Capítulo 42: Chocolate

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La ciudad estaba llena de vida. 

A Clive le encantaba, sobre todo porque allí nadie le miraba con superioridad.  Su pasado había quedado a un océano de distancia. 

-Me gustan estas campanillas de cristal.

Eran escandalosamente caras pero sabía que para William el dinero no era un problema, había sido claro con eso.

-Son muy hermosas -dijo Keith.

-David no me permitía decorar la casa, ni comprar nada sin permiso -dijo Clive mientras seleccionaba unas figurillas.

-¿David?

-Mi primer marido.

-¿Fue un matrimonio de conveniencia?

-Sí. 

-No tiene señales de marcas antiguas.

-Nunca me marcó.  Mi vida con él fue un infierno pero ahora el arde por sus pecados y yo he encontrado el amor con William.

-Se les ve muy enamorados.

-Le amo tanto -Clive se ruborizó – y me cuida mucho.  Eso es bueno.

La dependienta les tomó nota.

-Enviaremos esto a su casa.

-Sí, por favor -dijo Clive con una carcajada – porque ya llevamos tres cajas.

Había comprado unos zapatos y un sombrero para William.  Y un conjunto de ropa de bebé.  Le hacía tanta ilusión empezar a comprar cosas para el bebé...

-Buenos días, caballeros -dijo una voz conocida y con un acento marcado.

-Señor di Vaio -Clive saludó al italiano -Estamos haciendo unas compras.

-Permíteme que le ayude, va muy cargado -le dijo Mariano a Keith.

-Puedo con ello. 

-Insisto.

Keith aceptó.  Ese hombre era extraño.  Intenso.  Clive también era extraño.  Le trataba como a un igual.  Y la relación entre Clive y Mariano también era extraña, se hablaban con mucha familiaridad y Mariano le trataba de un modo protector pero extremadamente respetuoso. 

-Tengo hambre -interrumpió Clive.

-Estás pálido -dijo Mariano – Keith, ¿cuánto tiempo lleváis de pie?

-Unas dos horas.  Ya le he dicho que tenía que comer algo, he visto a muchos omegas embarazados y...

-Estoy empezando a marearme.

-Vamos a comer algo.  Hay una pastelería ahí.

-Les esperaré en el carruaje -dijo Keith.

-¿Por qué? -preguntaron Clive y Mariano a la vez.

-No creía que estuviera invitado.  Es decir, yo... perdón.  No quería ofenderles.

-Eres mi amigo.  Trabajas para mí pero no eres solo mi empleado. Creía que yo te agradaba, que era más que un jefe para ti...

-Clive, tranquilo.  Por supuesto que le agradas a Keith.  Estas muy sensible...

-Ademas no quiero que William se moleste conmigo y si me quedo a solas con Mariano se molestará y yo... yo... no se que me pasa.

-Es por el bebé. -dijo Keith – Vamos, comeremos algo.  Algo dulce.

Mariano asintió y se acercaron a la pastelería.

Cuando entraron, varias cabezas se giraron hacia ellos pero iban tan pendientes de Clive y su ataque de sensibilidad que no lo notaron.  Ocuparon una mesa cercana y una chica con un uniforme elegante se acercó. 

-¿Qué desean?

-Café -dijo Mariano.

-Chocolate -dijo Clive – chocolate caliente y pastel de merengue...

-Yo estoy bien, gracias.

-Keith, toma un chocolate.  Es excelente aquí -dijo Mariano.

-No servimos a negros.  Si quiere algo puede ir a la parte trasera, hay una sala para que los esclavos puedan comer.  Hay pasteles de ayer a buen precio.

Durante unos segundos cayó un silencio espeso sobre la mesa. 

-El quiere chocolate.  Gracias. 

-Lo siento pero no servimos a negros.  Si quiere un chocolate puede traer su propio vaso y venir por la entrada de la cocina con el dinero o en la sala que le he indicado.

-Ponga un chocolate de inmediato...

-Señor di Vaio -dijo Keith – de verdad, estoy bien así.

-Ya me siento bien -dijo Clive, un poco sobrepasado – creo que es mejor que nos vayamos.

Mariano se hizo cargo de la situación.  Clive parecía genuinamente afectado y Keith mantenía la cabeza baja y las manos cruzadas.

-Él -dijo mirando furioso a la camarera – él quiere un chocolate.

Sin Cuestiones ||Cuestion de Honor T-3||Lason||Zarry||Niam||Wive||Omegaverse||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora