Prólogo

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— ¡Estos mundiales son el retorno de una campeona olímpica y la estrella rusa, patinando como si nunca hubiera abandonado el escenario global! —todo el mundo estaba atento a las pantallas de la habitación, observando en vivo los comentarios del evento.— ¡Ella está aquí, la zarina ha vuelto!

Eran las únicas voces reinantes dentro de la habitación, y su eco rebotando en las cuatro paredes logró escurrirse entre la música lírica que sonaba en mis audífonos, y con sólo escuchar esas palabras; sonrío, al verme reflejada en las grandes pantallas, mirando a la cámara que apuntaba hacia mi dirección. Las sentía, sentía todas miradas posadas ahora en mí, cada recorrido de ellas las sentía sobre cada centímetro de mi piel.

— La actual campeona olímpica, quién ha estado ausente de las competencias internacionales por dos años, ella ha estado maravillosa hasta éste punto. —esos nervios increíbles se apoderaban de mi ser nuevamente, como extrañaba esta sensación, las miradas filosas de mis rivales, cada uno atentos a cada movimiento que empleaba mi cuerpo, cada objeto que captaba mi mirada. Cuanto extrañaba esto.— Todas las damas intentarán disputarse el primer lugar pero todas estarán tratando de superar a la reinante campeona olímpica, ¡(T/N)Vasilyeva! La zarina está de vuelta.

Tomé mi maleta mientras caminaba por el pasillo, sus paredes blancas y pulcras brillaban con el reflejo de los focos que alumbraban el lugar, proporcionando la luz que el sol se había decidido llevar, el lugar se sentía tan frio como debería esperarse, uno que lograba traspasar ambas sudaderas que llevaba puestas; una sensación que extrañaba de igual manera, como el frio de la arena quería devorar la poca piel que dejara expuesta, con el propósito de congelar a todos ahí adentro. Pero ese frio era el corazón de la pista, el corazón que mantenía con vida ese escenario feroz que podría ser el hielo más suave y fino que pudieras cortar o una pista áspera y engañosa.

El sonido de las ruedas sobre el pavimento fue silenciado inmediatamente al cambio de música en mis oídos, dejando que mi respiración volviera concentrase en inhalar profundo para calmar los latidos que empezaban a desembocarse en mi pecho. Sin duda yo también extrañaba éste regreso.

Trataba de mantener mi mirada siempre arriba, atenta a cualquier objeto con el que pudiera chocar, pero simplemente mi mente no podía evitar pensar que mis pies podrían tropezar con algo, una torcedura sería algo fatal, algo que no podría permitirme, no cuando estoy tan cerca de alcanzar el único título que me falta. Un cable, hojas tiradas, todos esos obstáculos en mi camino llegaban a alertarme al estar tan cerca de pisarlos, podría decir que eran más aterradores que ver o escuchar a la audiencia a lo lejos. Esos alaridos que las cortinas a mi lado no podían silenciar.

Alaridos tan estremecedores cuando lo has dejado todo en el hielo, pero a la vez tan temidos cuando se quedan en silencio, robándote toda tu confianza. Los que tenían el poder de ponerte a la sombra de otro participante o los que podían alzarte aún más de lo que pensabas.

— Señorita Vasilyeva, tiene diez minutos para usar los vestidores y después pasar al área de calentamiento principal. —la voz de la mujer me distrajo de la bulla de la audiencia ahí afuera al escuchar el nombre de las patinadoras del penúltimo grupo. Sonreí y le contesté en el idioma que me había dado aquellas instrucciones, con la suerte de que ella me terminara de encaminar a los vestidores.

El camino hasta ahí se fue vaciando más de camarógrafos y reporteros, todo empezaba a sentirse más vació y privado a medida que nos trasladábamos, pero igual me encontraba con chicas por los pasillos: algunas con la mirada perdida, con los ojos llorosos, con una sonrisa en rostro, con un rostro inmutado seguidas de sus entrenadores que seguro iban a la salida del backstage y se dirigían a la entrada principal.

Lo que me recordaba que Yakov aún no había llegado, por más que volteara mi atención al camino a mis espaldas sólo se encontraba con los pocos reflectores que habían colocados y la recta pared blanca que seguía su camino hasta perderse en las vueltas que daba. Sin un rastro de su sombra.

«Stay close to me» [EN EDICIÓN] Viktor Nikiforov x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora