Si había algo que Hermione aprendió con el paso de los años, era a actuar como si nada hubiera pasado cuando todo pintaba mal. El desentendimiento, acompañado de comentarios banales y risas mecánicas, siempre servía para evitar una situación poco cómoda, aunque no sabía si esto podía calificarse como tal o algo mucho peor.
Desde su inesperado beso con Harry, ambos firmaron un pacto de silencio tácito, en el cual ninguno de los dos quería discutir aquel momento de impulsividad, ni tratar de encontrarle nombre o justificación al asunto. Por lo que los dos continuaron sus vidas igual que siempre, como si aquellos minutos no hubiesen existido en lo absoluto. Aunque sus mentes insistieran en recordárselo.
"Estúpida" se maldijo molesta. ¿Cómo había sido capaz de buscar consuelo en los labios de su mejor amigo?, ¿cómo había sido tan imprudente para arriesgarse en tal sentido? Sin embargo, no podía negar -ni tampoco confesar en voz alta- que aquél roce, tibio y reconfortante, había logrado recomponer un poco su capacidad analítica e instalarle algo de tranquilidad en el cuerpo.
Suspiró derrotada. Algún día tendrían que discutirlo. Pero no sería pronto.
Salió del número doce de Grimmauld Place y caminó sin rumbo con la mirada en el piso, chocando con un par de transeúntes tan despistados como ella. A las tres cuadras, llegó a un hermoso parque que jamás había visto, y en él se encontraba una persona a la cual le debía una gran disculpa. Aunque quizás, ni siquiera eso era suficiente.
Avanzó con decisión hasta el muchacho que estaba sentado en una de las bancas, y se colocó a su lado, tratando de no ser demasiado descortés.
–Lo siento –soltó sin aviso, mirando al frente.
–No importa –contestó él inexpresivamente, sin dejar de mirar a la lejanía como unos niños se columpiaban partiéndose de la risa–. Yo tampoco me comporté bien. Era lógico que desconfiaran de mí al ser el único que salió con vida.
Hermione se quedó sin palabras. Jamás esperó una respuesta tan sencilla, ni menos aún, una especie de disculpa de su parte, cuando ella había sido la del exabrupto. Sin embargo, él no parecía tener la intención de volver a hablarle, y a ella no le funcionaban sus piernas para marcharse de ahí y darle en el gusto. Necesitaba demostrarle que de verdad lo sentía.
Inconscientemente, al no encontrar palabras que decirle, comenzó a fijarse mejor en el auror de aire misterioso e intelectual. Jamás lo había visto, de eso estaba segura, pues recordaría sus facciones angulosas y el interesante contraste que tenían su piel pálida y su cabello negro como el carbón. Su mirada azul y melancólica le recordaba su propia tristeza. El sentimiento de pérdida que tenía era tan visible que no podía sino empatizar con él.
–Era mujer –dijo de pronto Alexander, sacándola de su ensimismamiento.
–¿Disculpa? –inquirió confundida.
–La que comandó a esos malparidos, era mujer –repitió automáticamente.
–¿Pudiste identificarla?
–No. Jamás se quitó la máscara –respondió negando con la cabeza y sacando del bolsillo interno de su túnica una cajetilla–. ¿Tabaco muggle?
–No gracias. No fumo.
–Te felicito –dijo encendiendo un cigarrillo, para dejárselo en la comisura de los labios–. En fin... que raro verte sola.
Hermione parpadeó confundida.
–¿Por qué lo dices?
–Desde que me encuentro en este lugar, siempre te había visto con Potter al lado.
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Tu Verdugo
FanfictionOdio tu mirada soberbia, tu valentía y tu sangre inmunda... pero lo que más me enferma, es tu insistencia en rondar por mi cabeza. Inevitablemente, Granger, uno tendrá que morir a manos del otro.