43. Epilogo: "El pasado es prólogo" (W.S.)

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Cupidine miraba impotente cómo la nueva realidad transcurría, ya que se estaba desenvolviendo tal como lo había anticipado. Hermione Granger se olvidó por completo de todo lo ocurrido, y vivía su vida como un caballo de feria, enfocada en sus estudios y en sus amigos.

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Nada más rondaba en ese privilegiado cerebro.

Y no existían atisbos de que ello fuera a cambiar.

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Por su lado, Draco Malfoy se estaba llevando la peor parte, pues luego del fiasco de ataque en el Ministerio de Magia, Lord Chaos y Lord Chronos encontraron la excusa perfecta para intervenir, ofreciendo al Señor Tenebroso crear un castigo ejemplar al cual someter a los herederos de los fracasados, obligándolos a sortear pruebas imposibles para su propia diversión.

Lo terrible era que en este entrenamiento no solo se encontraba el rubio, sino también Theodore Nott, al cual además aplicaron la primera condición: "Habrá gente que nunca se cruzará entre sí", ya que, en esta línea temporal, se notaba que el muchacho y Luna Lovegood jamás se relacionarían, desapareciendo del panorama el pequeño Phill.

Cupidine comprendió sus oscuras intenciones también al ver cómo adelantaban el encuentro entre Pansy Parkinson y Alexander Bleu. Los hicieron chocar en un pasillo camino a clases y la atracción fue inmediata para los dos. Él nunca volvió a mirar a otra mujer por lo que jamás se involucró con Katie Bell ni mucho menos con Susan Bones. Ambos solo tenían ojos para el otro, pero dicho romance también estaba condenado al fracaso.

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Los entes sobrenaturales solo estaban conspirando.

Anticipando el oscuro desenlace.

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Ya comenzando sexto año, el oráculo decidió que no podía seguir al margen. Si no hacía algo, ese universo se tornaría aún más desdichado para todos y la segunda oportunidad de hacer las cosas bien habría quedado en la basura. Así que no le quedaba de otra que dar un pequeño empujón al destino.

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Porque la antigua Hermione Granger en algo tenía razón.

Se lo debía.

Pero no a ella.

Sino a Draco Malfoy.

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Ese día a través de pequeños detalles le hizo la vida a cuadritos. Atrasó su despertador para que no llegara al desayuno, mandó a que un pájaro lo atacara camino a clases, y finiquitó su plan haciendo que su mochila se enganchara en una manilla, logrando que ese torbellino de cabellos dorados y ojos grises, desarreglado por primera vez en su vida, no se diera cuenta que su bolso se encontraba desarmado por la premura, desviando su rumbo usual para estrellarse con la muchacha que iba mirando al vacío, memorizando su lista de pendientes.

–Estúpida sangre sucia, ¡apártate que estorbas! –siseó el slytherin, quitándola de un empujón de su camino.

El oráculo observó como Hermione quiso insultarlo de regreso, pero los pasos del rubio eran tan apresurados que se quedó con las palabras agolpadas en la garganta.

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Cruzó los dedos.

Tal como había presupuestado, con el choque el diario de Draco Malfoy salió disparado al piso.

Solo rogaba que ella lo levantara.

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La vio suspirar con resignación, aprestándose para reanudar su marcha, cuando pateó con su pie derecho un cuaderno negro que ostentaba las iniciales "DM", deslizándolo unos centímetros.

El anciano fue testigo de cómo la muchacha se agachó para recogerlo ceñuda, examinándolo con curiosidad, y pudo notar su contradicción si devolverlo o no. Cupidine contuvo el aliento ante el segundo de duda que tuvo la joven, liberándolo cuando ella finalmente colocó el diario bajo el brazo y caminó hasta los jardines más apartados del castillo para leerlo.

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Un sin fin de posibilidades se abrieron con ese simple gesto, y el oráculo fue capaz de avizorar cada uno de los posibles futuros.

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–Eres un viejo tramposo, Cupidine.

Él se giró al reconocer la voz de Lord Chaos a sus espaldas, y retrocedió amedrentado, ya que lo atraparan en el acto no podía significar nada bueno.

–No tenías derecho a intervenir –reprochó Lord Chronos, que a pesar de su expresión usualmente distante, se percibía furioso.

–No me arrepiento. Debía hacer algo.

Los entes sobrenaturales se miraron entre sí y el anciano supo que tenía los segundos contados.

–Chronos –caviló en voz alta el pelirrojo–. ¿No crees que hay suficientes oráculos en el mundo?

–Eso mismo estaba pensando –respondió su compañero, esbozando una mueca maquiavélica.

El señor del tiempo agarró a Cupidine del cuello antes de que pudiera escapar y, colocando los ojos en blanco, comenzó a alterar su existencia. A través de ese sencillo agarre, Lord Chronos empezó a avanzar la edad del oráculo de diez en diez años, mientras su víctima convulsionaba, envejeciendo cada vez más, hasta que la piel y el músculo comenzó a desaparecer dando paso a los huesos, y los huesos, se convirtieron en polvo que se llevó el viento.

El ente de pelo blanco chocó las manos entre sí para limpiar los restos, mientras apreciaba junto a su compañero a la distancia como Hermione Granger devoraba las páginas de aquel diario.

–¿Lo que hizo provocará un cambio en ella? –preguntó Chaos.

–Veremos.

–Si lo hace, siempre podríamos cruzar a Nott en su camino –sugirió en tono juguetón–. Con ese pequeño germen de Grindelwald, podría desenvolverse todo en algo interesante. Ese muchacho es una bomba de tiempo.

Chronos dibujó una sonrisa conforme en sus labios y le dio un par de palmadas en la espalda a modo de reconocimiento.

–Eres un genio malvado, Chaos.

–Por eso te gusta andar conmigo –se ufanó, con falsa modestia–. Siempre encuentro la forma de proveer diversión.

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FIN DEL PRIMER ACTO

Esta historia continúa en "El Diario de una Máscara".

Tu VerdugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora