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Capítulo 32: Claridad

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La casa de Jason estaba vacía.  Todas sus propiedades en Nueva York lo estaban.

-Dime que no se ha fugado, no podría soportarlo -le dijo María a su esposa, nerviosa y a punto de llorar.

-Quiero creer que no, mi amor... -le estaba respondiendo Cathleen cuando la puerta de su mansión se abrió.

-Tenemos que hablar -dijo Jason.

Amanecía en Nueva York y necesitaba hablar con ellas.  Salir de la cama y del lado de Louis había sido como separar una uña de la carne. Doloroso e insoportable. 

-Hijo...

-Voy a casarme con Louis.  Él ha venido a buscarme y anoche pudimos aclarar el modo en que nos separamos.  Todo lo demás son errores que nosotros hemos dejado atrás.

-Jason...

-Soy alfa, cabeza de familia y adulto y esto es un anuncio, no una cuestión.  Y quiero que lo entendáis y aceptéis.  Porque vosotras y los abuelos fuisteis quien me educaron y enseñaron a amar y he aprendido muy bien.  Porque aún me avergonzáis besándoos en momentos inesperados.  Y eso es lo que quiero para mi.  Nada menos.

-Jason, Louis...

-El pasado es pasado. 

María sujetó el brazo de su esposa y le susurró algo.  Cathleen no parecía muy conforme pero Jason esperó.  Si alguien era capaz de calmar el genio de su madre alfa esta era su madre omega. 

-Tienes razón, querida. 

-¿Y bien?  -preguntó Jason. 

-No lo apruebo pero lo aceptamos.  Es tu decisión y tú eres nuestro hijo.  Pero no puedes pedirnos que lo aceptemos con los brazos abiertos hasta que veamos con nuestros ojos que todo funciona bien. 

-La boda es hoy.

-Jason...

-Louis está embarazado.  Y no pongáis en duda la paternidad, yo no tengo ninguna.  Estoy seguro.  La boda es hoy.  En el registro civil a las doce.  No haremos celebración porque Louis ha hecho un viaje larguísimo y estás semanas fueron difíciles.  Del registro iremos a mi mansión, la que uso siempre, la del centro.

-Estaremos en el registro -dijo María apretando el brazo de su alfa.

-Nos vemos allí.

Louis golpeó la puerta de William con impaciencia. 

-¡Abre!  Tenemos que hablar... tengo que...

William abrió un poco la puerta.

-Louis, ahora mismo no puedo atenderte. 

-Jason se ha ido a arreglar todo para nuestra boda.  ¿Entiendes?  Necesito contarte lo que hablamos y también que tú y Clive me acompañéis a comprar ropa...

-Clive está dormido y necesita descansar.

-Tío Willi... Un momento.  Está ahí.  Lo hiciste.  Lo hiciste y fue bien y... oh, Dios...

Louis empujó a su tío para entrar al cuarto y vio a Clive en la cama, cubierto solo hasta el pecho.  Estaba despierto y le sonrió con satisfacción, las mejillas rojas.

-¡AL FIN!  -gritó Louis.  Se volvió hacia su tío – al fin... ¿le diste el anillo?

Clive levantó la mano y se rió contra la almohada.  Louis gritó de felicidad.

-Es increíble.  Al fin...

-Clive necesita dormir, nos dormimos tarde y se despertó hace un rato indispuesto. 

-Estoy bien, William.  Es normal y me pasa todas las mañanas...

-Vamos a tener un bebé  -le dijo William a Louis con orgullo y con la misma expresión que si le revelase la existencia de una piedra preciosa desconocida.

-¡Se lo has dicho!  -gritó Louis.

-¿Lo sabias? -preguntó William.

-Era muy obvio.  Clive no tuvo que decirme nada.  Se le notaba muchísimo. 

-Me siento un poco idiota -dijo William. Pero sonreía. 

-Os dejare solos... un rato.