Capítulo 24 (Epílogo)

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Me concedieron el traslado.

Hice las maletas.

Papá, mamá y mi abogada vinieron a recogerme.

Me despedí de Alana y Terry. De la directora y de Conrad.

Papá cogió mi equipaje y lo metió en el coche.

Alana y yo estábamos a los pies de los escalones de la entrada hablando cuando vi tras ella a Austin. Me quedé sin habla, Alana miró a su espalda, luego a mí y me dio ánimos. Luego se alejó.

- Hey.

Ahí estaba el chico que vi en la playa, aunque ahora con un aspecto más decaído. Me odiaba por odiar a quien no quería odiar. No se lo merecía, también lo quería, pero el dolor gana al amor.

- Hola.

Y ahí estaba yo, la chica que no llega al metro sesenta de pelo negro, delgada y pequeña. La chica a la que podían coger en brazos sin siquiera esforzarse un poco. A la que todo el mundo mira desde arriba.

- No han tardado mucho.

- Solo unos días.

- Espero que te vaya bien.

- Y a ti.

Me di la vuelta y caminé hacia el coche. Cuando abrí la puerta trasera, oí mi nombre.

- Skyler.

Lo miré.

- Adiós.

- Adiós, Austin.

Me monté en el asiento trasero, cerré la puerta, papá arrancó el coche y salimos de allí. Y condujimos por tres horas y media hasta llegar a mi nuevo hogar. Era más pequeño y menos espectacular que Harbor's Rocks. Y gris. Era más gris.

Me acompañaron a mi habitación, la que hora era individual. Mamá me ayudó a guardar la ropa, papá me ayudó a hacer la cama y la abogada se encargó de los trámites con el director.

Mamá y papá se despidieron con un abrazo, solo los vería dos veces más hasta que saliera. En ese sitio las visitas no eran tan permisibles como en el anterior reformatorio; con las llamadas, en cambio, era diferente: podía llamar hasta dos veces al día. Eso me salvó. Llamé a Dru en mi primera llamada, a Jay-Jay en la segunda, y a Hayley en la tercera, la cual tuve que hacer al día siguiente.

Las clases duraban toda la mañana y casi toda la tarde. Allí no había trabajos en el jardín, la lavandería o en la biblioteca. Solo se estudiaba. Y para distraerme solo podía leer o ver el televisor cuando los mandamás no nos echaban a los demás de la sala común. No me metí con nadie allí, quería pasar desapercibida. Y así lo hice, fui invisible y no me metí en problemas. A veces me sentaba a charlar con algunas chicas que seguían mi mismo método de supervivencia. Aquel lugar sí que era el hogar de criminales. Cada noche se oían discusiones o peleas, siempre profesores y guardias (porque los había) intentando frenar a algún idiota que tenía ganas de pelea. Aquello era más parecido a una cárcel. Cada día llamaba a quien podía: mis padres, Dru, Jay-Jay, Hayley... Alana. Muy pocas veces me dejaron hablar con ella, pero los días que lo hice aproveché muy bien el tiempo. Además, gracias a que allí no había distracción alguna, mis notas subieron notoriamente. Y también mis lecturas. Leí incluso libros como Orgullo y prejuicio, Oliver Twist y Adiós a las armas de Hemingway. Creo que Austin se sentiría muy orgulloso de mí. Una vez estuve a punto de llamarlo, pero no lo hice. Llamé a Terry. Fui una cobarde, pero no podía llamarlo a él. Le pregunté cómo estaba, cómo le iba el día a día, si su pie se había curado o si seguía gritándole por ser el responsable de que su pie aún no se hubiese curado. Me dijo que estaba bien, en todo. Todo bien. Pero no le creí, eso es lo que siempre se dice, nadie dice nunca que le va mal. Y eso, en parte, me cabreó. No tuve ningún episodio de TEI en mi estancia en aquel reformatorio, pero ese día casi recaigo. Quería gritarle al idiota de Terry que dejara de quedarse conmigo, no era una niñita frágil. Colgué enfadada. Al día siguiente y al otro y al otro y al otro me contuve en coger el teléfono y arrepentirme después. Pero hubo un momento en que no pude retenerme más. Descolgué, marqué el número de Harbor's Rocks y pedí hablar con Austin. Ese día debía ser un buen día, porque no hubo objeciones. Me dejaron en espera y a los pocos segundos, la voz de Austin me saludaba desde el otro lado.

Closed. I hate uWhere stories live. Discover now