Habían transcurrido dos meses, pero aún religiosamente, cada día al caer la tarde, se sentaba en aquél lugar, frente a la lápida de su amado.
Conversaba con él largas horas hasta el anochecer, contándole con entusiasmo los avances de la guerra, las nuevas estrategias y lo que estaba ocurriendo con el resto de la gente que dejó atrás, en una verborrea que buscaba demostrarle que después de todo, se encontraba bien.
Sin embargo, cuando el sol daba paso a las estrellas y llegaba la hora de volver a casa, su alma se iba a piso. Perdía todas sus fuerzas e inevitablemente se deshacía en lágrimas, susurrándole a ese pedazo de hormigón que tenía tatuado su nombre, cuánto lo quería y extrañaba. Cuánto lo necesitaba. Cuánto se estaba muriendo día a día al saber que jamás podría volver a verlo.
Tocarlo...
Besarlo...
Decirle "te amo"...
"Si tan sólo alguien le hubiera avisado que lo perdería aquel fatídico día", "Si tan sólo hubiera llegado a tiempo" solía pensar.
Sabía que algunos creían que se había vuelto loca de dolor, pero no. Hermione Granger nunca había estado tan cuerda, pues en su pecho solo se albergaba un sentimiento, en su mente solo se formaba una palabra, y sus acciones iban dirigidas hacia un solo objetivo: venganza. Una sangrienta y cruel venganza.
Antes, nunca había considerado correcto tomar "justicia por sus propias manos", pero ahora la rabia la cegaba, y no le importaba matar, torturar o mutilar si era necesario. Se había vuelto de piedra para todos y cada uno de los habitantes de la tierra, ya que efectuaba aquellas acciones sin pizca de humanidad en su rostro, como una autómata, carente de toda emoción.
Quizás, solo quizás, seguía siendo humana para una persona, pero para el resto, prácticamente se había convertido en una máquina de destrucción. Entrenaba hasta que sus huesos se entumecían, hasta que sus músculos ardían, hasta que ya no pudiera mantenerse en pie. Sus ojos volaban a través de páginas de diversos libros de artes oscuras, mientras que su mente grababa cada uno de los hechizos que en más de alguna ocasión utilizaría sin piedad ni pudor. Su varita era implacable, y el dolor ajeno no le importaba mucho.
Inhaló hondo.
Ya había llegado la noche y sus pies no se decidían a moverse de ahí. Ese cementerio se había vuelto su único refugio.
El lugar donde se sentía más cómoda.
Fue entonces que una mano se posó en su hombro derecho y lo apretó lo suficiente como para indicarle que se había pasado de la hora y que debía volver a "casa". No necesitaba girar la cabeza para saber que Harry estaba a sus espaldas preocupado por su seguridad, ya que deambular sola por esas horas no era muy conveniente, menos en la realidad que ahora vivían.
–¿Todavía conversas con Ron? –preguntó con dulzura, sin quitar su mano del lugar.
Hermione suspiró y giró lentamente su cabeza hacia él. A penas podía distinguir su cara. Solo los cristales de sus gafas, que resplandecían a la luz de la luna, lo identificaban.
–No puedo dejarlo desactualizado porque murió. Esta guerra también le pertenece –respondió con una sonrisa apagada–. Y sí, conversaba con él, pero ya terminé de ponerlo al día.
La muchacha se levantó de donde estaba arrodillada y limpió con una mano el pasto que había quedado pegado en sus rodillas.
–¿Pudiste encontrar a Ginny hoy? –preguntó mientras lo hacía.
Harry, que la miraba desde su posición, dejó que un halo de tristeza cruzara sus ojos.
–No –contestó–. Y ya no la buscaré más.
–¿Por qué? –replicó Hermione, extrañada–. ¿Te dejarás vencer tan fácilmente?
Él negó con la cabeza y lanzó un suspiro al aire.
–Ella no quiere que la encuentre –soltó resignado–. Y tiene sus razones para odiarme...
–Harry –lo atajó ella con seriedad–. Tú no eres el responsable de la muerte de Ron, y el dolor de Ginny no justifica que te culpe de cosas que no son. El único culpable de ello es un sucio y despreciable mortífago que cuando menos se lo espere encontrará la muerte en mis manos, y no será una muerte rápida, Harry, me las cobraré con intereses.
En ese instante, el niño que vivió la miró detenidamente.
Sus cabellos estaban más alborotados que de costumbre y sus manos se empuñaban con violencia. Frunció el ceño preocupado. Hermione cada día se alejaba más de aquella dulce muchacha que solía ayudarlo con los deberes. Sus orbes demostraban una insondable tristeza, y su piel, pálida como un fantasma, contrastaba con los enormes semicírculos que se dibujaban bajo sus ojos.
–Hermione –dijo secamente–. Tú sabes que no estoy de acuerdo con tus planes, y nunca lo estaré, menos aún cuando no eres capaz de aceptar mi ayuda. No tienes que estar sola en esto, y lo sabes. El hacer lo que pretendes solo te matará de a poco...
–Yo ya estoy muerta –lo interrumpió ella–. Lo único que me mantiene con algo de vida eres tú, y por eso mismo, no quiero que te corrompas como yo ya lo hice. Tú tienes otras obligaciones, Harry, debes derrotar a Voldemort y acabar con esta maldita guerra. Del asesino de Ron me encargo yo. ¿De acuerdo?
Harry hubiera querido estrecharla contra sus brazos y decirle que todo estaría bien, pero no podía. Primero, porque hubiera sido una gran mentira; y segundo, porque la muchacha no se lo permitiría. Porque ya no era la misma.
No.
Ahora se había endurecido, y sus movimientos, sus gestos sólo trasmitían sufrimiento y cólera. Unas ansias de sangre incontrolables buscando explotar en cualquier minuto. Y era por eso mismo que decirle lo que le iba a decir, le había generado una ansiedad que le cortaba la voz.
–No voy a ponerme a discutir contigo, no es el momento –sentenció con la garganta apretada–. Es hora de que regresemos al cuartel, hay reunión extraordinaria y ya debe haber comenzado. Sin embargo, prefiero decirte esto antes de que lleguemos, porque sé precisamente lo que tratarán y quiero que me prometas que no harás ninguna estupidez.
Los ojos de Hermione brillaron en la oscuridad...
... Y a Harry le dió un escalofrío en toda la espina dorsal.
–¿Encontraron al responsable de la muerte Ron? –inquirió, adivinando de inmediato –¿Ya saben quien fue?
–Sí.
–Dame su nombre.
El pelinegro, obviando sus anteriores aprehensiones, avanzó dos pasos hasta ella y la abrazó con firmeza, mas ella no le correspondió. Mantuvo sus brazos al lado de su cuerpo de manera estática, saboreando en su boca la agradable sensación de saber que por fin conocería al que moriría bajo su varita, lenta y dolorosamente.
Por fin sus planes de venganza tendrían un sujeto al cual dirigirse.
–Malfoy –masculló Harry en su oído–. Draco Malfoy lo asesinó.
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Tu Verdugo
FanfictionOdio tu mirada soberbia, tu valentía y tu sangre inmunda... pero lo que más me enferma, es tu insistencia en rondar por mi cabeza. Inevitablemente, Granger, uno tendrá que morir a manos del otro.