Capítulo 9

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- Señorita Skyler Jones –retumba la megafonía-, tiene una visita urgente. Diríjase a la sala de visitas.

¿Visita urgente? El profesor me da permiso para salir, y lo hago aún dándole vueltas a la cabeza. Esto es muy raro.

Llego a la sala de visitas y dentro solo hay una persona a la que me cuesta reconocer. Cuando consigo reconocerlo, casi me caigo al suelo.

- Dios mío –murmuro-. ¿Jay?

- ¿Qué te has hecho en el pelo?

- Oh, Dios mío –vuelvo a repetir riéndome-. ¡Estás aquí!

Corro hacia él y lo abrazo. Jay me aprieta y da vueltas sin soltarme, mis pies no tocan el suelo en ningún momento hasta que me deja en él.

- En serio, ¿qué te has hecho? –pregunta revolviéndome el pelo, ahora me saca varios centímetros, se cree King-Kong y yo una simple muñeca a la que puede despeinar.

- ¿Cómo es que estás aquí hoy?

- Tú misma lo dijiste: siempre consigo lo que quiero. Soy un encanto –y sonríe dejando los dientes a la vista.

- Sí, ya. Dejaste de ser un encanto en cuanto cumpliste los diez años.

- Mira, justo el momento en que tú dejaste de crecer, eh.

Oh, no. No ha dicho eso. Le doy un puñetazo en las tripas.

- La próxima va a tu entrepierna. Estoy a la altura, ¿no?

- Vale, vale –se ríe-, no volvamos a gastar el tiempo peleando. Mejor pongámonos al día.

Jay me cuenta cómo han sido estos años en Sidney, la cantidad de cosas que ha hecho y cuánta gente conoce ahora. Me cuenta también que ha vuelto porque, aunque todo aquello era genial, echa de menos nuestra pequeña ciudad costera y su tranquilidad y pocas cosas que hacer, como él lo ha llamado. Yo, por mi parte, le he contado cómo me va por aquí y que la universidad me ha dado la oportunidad de comenzar el curso sin ningún problema.

- Creo que me tomaré un año sabático –confiesa Jay-. Después de todo, estoy bastante cansado de Sidney como para ahora ir a Hobart. Además, ni siquiera sé qué quiero estudiar.

- ¿Y qué harás en ese tiempo?

- Viajar, tal vez. Hay muchos sitios en nuestro propio país que no conocemos.

- Me gusta el plan –admito.

- Podrías venirte conmigo, pasar los días juntos como en los viejos tiempos.

- El problema de ese plan recién inventado, Jay, es que yo sí quiero ir a la universidad.

- Quién iba a pensar que nuestra fierecilla querría tal cosa.

- Oye, que soy tan normal como tú. Solo dices eso porque el pelo me da aspecto de chica dura.

- Sí, debe ser eso –dice muy serio observándome, luego nos echamos a reír-. En serio, ¿por qué lo hiciste? Tu pelo molaba.

- Estás hablando de la chica de doce años. ¿Te gustaba o qué? –me río.

- ¿La verdad? Puede.

La risa se me corta y no puedo no mirar seria a Jay-Jay. Mi Jay-Jay. ¿Está hablando en serio?

- ¿Puede? Jay, ¿yo te gustaba?

- No sabría decirlo con seguridad, tenía doce años. Pero cuando mis padres me dijeron que me marchaba a Sidney... solo lloré porque no ibas a estar tú.

Closed. I hate uWhere stories live. Discover now