–¿Quieres hablar al respecto?
La voz de Pansy retumbó en esa oscura habitación, donde al fondo, al costado del ventanal, se encontraba Theodore en el piso, haciendo flexiones con un ritmo constante y veloz, casi como si se estuviera exorcizando del asesinato que acababa de cometer. Se había quitado la camiseta y su torso desnudo reflejaba algunos hematomas producto de la reciente pelea, pero también dejaba a la vista su trabajada espalda, que estaba adornada por perlas de sudor. Hizo un par más antes de incorporarse y enfrentarla. Sus ojos relampagueaban, provocándole un escalofrío.
–¿Sobre Zabini? –inquirió con desprecio al pronunciar ese apellido–. No hay nada de que hablar. Esa sanguijuela se lo merecía.
Pansy asintió y se quedó clavada en su sitio, mientras él se aproximada hasta ella.
–Es cierto –concordó, inesperadamente nerviosa–. Pero la forma en que lo ejecutaste dista mucho del dulce Theodore Nott que conozco. Era algo que habría hecho Draco, o incluso yo. No tú.
Él avanzó hasta quedar al frente, y mirándola desde arriba replicó.
–Pues ya ves que puedo ser dulce y cruel al mismo tiempo. Después de todo lo que ha pasado, la gente cambia, Pansy. Yo cambié. Tú también.
La mujer parpadeó pero no pudo rebatirselo. Efectivamente ambos no eran los mismos críos que crecieron juntos. Pasaron muchas cosas entre medio y, siendo honesta, le sorprendía que no la odiara, ya que él había desistido de su vida de Mortífago y ella fue cómplice en traerlo de vuelta, dejando que le frieran el cerebro para borrar su memoria en múltiples ocasiones. Que ambos se dieran vuelta la chaqueta en favor de la orden fue mera casualidad, aunque obedeciera al mismo motivo: el amor a sus respectivas parejas. Sin embargo, ahora los dos habían decidido unirse a Draco para protegerlos, aunque eso significara un quiebre pues ya no estaban con "los buenos". Tampoco con "los malos", pero al menos, en el caso de Pansy, eso no hacía la diferencia.
¿Qué estaría pasando por su cabeza? Se preguntó la mujer, tratando de leer al hombre que tenía al frente y que ahora parecía un completo desconocido que no solo la colocaba nerviosa por su semi desnudez, sino por el aura misteriosa y poderosa que de él emanaba.
–Dejaste a Millicent sola –pronunció Theodore, rompiendo el silencio–. No es una buena movida. Recién la incorporamos y aún no podemos confiar en ella. Especialmente por lo que acaba de ver. Recuerda que siempre tuvo una fascinación por Blaise. Verlo morir de esa forma pudo darle un vuelco en sus opciones.
–Estamos en guerra –argumentó ella, sin bajar la barbilla frente a su mirada penetrante–. Es cada uno por sí mismo y ella lo entiende. Pero sí. Fue un error dejarla sola.
No obstante concederle el punto, Pansy Parkinson no se movió un centímetro. Siguió examinando sus facciones, tratando de comprender en qué se había convertido su amigo de la infancia, y él se mantuvo callado, permitiéndole cavilar al respecto.
–¿Por qué no te estás moviendo? –indagó serio después de un rato.
Ella se encogió de hombros.
–Llámame estúpida, pero siento que me necesitas.
Notó como Theodore reprimía una mueca de padecimiento, y pronto se vio envuelta en sus fuertes brazos, de una forma fraternal. La estrechaba contra su tórax libre con firmeza, y ella instintivamente se acomodó entre sus pectorales, cerrando los ojos.
–Hubiera sido todo más sencillo si hubiera resultado entre nosotros, ¿no crees? –le murmuró él–. Quizás Luna y Bleu no estarían en peligro.
Ella soltó una risa amarga.
–Enloquecerías a mi lado. Necesitas a alguien tranquilo como tú. Una mujer que te brinde paz, no inseguridades. Y yo me reconozco como una fuente de problemas.
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Tu Verdugo
FanfictionOdio tu mirada soberbia, tu valentía y tu sangre inmunda... pero lo que más me enferma, es tu insistencia en rondar por mi cabeza. Inevitablemente, Granger, uno tendrá que morir a manos del otro.