- Así que me volví loca –resumo después de oír la historia al detalle-. Oficialmente perdí la cabeza.
- Te presioné mucho –dice Conrad-. No tuve presente que pudiera ocurrir, la culpa fue mía. Creo que, a partir de ahora, solo tendremos esas sesiones cuando tú lo necesites. No queremos que vuelvas a hacerte daño ni que tus ataques vayan a más.
Asiento en silencio, tras las puertas veo la silueta de mis amigos esperando fuera. Conrad sigue mi mirada.
- ¿Quieres que les diga que pasen?
- No.
- ¿No? –se sorprende.
- Quiero estar sola. ¿Puede decirles que vuelvan al trabajo o algo de eso? Oblígueles a no entrar, por favor.
Conrad se ríe, pero acepta. Me asegura que nadie va a entrar a menos que yo dé permiso. Le doy las gracias y se va. Lo veo hablando con mis amigos y a ellos los oigo quejarse. Sé que quieren verme, hacerme compañía, pero es que lo que yo necesito es pensar y estar en calma. No recuerdo qué es lo que pasó, pero sí que me siento cansada. Me retiro las vendas de las palmas de las manos y me duele aún más cuando veo las heridas. ¿Cómo es posible que me hiciera algo así?
Tras comer toda la comida que me han traído en una bandeja a la hora del almuerzo, me siento atrapada. Me pongo en pie y paseo por la enfermería. Fuera comienza a llover, me asomo a la ventana y respiro aire fresco. Adoro el olor a lluvia. Cada vez llueve más fuerte, así que tengo que cerrar la ventana. En ese momento llaman a la puerta y entra la enfermera con su gran sonrisa.
- ¿Cómo te encuentras, preciosa?
- Bien. Estoy bien.
- Fantástico. Déjame ver tus manos, vamos a cambiar las vendas.
De nuevo me siento en la cama en la que he pasado, en mi opinión, demasiado tiempo y miro atenta cómo cura las heridas y cómo, de nuevo, me venda las palmas de las manos.
- ¿Se puede?
La enfermera y yo miramos hacia la puerta, Alana está de pie en el umbral esperando una respuesta. La enfermera me mira.
- He olvidado cerrar la puerta, perdona –me dice.
- No se preocupe.
La enfermera asiente a Alana y ella entra. Se queda en silencio mientras la enfermera termina de vendarme. Luego, cuando se va, Alana se acerca a mi camilla.
- ¿Cómo estás? El señor Smith nos dijo que necesitabas estar a solas.
- Sí. No estaba para las charlas interminables de Hayley –intento bromear. Alana sonríe y se sienta a mi lado.
- Te he traído esto –dice tendiéndome el libro de El retrato de Dorian Gray-. En realidad ha sido Austin quien me ha pedido que te lo traiga.
- Gracias. Aunque me parece raro que no se te haya acoplado.
- Lo ha intentado, y con ganas. Pero solo me han dejado venir a mí. Supongo que soy la única que no va a alterarte, ¿no? –se ríe-. Ahora dime, ¿cómo es que te pusiste así? Creía que lo estabas controlando.
- Eso creía yo también. Es que no sé qué pasó, Alana. No recuerdo qué fue lo que me hizo perder la cabeza.
- Está bien, no te preocupes. Lo último que necesitas es pensar en ello.
- Es que... si tal vez lo recordara... tal vez podría solucionar esto. A mí.
Alana sonríe tras el pequeño silencio que ha dejado mi loca idea.

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Closed. I hate u
Novela JuvenilSkyler es condenada a pasar cuatro meses en un reformatorio en alguna parte de Tasmania por haber intentado hacer el bien. Allí se encontrará en un lugar que no es lo que esperaba: ventanales preciosos, jardines cuidados, gente que sonríe demasiado...