Diesiocho.

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Despúes de una larga discución con los estúpidos mastodontes, por fin me dejarón pasar a ver a Andrew.

Él ya me estaba esperando en la entrada. Su cuerpo se señia a un elegante smoking gris, tenía el ceño fruncido, al parecer estaba sorprendido de que yo estuviera aquí, y no lo culpo, de no estar tan desesperada, jamás habría venído aquí.

-Hija.-Una mueca se formo en mi rostro al escucharll llamarme así.

-Necesito tu ayuda.-Digo rapido y brusco, antes de arrepentirme.

Su boca se abre pero al instante se cierra y es reemplazada por una sonrisa.

-Es la primera vez que quieres algo de mi.

-Y la última.-Digo sin rodeos.

Su rostro se descompone por una fracción de segundos, pero no tarda mucho para recuperarse.

-Algo es mejor que nada.-Murmuró quiza para sí mismo.

Comenzó a caminar al interior de la mansión, y yo comencé a seguirlo, sin prestar mucha atención a mi alrededor. Solo iba concentrada en una cosa; y en mi mente repasaba una y otra vez que era lo que le iba a decir.

Llegamos a un pequeño pasillo por donde aparecían unas largas y anchas puertas, el las abrío y una muy elegante oficina apareció ante mis ojos.
¿Acaso todo lo que tenga que ver con este hombre debe de ser elegante?

-Toma asiento.-Me ordena practicamente mientras el abre lo que parece ser un refrigerador, lo veo maniobrar con hielos y algún tipo de vino del cual  no alcanzó a leer su nombre.

Tomo asiento en un pequeño sillón y el se sienta frente a mi, bebiendo de su vaso.

-¿Quieres empezar a hablar?-Su tonó brusco hizo que mis ojos se elevarán al cielo.

Este maldito hombre me desesperaba en un limite de muy corto tiempo.

-¿Quieres dejar de comportarte como un imbecil y ver que soy tu nieta, no uno de tus estúpidos esclavos?-Solté enojada. Por más que el fuera mi abuelo, no iba a tenerle el respeto para hablarle de usted ni mucho menos, el había perdido el derecho de eso. Respeto a quien se lo gana.

Su boca se curvo en una sonrisa.

-Te pareces tanto a ella.-Y no necesitaba decir su nombre para saber que hablaba de mi madre.

Me hundí en el sillón y trate de relajarme un poco. No podía estar a la defensiva con él si mencionaba comentarios así, y más si necesitaba su ayuda.

-No necesitas decir nada como eso mientras hablamos.-mi voz salió más ronca de lo que esperaba, pero la mención de algúno de mis padres muertos me ponía mal, aún sin haber conocído a Margareth y apenas saber de su existencia hace menos de un mes.

Se levanta de su asiento y vuelve al pequeño refrigerador, evadiendo completamente mi comentario. Cuando vuelve a su lugar, la botella de vino ahora reemplaza al vaso, y el le da unos muy grandes tragos.
Ahora entiendo de donde herede mi alcoholismo.

-Bien, Kendall.

Suspire cansadamente.

-Necesito que me ayudes a descubrir quien fue el que asesino a mi padre, quien esta llenandonos de drogas a Jaxon y a mi,  y quien lo golpeo tanto como para dejarlo en coma.

-¿Muerto o vivo?

-Vivo.

-Será un placer para mi ayudar por una puta vez en mi vida a alguien a quien amo.

-¿Porque mataste a mamá?

Su rostro se descompuso y esta vez no hizo nada por ocultarlo, la botella resbalo de su manos pero el fue lo suficientemente agil como para agarrarla con la otra mano. Al parecer si le afectaba sus actos antiguos, y sus expresiónes corporales lo demostraban.

El diario de Venus.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora