Capítulo 11. Solo un roze.

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Claire... Claire — susurré moviéndola cuidadosamente.

— Mmmmm... no es hora de trabajaaaar — gruñó roncamente.

— A que hora vas trabajar? — pregunté.

— A las 11:00 am

— Bien, no trabajarás este fin de semana — afirmé — ay comida en el refrigerador... vuelvo en un momento, no se te ocurra salir — advertí.

Volví a mi habitación solo para mirarme otra vez en el espejo, tenía que estar segura de que todo estaba en orden.

Al menos mi trenza de lado con mis flequillos, me hacían lucir bien. Hoy decidí vestirme diferente, botas marrones hasta las rodillas acompañados por un short crema y un sweater blanco estampado.

Mi primera parte de la misión era ir a The Pizitz.

— Buenos días — saludé al conserje.

— Buen día.

— Necesito hablar con la señora de la barra, puede decirle que la buscan? — pregunté.

— Claro.

Se retiró y al momento llegó con la señora alta y castaña.

— A que se debe tu visi...

Fue interrumpida por el fuerte asote de la puerta, nos sobresaltamos y miramos.

Un hombre casi de cincuenta años y canoso ingresó al lugar enojado y con pinta de borracho.

— Devuélveme a mi Claire! — gritó acercándose a la dueña del lugar.

— Claire? no se donde está! — contestó calmadamente, no parece la primera vez que se topa con este tipo de situaciones.

— Como que no sabes!!? — yo no creía que pudiera enojarse más de lo que ya estaba, pero si, estaba pasando.

— Claire ayer ni siquiera vino a trabajar! Mejor dígame usted donde está ella! — reclamó — si no viene a trabajar hoy... la voy a despedir! — su semblante se tornó serio y decidido.

¡Que buena actriz!

— No no no no no ! — gritó — no la puede despedir! No aún — revoloteó su s manos frente a su pecho.

Fruncí el ceño. Parecía un loco de manicomio.

Solo me limité a observar, no me dispondría a opinar, ni a delartarme yo misma hablando de Claire. Tenía que pensar que yo era una clienta más, y que no conocía a su hija.

Pensé bien, Claire no puede seguir trabajando aquí, él la vendría a buscar a menudo.

— Pues vaya a buscarla! Si no, la despido! — la señora puso sus manos sobre la espalda del mediano hombre que tenía ropa impecablemente, su borrachera solo la delataba su cara y su olor a alcohol, y lo empujó hacia la salida.

Al menos pensé que podría haber hecho una escena peor. Pero sigue siendo un demente.

— Vine aquí a pedirle varios favores — dije tímidamente. Es vergonzoso pedir un favor a alguien que prácticamente no has tratado.

Asintió en señal de que continuara.

— Claire, ella aún está adolorida, quiero pedirle este fin de semana libre para ella — pedí.

Suspiró.

— Solo se lo daré por un motivo: nunca le he dado vacaciones... y comprendo que el caso es que este enferma — sonreí ampliamente.

No somos cliché ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora