La miraba revolver entre sus cosas, buscando una túnica que no estuviera desgarrada y su varita, totalmente desquiciada, asustada como un conejillo en manos de un lobo feroz, a punto de ser devorada sin piedad. Sus manos temblaban y de sus ojos emanaban gruesas lágrimas sin cesar. Por más que se las quitaba con la palma de la mano, seguían obstaculizando claramente su visión, pues hace rato que la varita estaba al frente y no la había visto.
Theodore Nott se acercó hasta ella y la quitó gentilmente a un lado, tomando las cosas que necesitaba y entregándoselas en sus manos. La mirada de su compañera estaba ausente, desenfocada, y sólo atinó a realizar un casi inaudible sonido a modo de agradecimiento.
–Pansy, tiemblas como una pequeña –esbozó él en voz baja–. ¿Tan segura estás de lo que viste?
Ella elevó sus ojos hasta mirarlo directamente y se limitó a asentir con lentitud, reprimiendo un hipido.
–Es real, Theo, muy real –murmuró, estrujando inconscientemente las cosas contra su regazo–. Tan real como que si ahora no nos movemos, a ambos se nos habrán acabado los motivos para vivir.
El mortífago retrocedió y se pasó una mano por los cabellos, tratando de comprender la situación. La verdad sea dicha, no veía cómo podría suceder todo lo que la pelinegra le había augurado, sobretodo porque Luna se encontraba a salvo en el cuartel de la Orden del Fénix, y por ningún motivo saldría de ahí a menos que fuera estrictamente necesario. Sin embargo, no pudo evitar tener algo de miedo. La sola idea de perder a lo que más quería en todo el mundo, y con ella, a su primer hijo, sería motivo suficiente para enloquecerlo.
–¿Pero cómo Zabini sabría que ya recordé a Luna? –preguntó, acariciándose el puente de la nariz con los dedos–. Y aunque lo hiciera, ¿cómo podría localizarla? ¿saber donde se encuentra?
–No lo sé, eso no pude verlo –contestó contrariada, pero poco a poco su expresión comenzó a cambiar–. Espera. Ahora que lo pienso...
Los ojos de Pansy se abrieron de par en par, horrorizados. Se quitó su pijama con rapidez y sin pudor, por lo que el joven tuvo que desviar la vista azorado. Luego, se colocó la túnica negra que tenía en las manos, guardando la varita en el bolsillo interno de la misma, mientras mascullaba cosas ininteligibles. Salió hecha un rayo de su habitación, seguida de cerca por un confundido Theodore Nott, que tuvo que comenzar a trotar para poder alcanzarla.
–¡Cómo se nos pasó esto! –exclamó frustrada, mientras caminaba a la salida de la mansión–. ¡Cómo fui tan estúpida! ¡Todo es mi culpa! ¡Cómo no lo recordé!
Él no entendía absolutamente nada, por lo que dio pasos más largos y la atrapó por el antebrazo, girándola para poder verla frente a frente
–Pansy, ¡¿de qué demonios hablas?! ¡Explícame!
La mujer lo tomó de la túnica y lo arrastró a la puerta más cercana, entrando por ella para tener más privacidad. Una vez que estuvieron adentro, con la varita insonorizó el lugar, asegurándose que nadie estuviera allí de antes. Si uno la miraba atentamente, podría asegurar que estaban tratando con una paranoica, pero encontrándose dentro de la Mansión Malfoy, todo podía suceder, ya que hasta las paredes tenían oídos, y ninguno de los dos podían arriesgarse a ser escuchados por otro mortífago.
–Nunca lo supiste, pero antes de borrar tu memoria, tus recuerdos fueron extraídos y guardados en caso de emergencia, de algo podían servir. Eso sí, nadie se dio la molestia de verlos de antemano en un pensadero, después de todo, te quitamos un año entero de vida de tu cabeza, ¡quien tiene tiempo para revisarlos! Además, los únicos que lo sabíamos eramos Draco, Blaise y yo –exclamó, elevando las manos, enfática–. ¿De verdad crees que Zabini se tragó el cuento de anoche? De seguro el muy maldito sospechó algo y para tratar de entenderlo, recurrió a tus antiguos recuerdos. Como no es estúpido, de seguro fue de atrás para adelante, ya que él mismo me comentó que cuando fue a atraparte con Weasley, estabas cenando con Lovegood en una especie de celebración, ¿te suena eso? ¿por qué ambos podrían estar celebrando?
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Tu Verdugo
FanfictionOdio tu mirada soberbia, tu valentía y tu sangre inmunda... pero lo que más me enferma, es tu insistencia en rondar por mi cabeza. Inevitablemente, Granger, uno tendrá que morir a manos del otro.