Alexander subía los peldaños de aquella escalera rápidamente de dos en dos, en dirección a la habitación de su amiga Luna y el pequeño Phillipe. Quería darles las buenas noches y asegurarse que todo estuviera bien, ya que ella no había bajado a cenar tal como le había dicho y Luna no era la clase de mujer que desaparecía sin dar una explicación. Menos a él. Y mucho menos aún cuando se trataba de comer.
Su apetito después del parto era sencillamente voraz.
Así, una vez que llegó al segundo piso tocó la puerta tres veces para anunciarse, sin embargo, para su sorpresa, nadie respondió. Extrañado, pegó la oreja derecha en la madera y agudizó el oído, tratando de captar algún movimiento. Tenía la leve sospecha que algo no iba bien, y al escuchar un sollozo ahogado del otro lado, supo que no estaba equivocado.
Algo definitivamente no iba bien.
Sin esperar otro segundo, Alexander giró la manilla e ingresó al lugar, quedándose paralizado a unos pasos de la entrada, consternado con la imagen con que se topó.
–¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? –pregunto preocupado.
Y es que lo primero que vio al ingresar en aquella habitación fue la frágil figura de Luna, sentada en la orilla de su cama, estrechando a Phillipe entre sus brazos mientras gruesas lágrimas caían por sus mejillas. El pequeño la miraba de lado y con sus manitos daba caricias torpes en su rostro, como si quisiera confortarla.
Nunca antes la había visto tan afectada, y presenciarlo realmente le había oprimido el corazón.
–Después hablamos –respondió ella entre hipidos mientras secaba con las palmas su cara–. Debo ir a avisarle a la Orden lo sucedido.
–¿Lo sucedido? –repitió el auror confundido, pero ella no se explicó.
Luna se levantó, aún sosteniendo a Phillipe, y comenzó a caminar hacia la salida, pasando de largo a Alexander que estaba tan desconcertado que no atinó a detenerla. No obstante, a penas ella salió de la habitación él se predispuso a alcanzarla, aunque no alcanzó a dar un paso siquiera cuando un tercero lo impidió.
–Déjala en paz –lo detuvo una voz familiar–. Una vez que dé la alerta, querrá estar sola y es mejor que así la dejes.
Alexander se giró tan rápido que sus huesos llegaron a sonar. A su izquierda, justo sentada al borde del marco de la ventana y de brazos cruzados, se encontraba quien menos esperaba, enfundada de negro como era lo usual y con una expresión arisca en el rostro.
–Pansy –murmuró perplejo.
Él parpadeaba sin poder creérselo. Verla ahí, tan pronto, tan cerca, lo descolocó por completo.
Y es que luego de recuperar la conciencia, no sabía qué había sido de él en bastante tiempo. Era como despertar de una fuerte resaca, de aquellas que dejan tan aturdido el cerebro que tus recuerdos son puras lagunas sin posibilidad de relleno, y fue precisamente Luna quien lo actualizó de todo. Con lujo de detalles, para torturarlo sin buscarlo.
.
Meses junto a Susan.
Sexo con Susan.
Obsesión por Susan.
Al borde del matrimonio con Susan.
Todo gracias a una maldita poción.
Y lo peor de todo eso, era que Pansy lo sabía.
Lo sabía perfectamente todo.
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Tu Verdugo
FanfictionOdio tu mirada soberbia, tu valentía y tu sangre inmunda... pero lo que más me enferma, es tu insistencia en rondar por mi cabeza. Inevitablemente, Granger, uno tendrá que morir a manos del otro.