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Aclararé, antes de que entren en pánico, que el director nada tiene que ver con Sooyoung :v

Por otro lado, veamos qué hará Jiminie ahora que sabe e.e'


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MARATÓN 2/?





La señora Park suspiró con exasperación, harta ya de escuchar ese incesante y desesperante sonido.

Dejó lo que hacía en la cocina y se asomó solo para confirmar que se trataba de Jimin, quien no había dejado de pegarle al vidrio de la mesa con su lápiz mientras masticaba la tapa del bolígrafo, evidentemente nervioso y a punto de un colapso.

—¿Qué pasa? —preguntó entonces, molesta.

Jimin se atragantó con la pieza de plástico en su boca por la sorpresa, pero se recompuso rápidamente. Le miró con una expresión angustiada.

—Mamá, ¿crees en los fantasmas?

—¿Otra vez estabas viendo esas películas, Jiminie? —inquirió en tono de reproche—. Te he dicho que si tanto miedo les tienes, no las veas.

—¡No es así!

Jimin respiró profundo, moviendo a un lado el cuaderno en el que estaba resolviendo sus ejercicios de matemáticas. Aunque lo intentara la con todas las fuerzas de su Hulk interior, no había manera de que pudiera concentrarse en ellos. La combinación de letras y números hacía que su dislexia apareciera y lo convirtiera todo en un manuscrito en mandarín. ¡Su mente estaba en otro lado!

—Es solo que... Hoy... —empezó despacio, solo para descartar la idea tan rápido como llegó a su mente—. Demonios, ya me volví loco, ¿verdad? ¡¿Qué le echaste a las pastas de ayer, mujer?! —recriminó—. ¡Te dije que era mejor comer japchae!

Su madre se defendió con algo que no escuchó, pues estaba bastante consternado aún por lo que había visto en la tarde. Estaba seguro de que esa persona con la que chocó había sido Seokjin. ¡PODÍA VER FANTASMAS!

Por Dios, ¿cuánto costaba una sesión con el psicólogo?

No, aquello no había sido un fantasma. Se chocaron, fue carne contra carne; su dolorido culo se lo recordaba siempre que se movía. No había manera de que eso hubiera sido su imaginación o un holograma.

—¿Cómo murieron... Kim Chaewon y su hijo, mamá? —preguntó de repente, interrumpiendo a su madre, que hablaba sobre cómo los niños de África morían por probar siquiera un bocado de su comida y él se quejaba de su inhabilidad para hacer pasta.

—¿Por qué me estás preguntando eso? —inquirió ella en cambio, algo alarmada.

—Es para una tarea.

De príncipes y plebeyos - KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora