- ¿Te has calmado ya?
Lo miro de reojo y le tiro una piedrecita que esquiva con facilidad. Estamos sentados en la playa que hay debajo del reformatorio. Me ha sacado por un hueco en los muros, escondido detrás de unos arbustos que me han hecho un corte en la mejilla.
Ni siquiera he preguntado por qué lo ha hecho ni ninguna otra cosa. Me sacó en volandas hasta la puerta de atrás, la que da al jardín, y me puso en el suelo. Solo me dijo: corre o nos cogerán. Y me cogió del brazo y tiró de mí hasta sacarme del recinto. Ahora mismo deben estar buscándonos como locos por todas partes.
- ¿Se puede saber que ha pasado ahí dentro?
No se rinde. Acabo de descubrir eso de él. Por el momento, esto es lo que sé sobre Austin Lee:
1. Siempre está feliz. Sonríe demasiado.
2. No se toma nada a mal.
3. Parece preocuparse por cualquiera. Hasta por mí, y eso que no se lo estoy poniendo fácil.
4. Le gusta el blanco.
5. Insiste mucho. En todo. Es un pesado...
Lo miro de reojo, esta vez sin que se dé cuenta. Parece un tío muy normal para estar aquí metido, ¿qué habrá hecho? Hoy viste con vaqueros y un jersey beige en vez de blanco, parece muy calentito. Al lado de él descansa la chaqueta que se ha quitado antes. Yo estoy tiritando.
- Cógela –dice de pronto-. No vas a pedirla aunque te estés congelando, así que cógela ya. No me hagas cargarte como un bloque de hielo.
Me muerdo el interior del labio pensándolo un momento. Finalmente alargo el brazo y cojo la chaqueta. Me queda enorme. En realidad, la palabra <<enorme>> no es definible con cómo me queda esta cosa. No me había parado a pensar que Austin es grande, como un jugador de rugby. Contundente. Ancho. Grande, en definitiva. Pero esa grandeza no hace justicia a su cara amable, a su sonrisa permanente y a su buen rollo de siempre. Es una oposición andante consigo mismo.
- Tengo... problemas –me sorprendo diciendo-. TEI.
- ¿TEI?
- Trastorno Explosivo Inminente. Supe que algo me pasaba, fui yo quien fue a un psicólogo a que me dijera qué era lo que me ocurría.
- ¿Cómo lo supiste?
Me encojo de hombros.
- Me enfada incontrolablemente. No podía parar. Y yo nunca había sido así, cada vez fue a más.
- ¿Por eso estás aquí? ¿Por ese... trastorno?
Lo miro con ojos entrecerrados y media sonrisa.
- ¿Esto es un interrogatorio? ¿Estás compinchado con Margaret?
Se ríe con ganas, qué rarito es.
- No, no estoy compinchado con Margaret. Curiosidad.
Sigo mirándolo mientras pienso si contarle por qué estoy aquí. Realmente no sé por qué estoy contándole todo esto, cosas que ni siquiera saben Alana o Hayley. Pero él, mientras pienso, empieza a hacer tonterías con la cara. Retiro la cara para que no me vea reírme.
Supongo que es más fácil confiar en un desconocido.
- El novio de mi amiga era un maltratador –digo-. Me cansé y estallé. Y le rompí una botella en la cabeza.
Austin no habla y me obligo a mirarlo. Me está mirando como si no me creyera. Como si fuera un cuento, la historia de otra persona.
- ¿Cómo? –es lo que pregunta-. Quiero decir... ¡eres enana! Ni siquiera debes pesar más de cincuenta kilos, ¿cómo pudiste derribarlo?
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Closed. I hate u
Teen FictionSkyler es condenada a pasar cuatro meses en un reformatorio en alguna parte de Tasmania por haber intentado hacer el bien. Allí se encontrará en un lugar que no es lo que esperaba: ventanales preciosos, jardines cuidados, gente que sonríe demasiado...