Capítulo 23 (Capítulo final)

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Me duermo tarde y a la mañana siguiente no oigo el despertador. Lo que me despierta son golpes en la puerta y la voz de Austin cuando entra en la habitación y me zarandea. Entreabro los ojos con pereza y oigo a Austin decir algo como que es hora de levantarse o llegaremos tarde. Lo que consigue despertarme es la palabra <<castigo>>. Abro los ojos de par en par, me quito el pijama sin pensar en que Austin está delante, pero él sí parece pensar en eso. Se da media vuelta mientras grita:

- Eh, eh, eh, ¡que estoy aquí!

- Pues ya estamos empatados –jadeo mientras me peleo con los vaqueros-. ¡Vamos o no llegamos!

Corro con los zapatos en la mano, sin pintarme siquiera la línea del ojo ni peinarme. Debo estar preciosa (nótese la ironía). El profesor nos mira extrañado, apunta en la libreta que hemos sido puntuales y nos da permiso para empezar el trabajo. Mientras Austin planea en voz alta por dónde empezar hoy, yo me coloco los zapatos, me froto los ojos, me paso las manos por el pelo, vuelto a frotarme los ojos...

- Para ya –me dice Austin.

- ¿Perdón?

- Estás bien –dice-, deja de intentar arreglarte.

- Sí, estoy tan bien como Hiroshima después de que cayese la bomba.

- Hablo en serio, estás bien y vas a parar. Coge esos libros, empezaremos por ahí.

De pronto siento como si no estuviésemos enfrentados, al menos yo con él, porque he notado cierta rigidez en sus palabras. Y esta vez es él quien no me ha mirado a mí. ¿Así es como se siente él cada vez que lo ignoro? ¿Cada vez que no lo miro? Vaya, pensaba que dolía menos.

Sería muy fácil ignorar todo esto y actuar como hemos hecho hace unos instantes, pero he comprobado que lo más sencillo es complicarlo todo. Y que el orgullo es algo muy fuerte, un muro difícil de derrumbar. Y cuando uno decide hacerlo más pequeño, la otra persona lo agranda. Porque somos así, el ser humano es idiota y siempre lo será. Y yo no soy menos, soy tan tonta como para tomar la decisión de hablar con Austin, oír lo que tiene que decirme y pedir el traslado a otro reformatorio. ¿Por qué? Porque a pesar de poder llegar a entendernos, no puedo vivir con la presión que tengo en el pecho. No sé si es rabia, impotencia, amor quizá... no sé lo que es y no quiero saberlo. Quiero que desaparezca y no tener que ver nada con este sitio. También sé que si me quedo seguiré haciéndole daño a Austin aun sin pretenderlo. Quiero largarme, terminar mi condena y vivir mi nueva vida en Stanley cuando salga en libertad. Pasaré el verano con Dru, porque me quiere y no me hace daño, porque me dice la verdad, porque me protegería hasta la muerte y no correría riesgos de los que no estuviera seguro que saldrían bien. Tal vez no es el príncipe azul que todas esperan, pero puede ser el dragón, y eso es mucho más divertido y seguro, ¿quién es capaz de enfrentarse al dragón? Además, dejémoslo claro, yo no soy ninguna princesa.

A segunda hora nos informan que el profesor está enfermo y no habrá clase, así que todos van a pasar su hora libre a la sala común o sus dormitorios. A mí, en cambio, me mandan a la biblioteca con Austin.

- Esto es increíble –murmuro.

Alana y Terry, con la excusa de ir a estudiar, consiguen entrar en la biblioteca con nosotros. Así la hora se pasa más amena. Alana me ayuda a mí y Terry a Austin, aunque Alana se distrae mucho leyendo cada libro.

- ¿Has visto esto? –dice en una ocasión-. ...juntos eran arrogantes y fuertes, y no prestaban atención a las críticas de los dioses. Entonces Zeus se encontró bajo una gran disyuntiva: no podía hacerlos desaparecer, ya que de ese modo no habría más hombres que realizaran sacrificios, pero tampoco podía permitir que estos se burlaran de los dioses máximos. Fue así como decidió hacer del hombre un ser más débil: partió en dos a cada ser de la especie humana, convirtiéndose en una raza más frágil y al mismo tiempo más útil, ya que al multiplicarse estos, también se multiplicarían los sacrificios.

Closed. I hate uWhere stories live. Discover now