa? ¿Por qué las armas?  ¿Quién era Oliver Franklin?

Si algo estaba claro es que las preguntas no habían dejado de dominar mi mente desde que le conocí, y ya iba siendo hora de contestarlas. O de dejarlas para siempre aparcadas.

Quizás la mejor manera sería dejar que Harry saliese de mi vida, olvidarle y olvidar todo lo vivido, por muy difícil que fuese.

—¡Maldita sea, Abbie!

Los gritos de mi compañera de piso ocupaban mi mente mientras abría la puerta de mi habitación y daba la luz. Me incorporé asustada.

—¡¿Por qué coño has desaparecido?! – Exclamó. -¿Por qué diablos te has llevado el coche?

—Lo siento... - Musité.

Sharon frunció el ceño y se acercó a mí, con las intenciones opuestas con las que venía en un principio.

—¿Estás bien? – Preguntó.

—¿Conoces a Harry?

—No. – Contestó.

—Entonces me comprendes.

—¿Qué quieres decir, Abbie?

—No sé quién es él, Sharon. No sé quién diablos es.

La chica frunció el ceño y yo negué con la cabeza.

—Quiero dormir, por favor.

Sharon entristeció su gesto y abandonó la habitación, dándose cuenta de que no era el momento para reñirme.

El llanto salía de mí descontrolado. Quizás justificado. ¿Cómo no iba a serlo? Acababa de dejar al chico que más había querido en una caseta, junto a un hombre que me retaba a conocerle, a investigar sobre él. Junto a miles de preguntas y consternaciones.

Junto a miles de sentimientos.

Y, sobre todo, con una clara y rápida respuesta: Sin saber quién era de verdad.

***

Caminaba por los pasillos de la universidad. Mis manos rodeaban los libros y mis auriculares metidos en mis oídos.

Había pasado tan solo un día desde lo sucedido.

Aún recordaba a aquel hombre de la casa pidiéndome que investigase sobre Harry, pero quizás no era lo adecuado.

Sólo quería olvidarme de él. Ahora simplemente me consolaba recordando las advertencias, sus insistencias y, sobretodo, las de los demás.

Levanté mi mirada y encontré con la mano de un chico saludándome.

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