28. Extraña empatía

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Avanzaba a grandes zancadas, evitando las ramas de los árboles y las grandes rocas que se le atravesaban. Era extraño, muy extraño, pero dentro de su pecho rugía un animal clamando sangre, repleto de odio y celos. ¿Cómo era posible que la hubiera botado de esa manera tan humillante? Todo por una estúpida alimaña con la apariencia de una adolescente, que probablemente, ahora estaba desplegando todos sus encantos para seducirlo, o peor aún, lo estaba chantajeando para jugar nuevamente no sólo con él, sino que de paso, para herirla a ella, como ya lo había hecho antes sin pizca de pudor, por simple diversión.

Lanzó un gruñido de exasperación, segura de que si aquel sucio mortífago rompía el acuerdo entre ambos, no dudaría en asesinarlo lenta y dolorosamente. Claro, eso era si no se moría antes por el padecimiento que le causaba cualquier traición por el maldito lazo. ¿Qué diablos le pasaba? ¿No estaría sobre reaccionando? Y más aún, ¿Cómo se le ocurrió atravesarse en el camino de un vampiro? Pero a pesar de eso, lo que más le molestaba era el hecho de haber sido prácticamente echada del lugar como cualquier cosa, y sin saber porqué, se sintió utilizada y dolida cuando sucedió.

–No te enojes, no lo hizo con esa intención –escuchó de pronto, deteniendo bruscamente su apresurada marcha.

Miró en todas direcciones con el corazón a dos manos, pero su vista no era especialmente buena de noche, y menos con tantas ramas, hojas, y arbustos que la obstaculizaban.

–¿Quién es? –preguntó con cautela, palpando su pantalón en búsqueda de su varita–. ¿Qué quiere?

Pero nadie respondió. El sonido del viento al mover los árboles era el único ruido que entraba por sus oídos. Tragó espeso mientras trataba de agudizar la vista, sintiéndose un poco amedrentada, sin embargo, de pronto percibió como una presencia desconocida se aparecía a sus espaldas. Se giró rápidamente para enfrentar a quien quiera que fuera, pero cuando vió de quien se trataba, se quedó de una pieza.

–Si te hubieras quedado, de seguro la líder de los Lautremont no habría tardado en hacerte pedacitos –dijo el hombre–. El muchacho sólo lo hizo para protegerte, aunque claro, no tiene muy buenos modales que digamos. Eso te lo concedo.

Hermione parpadeaba mientras observaba a aquel anciano, de cabellos blancos y alargados. Su túnica gris estaba roída y se apoyaba con un bastón sencillo, que parecía una rama que hubiera recogido del piso. Pero lo que más le llamó la atención, a parte de sus numerosas arrugas y de su expresión tranquila, fue el hecho de que no tuviera ojos.

–¡Usted otra vez! –exclamó, recordando aquella ocasión en que el mismo sujeto se le apareció repentinamente, justo después de que Malfoy incendiara el cementerio como venganza–. ¿Quién diablos es?

–Niña, niña –musitó, negando con la cabeza–. ¿Tanto me buscabas sin saber quién era? ¿Tanto investigaste sin encontrar algo que me identificara? Que búsqueda más inútil la tuya, déjame decirte que pensé que eras más lista.

La mujer retrocedió, en ese instante, sintiéndose sumamente estúpida. Las piezas calzaban a la perfección.

–¡Usted es el Oráculo! –exclamó, tapándose la boca con ambas manos.

El anciano rió complacido y chocó su bastón contra el suelo.

–Exacto, después de todo, no eres tan lenta –concedió–. Pero ahora no es momento de hablar de tus capacidades deductivas, ni tampoco de responder tus dudas existenciales acerca del lazo que te une al mortífago de tus pesadillas. Vengo a hablarte de algo importante. Se está acercando una época difícil para él, señorita Granger. El señor tenebroso ha perdido la paciencia, ya que hace muchos meses que el joven Malfoy juró que le llevaría tú cabeza y aún no lo realiza, a pesar de que las oportunidades para llevar a cabo dicha tarea no le han faltado. Afortunadamente, Tom considera que se trata sólo de una ineficiencia de su parte, y no ha reparado en la importancia de ello, en su significancia. Pero no será por mucho. Más pronto que tarde, el hecho de que Draco esté velando por tu pescuezo, le costará el propio. Aunque no lo notes, se está arriesgando demasiado por ti.

Tu VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora