Salimos del despacho de la directora en silencio. Austin se acerca a mí e intenta tocarme y hablarme, pero me aparto de él. Esas dos semanas podrían arruinar mis planes de universidad. Estoy en shock, pero al mismo tiempo el corazón me va a toda prisa. Necesito llamar a mis padres, a mi abogado, a la universidad... a quien haga falta. Así que, sin perder el tiempo, voy a los teléfonos y mi madre responde entre bostezos. Pronto le cuento lo que acaba de pasar, me pide que me tranquilice, que ella lo solucionará todo. Confío en que así sea. Tras hablar con ella varios minutos, estoy más tranquila. Después voy al comedor a por algo de desayuno, o como o me desvaneceré en el aire.
Al entrar paso de largo nuestra mesa, me hago con un bollo y un zumo de naranja; salgo y me como mi desayuno improvisado en la sala común. Siento la mirada de mis amigos clavada en mi espalda cuando estoy saliendo.
El resto de la mañana me la paso intentando no pensar en que acabo de arruinar mi vida. Con suerte, si la universidad me da una oportunidad, no habrá sido para tanto. Pero si no es así... ni siquiera quiero pensar en qué será de mí.
Alana se acerca en un intercambio de clase y me le cuento lo que ha pasado. Ahora me siento idiota. Quiero decir: yo aquí preocupándome por dos semanas más en este sitio cuando ella irá al menos tres años a una cárcel de verdad. Así que, ante esto, me tranquilizo y pienso que no es para tanto. Que podría ser peor. Intento no darle importancia, no tanta como antes, porque no soy el centro del mundo y hay gente que lo está pasando peor que yo. Cierro la boca y dejo de darme lástima a mí misma, ha sido decisión mía, y solo mía, la de ponerme a cantar a plena voz con Austin. Podría no haberlo hecho, como Dru, pero me he dejado llevar y solo yo he tenido la culpa. En la hora del almuerzo me siento junto a Austin y le pido perdón por mi comportamiento durante toda la mañana.
- Lo entiendo –dice él-. La universidad es importante para ti, perdona por hacer que te echen dos semanas más.
- No tienes la culpa. Podría haberme negado, y no lo hice.
Austin aprieta los labios y me mira sintiéndose muy culpable.
- No pasa nada, ¿vale? –insisto-. Mi madre hablará con la universidad. Se solucionará.
Sin decir nada, me toma de la mano y la acaricia antes de apretarla, esto hace que se me acelere el corazón.
- Aun así, lo siento. Tengo parte de la culpa y... lo siento.
Nos quedamos mirándonos, no sé qué hacer, qué decir. Al otro lado de la mesa, Terry suelta:
- Anda, abrazaos ya y haced las paces.
Eso me hace reír y Austin se toma mi risa como un sí, así que me abraza entre sus brazos y yo, de tan pequeña que soy, me quedo enterrada en su torso enorme. Cuando me suelta me noto los mofletes calientes y rojos. Espero que nadie más se dé cuenta porque ni yo misma sé por qué están así.
Por la tarde, en clase de gimnasia, el entrenador nos saca fuera y damos la clase en el césped. Flexiones, abdominales, sentadillas, pruebas de velocidad... mil cosas que nos ha matado a todos. Subimos las escaleras casi arrastrándonos y vamos directos a las duchas. Al terminar, Alana y yo no metemos en mi dormitorio y cada una se tumba en una cama. Sin darnos cuenta nos quedamos dormidas.
- ¿Chicas? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Vamos a entrar.
Me giro sobre el lado derecho y miro a la puerta sin conseguir abrir del todo los ojos. La puerta se abre y detrás aparecen los chicos.
- ¿Sky? –pregunta Austin acercándose-. ¿Estás despierta?
- Por desgracia –murmuro.
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Closed. I hate u
Novela JuvenilSkyler es condenada a pasar cuatro meses en un reformatorio en alguna parte de Tasmania por haber intentado hacer el bien. Allí se encontrará en un lugar que no es lo que esperaba: ventanales preciosos, jardines cuidados, gente que sonríe demasiado...