Capítulo 16

511 31 6
                                    

Ya llevaba varios minutos siguiendo a Barbara por los miles de pasillos de este aparentemente interminable lugar y comenzaba a preguntarme cuál sería ese lugar más cómodo al que dijo que me llevaría. Mientras pensaba en ello, me dedicaba a observar cada detalle de la mujer caminando un par de pasos por delante de mí. Llevaba una blusa roja con los tres primeros botones sin abrochar, dejando ver unos trazos de tinta oscura ya conocidos para mí: Un ojo tatuado en su clavícula izquierda. Recordé a Hayley, con un dibujo idéntico sobre su homóplato y me pregunté la razón de que ambas tuvieran el mismo tatuaje mientras analizaba el resto del atuendo de Barbara. Unos pantalones negros ajustados y una chaqueta delgada del mismo color. Como calzado traía unos tacones oscuros kilométricamente altos que hubiesen hecho eco por todo el lugar de no ser por la alfombra que cubría el suelo en su totalidad.

Iba tan cocentrada en sus pies mientras caminaba que no me percaté cuando estos se detuvieron y estuve a punto de chocar contra la rubia. Por suerte logré detenerme antes del impacto y así evitar un episodio algo vergonzoso. Levanté la vista y me encontré frente a una puerta.

Entonces me puse a reflexionar sobre cómo todos los pasillos tenían varias puertas a cada lado, separadas a una distancia decente unas de otras y que todas eran idénticas. No había numeración, ni ningún tipo de marca o detalle que ayudara a distinguir una de otra, pero aún así, la gente que le había ayudado a llegar a distintos puntos del lugar parecía conocer con exactitud el destino de cada una de las puertas. Interesante.

-Abre, vamos -habló por fin Barbara. Yo dudé un segundo mientras veía fijamente el picaporte.

-¿No debería tocar antes? -Pregunté, dudosa. Ella rodó los ojos.

-No tienes por qué hacerlo -respondió ella-. Solo abre la puerta y ya.

Decidí hacer caso y acerqué mi mano al picaporte para abrir. Apenas mis dedos hicieron contacto con el frío metal, este pareció ceder como por arte de magia y la puerta se abrió frente a mis ojos. Fue como si el picaporte no necesitara de mi ayuda para girar, como si me estuviera invitando a entrar. Al ser visible para mí el espacio tras la puerta, llegué a la conclusión de que ya había estado ahí antes.

Paredes blancas, sin ventanas y sin embargo cálidamente iluminadas, una puerta llevaba a un baño y otras dos conformaban el ropero.

Tales características podrían haber encajado con la descripción de la habitación de Hayley o la de Annie-Susan y Kim, pero no me encontraba ni en la una ni en la otra. Lo supe en cuanto avisté una silla que se encontraba cerca de la cama. Sobre ella se encontraba, pulcramente doblada, la ropa que había usado antes de ponerme el vestido. Mi ropa.

Me encontraba en la habitación donde Hayley me había bañado, vestido y maquillado antes de ir a la Asamblea.

-Esta es una pequeña parada para que te cambies -informó Barbara-. Ponte algo más cómodo.

Yo practicamente me abalancé sobre la silla para tomar las prendas que, al acercarme lo suficiente, pude ver que estaba limpia. Tomé la pequeña pila y me encerré en el baño con una sonrisa radiante en el rostro. Una vez dentro, me deshice lo más rápido que pude del vestido que había estado usando desde que llegué aquí y me apresuré a ponerme los pantalones y el sweater que me quedaban varias tallas más grande de lo normal. Cuando estuve vestida me sentí diferente. Más... yo, de alguna manera.

Obviamente, mi ropa jamás había sido lo que se podría considerar linda. Quiero decir, el escaso dinero que lograba reunir con mi insignificante trabajo en la biblioteca era demasiado preciado como para gastarlo en ropa decente. Y cuando tienes un ropero lleno de ropa que no te entra y otro de tus difuntos padres, con prendas enormes, optas por la segunda opción. ¿Escalofriante? Bastante, sí. Pero no es como si la ropa o el dinero cayeran del cielo.

Recogí el vestido del suelo de baldosas del baño y salí de este sintiéndome mucho más cómoda -y abrigada- que antes.

Una vez fuera, me encontré con la mirada desaprobatoria de Barbara.

-Vaya... ¿Así te vistes todos los días? -Preguntó, casi con asco. Esto me hizo enojar. Ella no sabía nada de mi vida, ¿quién se creía para venir a cuestionar mi manera de vestir?

-Sí, así es -respondí cortante.

-¿Estás segura de que no prefieres ponerte algo del armario? -arrugó la nariz.

-No tomaré ropa que no es mía si no tengo antes permiso de la dueña -me encogí de hombros. En cuanto terminé de decir aquello me di cuenta de un detalle que no calzaba. Antes había supuesto que la ropa era de Hayley, al igual que la habitación. Pero luego recordé que había conocido su verdadera habitación hoy cuando desperté. ¿De quién era entonces este espacio?

-Oh, ya veo. ¿Qué clase de recorrido te hizo Dublin? Seguro solo te llevó a su laboratorio -adivinó la mujer, poniendo los ojos en blanco-. Verás, Juliette...

-Julie -corregí sin pensar.

-Julie -repitió ella-. Esta -hizo un gesto con su mano derecha, abarcando todo el espacio-, es tu taquilla -completó.

-¿Mi taquilla? -Ladeé la cabeza.

-Tu taquilla. ¿No tienes una taquilla en la escuela? -asentí- Pues esto es más o menos el mismo concepto. Aquí es donde puedes guardar tus pertenencias, un lugar solo tuyo. Por eso es que solo tú puedes abrirla -explicó y entendí por qué la puerta se había abierto con tanta facilidad-. Claro que tiene algunos accesorios que no podrás encontrar en tu taquilla de la escuela, como la cama, el baño, ropa de tu talla, etcétera.

-¿Ropa de mi talla? ¿Está diciéndome que la ropa del armario es mía?- fruncí el ceño, no muy segura de si había entendido bien.

-Exactamente, al igual que todo lo que ves aquí.

-¿Por qué tengo una taquilla y cómo saben qué talla tengo? -pregunté. La verdad es que ni siquiera yo sabía cuál era mi talla.

-Verás -comenzó Barbara-. Cuando llegaste, pasaste por una sala blanca ¿verdad? -hice un movimiento afirmativo con la cabeza-. Pues esa es La Barrera. Ahí es donde se averigua quién intenta entrar, si es un Lender y, si el resultado es positivo, se le asigna una taquilla que se adapte a sus necesidades -dijo todo esto cono si fuera la cosa más normal del mundo.

-¿Por qué el resultado fue positivo en mí? -continué mi interrogatorio.

-El resultado fue positivo porque eres la hija de Arianne y Vicent, osea, una Lender de sangre -se encogió de hombros Barbara. Me puse a pensar en esa palabra. "Si lend significa prestar..."

-¿Un prestamista? -Pregunté y fruncí el ceño.

-Casi -respondió ella-. Aunque suene a prestar, lo que un Lender hace es tomar prestado -aclaró.

-¿Qué es lo que toman prestado? -Fruncí el ceño.

-Es... Complicado -hizo una mueca.

-Hágalo simple -dije.

-Cuerpos -dijo ella, expulsando todo el aire de sus pulmones-. Imágenes o ilusiones de cuerpos- al terminar se quedó en silencio.

-¿Cuerpos? ¿A qué se refiere?- ladeé la cabeza, sin comprender.

-Los Lenders tienen... la capacidad de cambiar de forma -debo admitir que me esperaba cualquier respuesta menos esa.

-¿Cambiar de forma? ¿Cómo que cambian de forma? -Mi tono pasó de la confusión a la incredulidad.

-Ya te lo he dicho. Ellos toman prestada la imagen de un cuerpo y la usan para poder cambiar de forma -bien, esta señora estaba chalada, tal vez podría emparejarla con el viejo Roberts en un futuro.

-Entonces... -comencé-. Está intentando decirme que yo soy una de esas personas que pueden... cambiar de forma.

-No me crees -suspiró. Estaba a punto de partir corriendo en busca de Hayley o alguien que pudiera ayudarme cuando algo ocurrió. No estaba preparada para ver lo que vi en ese instante.

Donde un segundo antes se encontraba de pie Barbara, ahora parada exactamente en la misma posición estaba...

Yo.

LendDonde viven las historias. Descúbrelo ahora