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Taehyung salió de la oficina de la maestra con cara de estreñimiento; afuera, de brazos cruzados y bastante molesto, le esperaba Park Jimin.

—Ha dicho que no —murmuró el castaño con pesar. Le había rogado al menos media hora para que cambiara a su compañero; al parecer, ninguno de los dos estaba feliz de tener que trabajar con el otro. Y a su maestra no le importaba.

—Ah, eres un inútil. —Jimin se rascó una de sus cejas mientras suspiraba. No le gustaban los niños y tampoco Kim Taehyung. Tampoco el servicio social. ¿Había algo peor en todo eso?

—Oye, en serio lo intenté.

—No lo suficiente, muñequito —espetó Jimin con obviedad—. Ugh, ahora nos veremos las caras todas las tardes. Genial. Te veré en la estación de tren a las cuatro... Si me haces esperar, voy a cortarte el cabello mientras duermes.

Taehyung se llevó las manos a la cabeza como reflejo.

—No puedo —expresó en voz baja. El mayor le miró con una ceja arriba, instándole a explicarse—. Yo nunca... Nunca he viajado en tren.

—¿Qué? —Pensando no haber escuchado lo que dijo, se inclinó hacia adelante.

—Nunca he viajado en tren —repitió su compañero y Jimin abrió la boca con exageración.

—¡Tienes diecisiete años! —exclamó indignado—. ¡Imposible!

Taehyung se sonrojó con fuerza y desvió la mirada. Por favor, "lo más bajo" que su padre le permitía hacer era tomar taxi. Entrar a un medio de transporte masivo no era una idea muy agradable para Kim Yeong.

—Puedo llevarte hasta el lugar...

Jimin lo miró como si quisiera tomar su cabeza y estrellarla contra la pared repetidas veces. Realmente, odiaba mucho a Taehyung y que fuera tan mojigato como se veía le fastidiaba mucho más.

—Ni loco; mi padre me colgaría de un árbol por hablarte. En la estación de la escuela, a las cuatro —sentenció Jimin dando un zapatazo—. Te enseñaré a salir de esa burbuja de cristal en la que te han encerrado, muñequito.

—No me llames muñequito —se quejó Taehyung. Le avergonzaba el apodo; le hacía sentir pequeño y algo inútil.

Jimin le dio un zape en la frente antes de alejarse mientras masticaba descuidadamente el chicle en su boca, dejando al castaño haciendo pucheros y rabietas.




Cuando Taehyung llegó a la estación, a costa de los gritos de su mentora y sus amenazas sobre el castigo que le daría su padre, se sorprendió un poco de ver a Jimin sin su uniforme. Llevaba unos pantalones rasgados que, combinados con unas botas militares y una camisa blanca holgada, le daban un aspecto algo salvaje y peligroso. Además, no dejaba de masticar el chicle con desdén y reventaba burbujas de vez en cuando.

—Te ves ridículo —musitó Jimin al verlo. Taehyung iba a un poco más formal, no a propósito, sino porque así era más o menos todos su guardarropa, excluyendo lo que usaba para dormir o lo que le robaba a su primo Namjoon.

—Gracias —Pero diva ante todo.

—Me tomé la molestia de sacar una tarjeta para ti. Me debes tres mil wons.

—Oh... —Taehyung sacó de su bolsillo un billete de diez mil y Jimin se lo arrebató con una sonrisa.

—No tengo cambio, pero me encanta hacer negocios contigo. Ten —Le entregó la tarjeta y observó unos segundos cómo el castaño miraba la pequeña pieza de plástico con intriga—. Se usa igual que una tarjeta de crédito; no es tan difícil. ¿Ves esos picaportes? Debes poner la tarjeta en el lector antes de pasar.

De príncipes y plebeyos - KookVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora