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Taehyung soltó un suspiro tembloroso mientras observaba a su padre. No sabía cómo sentirse viéndolo allí, desmayado en esa camilla, con un vendaje rodeando su frente; ¿debería sentirse contento o preocupado? Lo cierto era que no sentía nada.

—Se recuperará —prometió el médico a su lado, colocando una mano en su hombro—. Después de un par de exámenes podrá salir de aquí. No sé bien qué ha pasado, pero gracias a ese golpe podríamos descubrir algo mucho más grande. Tranquilo, Taehyung-ah.

El castaño le miró con ojos grandes y curiosos.

—¿Mucho más grande? ¿Cómo qué?

—No es normal que un golpe en la cabeza convulsiones dos veces —meditó el hombre—. Además de una contusión, es obvio que hay algo más. Haremos nuestro mayor esfuerzo para averiguarlo, ¿bien? Ahora necesitas salir.

—No fue como un golpecito y ya —murmuró el castaño con una mueca cuando ya se encontraba afuera. Es decir, Jungkook literalmente había pateado su cabeza como una pelota de fútbol. De solo recordar aquello su cuerpo se estremecía.

Suspiró cuando no vio a Sook por ningún lado y aprovechó la oportunidad para escurrirse por los pasillos como un ratoncillo hasta la habitación en donde estaba Jungkook. Encontró al pelinegro sentado en una camilla, de frente a una enfermera que desinfectaba la herida de su labio con un algodón. El menor siseaba y hacía muecas, respingando de vez en cuando y colmando la paciencia de la mujer.

Sus miradas se encontraron y pudo ver un destello de culpa en los ojos del pelinegro cuando apartó la mirada. Estaba claro que Jungkook no se encontraba orgulloso por lo que había hecho, pero no se arrepentía de nada y por eso no iba a pronunciar ninguna disculpa. Tal vez si aquel imbécil no hubiera colapsado a mitad del centro comercial no se sentiría tan avergonzado bajo la fija mirada del mayor, que pese a ser cálida tenía un trasfondo duro.

—¿Puedo entrar? —preguntó Taehyung hacia la enfermera, quien le hizo una reverencia mientras salía. Era un Kim, casi la persona que pagaba su sueldo, después de todo. Jungkook siguió sus movimientos hasta que se sentó junto a él en la camilla, meciendo sus pies pero sin decir palabra alguna. Volvía todo más incómodo para el pelinegro, así que se vio obligado a hablar.

—¿Él está bien?

—Se recuperará.

—Oh... Qué lásti... Qué bueno. ¿Pondrá cargos? —Volvió a preguntar, revelando su preocupación principal—. Bueno, no es como si pudiera enviarme a la cárcel por eso. Conozco el procedimiento. Regaños de la policía, regaños de mi mamá, ultimátum aquí y allá y muchas horas de servicio social.

—¿Has estado muchas veces allá? —preguntó Taehyung con sorpresa.

—¡No todas han sido mi culpa! —se apresuró a decir—. Es decir, en los partidos de baloncesto no todo es paz y amor... ¡Y odio a Min Yoongi! Ese hijo de puta...

El castaño asintió meditabundo y las palabras quedaron en su boca cuando tocaron la puerta. Frunció el ceño con confusión al ver a Sooyoung allí y esta le dio una pequeña sonrisa, aunque también lucía desconcertada.

—Vine en cuanto pude —dijo hacia Jungkook, para luego mirar al otro chico—. Taehyung-ah, ¿qué haces aquí?

—Aguarda, mamá, ¿lo conoces? —preguntó el pelinegro con una mueca.

—¡Claro! Es el hijo de mi jefe.

—¿Acabas de decirle mamá? —Taehyung miró hacia él, cuyo rostro era un poema al que le habían arrancado los colores. Lo vio endurecer su expresión antes de levantarse con brusquedad y patear la escueta mesa de noche junto a la camilla, la cual cayó al suelo con un estrépito.

De príncipes y plebeyos - KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora