~De verdad siento muchísimo todo lo que estoy demorando con cada capítulo, pero el tiempo para escribir no cae del cielo y las notas para la universidad tampoco (triste realidad :'c).Espero que me entiendan, lo siento mucho pero no quiero pausar la novela así que me tomaré mi tiempo :33 Los amo <3
RC~
-Nos acercamos a la parte más asombrosa de este fascinante recorrido, señorita -Dublin me guiñó un ojo y rió. No pude contener una sonrisa en mi cara ante su teatralidad para todo.
Estábamos otra vez en la Sala del Qüercum. Bajo la sombra del roble, un par de pasos por detrás de nosotros, Nico miraba hacia arriba con asombro notable en todas sus facciones.
Algo que desde hace un rato llamaba mi atención, era el hecho de que todo lo que Dublin consideraba normal o cotidiano, a Nico le parecía tan increíble como a mí. Mientras analizaba su posición observando el árbol, me acerqué a él.
-¿Por qué tanto asombro? -Fruncí el ceño mientras sonreía-. Se supone que tú ves esto todos los días -dije.
-Oh, pues... -dudó unos segundos- Supongo que este tipo de cosas me hacen pensar que tengo suerte de estar aquí -suspiró, casi sonriendo.
-¿Suerte? -Interrogué yo, confundida por su respuesta. Él se quedó quieto un instante, meditando sobre algo de lo que yo no tenía idea mientras yo lo miraba expectante. Luego pareció rendirse y soltó un largo suspiro.
-Oh, qué más da -dijo al cielo-. Te contaré. Soy adoptado, Julie -soltó así como así. Bien, eso no me lo esperaba.
-Esto... -¿debía decir que lo sentía? ¿Felicitarlo? ¿Abrazarlo?-. Vaya -fue mi decisión final. Realmente era estúpida-. Yo, ahm... No sé qué quieres que diga -admití con la cabeza gacha. El sonido de su risa me obligó a levantar la mirada.
-No tienes que decir nada -aseguró con una enorme sonrisa que me hizo sentir algo mejor-. Tú preguntaste, Jules. Yo solo respondí, no es nada grave -una vez más me tensé al oír ese apodo de la boca de alguien que no fuera mi padre o Sam.
-¿Te importaría sólo llamarme Julie? -Bueno, eso había sonado menos grosero en mi cabeza. El rostro alegre de Nico se llenó de preocupación al oír mi pregunta.
-Lo siento -se apresuró a decir-. Dejaré de ponerte apodos si te molesta -prometió. Yo le sonreí con cariño casi fraternal. Era tierna la forma en que hablaba, como si temiera herir mis sentimientos por algo tan absurdo como un diminutivo de mi nombre.
-No -le contesté inmediatamente-. No es que me moleste, es solo que únicamente mi familia me llama así -aclaré. Era en parte cierto, ya que mi única familia era mi padre y Sam era casi un hermano para mí. Pero Nico no sabía eso, y por esa razón me dieron ganas de abofetearme cuando escuché un grito a mis espaldas.
-¡Jules! -Era la voz de Sam. "Pedazo de idiota" pensé. "Tenía que aparecer ahora".
Volteé en la dirección desde donde mi amigo había gritado y me lo encontré corriendo con expresión desesperada en su usualmente atractivo rostro. Fruncí el ceño y esperé pacientemente a que nos alcanzara a Nico y a mí. En cuanto estuvo a una distancia prudente me atreví a preguntar:
-¿Qué pasa, Rivers? -Él jadeó un poco y luego respiró profundo un par de veces para poder hablar.
-Necesito hablar contigo -demandó con la voz algo ahogada.
-¿Es en serio? -Cuestioné-. No puedo ahora, Sam. Nico y Dublin me están enseñando todo -le expliqué lo que era obvio.
-¿Seguro pueden dejarlo para después? -Preguntó con tono esperanzado y los ojos clavados en Dublin. Este le sostuvo la mirada unos segundos hasta que se rindió.
-Como quieras -dijo resignado. Sam y su penetrante mirada se trasladaron a Nico.
-Por mí está bien -aseguró este, encogiéndose de hombros. No tuve tiempo de emitirprotesta alguna ante lo que Rivers acababa de hacer, porque unos finos dedos rodearon mi muñeca y me comenzaron a arrastrar fuera de la Sala del Qüercum.
-Gracias, muchachos -oí que le dijo el moreno a los otros dos antes de adentrarse en los pasillos conmigo detrás.
Luego de un rato entre pasillo y pasillo, Sam se detuvo en uno sin salida y se dio vuelta a mirarme por primera vez desde que habíamos salido de la Sala.
-¿A dónde se supone que iremos? -Interrogué, curiosa. Él se rascó la nuca.
-Si te soy sincero, no tengo idea -admitió-. Pero de todos modos aquí no hay nadie -se encogió de hombros. Yo asentí con la cabeza, no entendiendo del todo lo que decía.
-¿Y bien? -Pregunté-. ¿Qué es lo que querías decir... -antes de poder terminar mi pregunta me vi envuelta en un abrazo. Eso me pilló desprevenida, debo admitirlo. Al principio me sobresalté, pero luego de un instante no dudé en abrazarlo aún más fuerte. Segundos después -y muy a mi pesar- se alejó un poco de mí, pero sus manos seguían rodeando mis brazos.
-¿Cómo estás, Jules? -Preguntó. Sus petrificantes ojos observaban atentamente cada detalle de mi rostro, como buscando cualquier rastro de alguna cosa fuera de lugar. Yo sonreí, algo incómoda por su análisis.
-Estoy bien -aseguré y mientras lo decía sentía que era cierto-. La gente que he conocido me ha explicado más o menos todo -volví a sonreír y él frunció el ceño.
-¿Más o menos todo? -Dijo con sospecha-. ¿Qué se supone que eso significa?
-Pues, ya sabes... -Comencé-. Lenders, elementos, Qüercum, ese tipo de cosas -de repente sentí cómo la sonrisa se desvanecía de mi rostro-. Y la historia de Peter y mis padres -agregué casi en un susurro. Él me miró meditativo durante un larguísimo minuto.
-¿Eso es todo lo que te contaron? -Preguntó, como para asegurarse. Yo asentí con la cabeza.
-¿Qué tanto más puede haber? -Pregunté sonriendo ligeramente.
-No tienes idea, Jules. No tienes idea... -No pude distinguir si de verdad me hablaba a mí o simplemente estaba pensando en voz alta, así que opté por no decir nada hasta que él hablara primero.
-Te llevaré con alguien que hace un rato quiere verte -dijo entonces, como si hubiera tomado una gran decisión. Me pregunté quién sería tal persona, pero por la cara de Sam deduje que si formulaba una pregunta me quedaría sin respuesta. Decidí guardar silencio y lo seguí en cuanto me di cuenta de que había comenzado a caminar.
Después de unos minutos nos detuvimos frente a una puerta igual a todas las demás, obviamente. Me quedé contemplándola unos segundos en los que Sam parecía una estatua a mi lado. Luego de un minuto completo, me vi en la obligación de sacudir el hombro del pelinegro para que reaccionara. ¿Pero qué demonios le pasaba?
Él parpadeó varias veces y luego giró su cabeza hacia mí, confundido. Con una mueca, le señalé la puerta y entonces se dignó a golpear tres veces con sus nudillos la dura superficie. Se estaba comportando algo extraño, como si en el fondo hubiera estado todo ese tiempo con la mirada ausente preparando una ruta de escape.
Pasó un largo rato en que el otro lado de la puerta seguía en silencio. Sam volvió a golpear. Nuevamente silencio.
Dos minutos después, el chico hacía todo el ruido que podía con la puerta, golpeando a mano abierta y hasta a veces pateando
-¡Que ya voy, maldita sea! -Oí una voz muy malhumorada y vagamente familiar. El alivio me llenó y respiré profundo. Jamás fui una persona caracterizada por su paciencia.
La puerta se abrió, mis ojos se abrieron y mi garganta se cerró.
Ojos oscuros, escaso cabello y camisas de franela. Verlo sin escopeta me tranquilizó un poco, pero no diminuyó mi asombro.
-Vaya, vaya -dijo el señor Roberts con una sonrisa burlona-. Es un placer verte otra vez, niña.

ESTÁS LEYENDO
Lend
FantasyJulie Collins lleva meses teniendo la misma pesadilla: es perseguida cada noche por lobos. Pero ellos no son solo lobos. Ni esas son solo pesadillas. Ni ella es solo Julie Collins. Las apariencias engañan, y esta vez dejarte engañar... podría costa...