41. Traición, venganza y muerte

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Avanzaba velozmente por los bosques, ya que no podía perder más tiempo. Sus espías habían logrado información relevante y era momento de mover las fichas para ganar.

Ya le parecía raro que Malfoy fuera tan poderoso y le diera la espalda con ese descaro. Según sus fuentes, ahora Grindelwald alojaba en él, pero no tenían certeza de quién tenía el control. Sin embargo, para el Señor Tenebroso era claro. Tenía que ser Grindelwald. Malfoy no era lo suficientemente fuerte como para resistirse. Nadie lo era, quizás solo él mismo.

Con los clanes de vampiros en la vereda enemiga, ahora más que nunca debía estrechar relaciones con los licanos, que luego de la derrota y deceso de Greyback, recién habían podido decidir quién los dirigiría de ahora en más. Le tocaba reunirse con el nuevo líder para acordar los términos de la alianza, aunque cualquier excusa para atacar a los chupasangres, era una buena excusa para esos animales.

Súbitamente, una silueta femenina enfundada en túnicas antiguas se apareció en su trayecto. Pálida, de estatura media y largos cabellos de fuego, la mujer parecía flotar de una manera hipnótica, como una visión tan hermosa como aterradora. Voldemort esbozó una mueca divertida al reconocer su estirpe y siseando le espetó.

–Vaya, vaya. Una Weasley convertida. ¿Por qué osas cruzarte en mi camino, chiquilla? Además, ¿No hueles que estás en tierra de licántropos?

La aludida avanzó unos pasos más a su encuentro, lo suficiente para verse las caras, pero con prudencia para poder arrancar en caso de ser necesario.

–Lo sé, por eso seré breve –anunció con seriedad–. Sé algo que podría interesarle. Conozco el punto débil de Potter y Malfoy. Podría decírselo, pero solo si promete proteger a mi familia en caso de que gane la guerra.

El sujeto de piel cetrina dejó entrever sus afilados dientes en un mohín encantado.

–¿Estás de mi lado, pequeña? –inquirió gratamente sorprendido.

–Claro que no –aclaró la vampiresa–. No tengo lado. Solo tomo precauciones.

El que no debe ser nombrado acortó la distancia entre ambos y caminó lentamente, rodeándola, examinándola de arriba a abajo. Sus túnicas costosas sólo podían pertenecer a una alimaña de alto rango, una Lautremont, por lo que la curiosidad crecía en su interior. Que él supiera, los Lautremont eran tres por excelencia, y parecía muy raro que hasta entonces, no se haya enterado de que añadieron a una cuarta integrante.

–¿Cuál es tu actual nombre? –quiso saber.

–Dominique.

–Dominique, no comprendo tus intenciones –señaló, volviendo a encararla–, pero sí. Dímelo, y si es información útil, no tocaré a tu sangre cuando triunfe.

La mirada de la mujer se ensombreció, y la serpiente pudo ver que dudaba de seguir con su plan, ya que mordía sus labios carmesí de manera ansiosa. Cuando se disponía a apremiarla, notó un destello muy conocido para él. En sus ojos azules, se leía una sed de venganza más grande que aquellos rastros de humanidad, si es que aún había alguno en ese menudo cuerpo.

–Ambos están enamorados de Hermione Granger –reveló con voz profunda–. Ambos darían la vida por ella. Atáquela, y verá cómo ambos dejan de lado lo que sea para salvarla.

El Señor Oscuro tardó unos instantes en procesar la información. Que Potter estuviera enamorado de la sangre sucia no era relevante, pues incluso su estúpido sentido de mártir lo haría sacrificarse por ella al ser su mejor amiga. No obstante, lo de Malfoy le sorprendía, aunque eso explicaba muchas cosas de su errático comportamiento, así como también, que él, su mortifago más letal, no haya traído su cabeza como trofeo cada vez que tuvo la oportunidad.

Tu VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora