09 Capítulo: "Maldición, mi orgullo idiota"

2.2K 148 5
                                    

—Te lo advertí —dijo, acercándose hacia mi con unos cuantos paños de papel—. Ven —me tendió su mano para levantarme del suelo, y la acepté sin rechistar.

Me cubrió la palma de la mano haciendo presión para que esta dejase de sangrar y detenga la hemorragia.

—Auch... —me quejé.

—No te quejes.

—Lo siento, señor, gruñón —dije con notable sarcasmo a lo que él solo rodó los ojos.

—No deja de sangrar... —murmuró con el ceño fruncido, parecía algo preocupado—. Ven, vamos —tomó nuevamente de mi mano derecha y comenzó a jalarme.

—¿A dónde me llevas? —pregunté, no pretendía sonar temerosa, pero lo cierto era que creo que no lo logré en lo absoluto... nop, ni siquiera un poco.

—A una habitación para que tengamos sexo alocado hasta el amanecer —contestó con evidente sarcasmo, pero aún así fue inevitable que no me sonrojara como un tomate—. A un baño para curarte la herida —dijo obvio.

—Ah... —fue lo único que pude decir.

Atravesamos el pasillo seguido de la sala, ganándonos algunas miradas de sorpresa, recelo y enfado. Aunque no sabría decir bien por... Ooh, sí que era estúpida, demasiado; mi cerebro al parecer en ocasiones decide nublarse y no funcionar adecuadamente. Claramente es porque voy de la mano con Dylan Miller subiendo por las escaleras y seguramente todos creerán que tendremos sexo.

Genial...

Llegamos hasta un pasillo, donde se encontraban varias puertas. Fantástico. Seguramente de aquí a que descubramos cuál era la del baño, me moriré desangrada.

No quisiera morir de tal modo, pero ya no hay nada más que hacer. Es demasiado tarde...

¿Y llamas dramático a, Alex? ¿Eh...?

Habló la vocecilla loca en mi cabeza. Debo admitir que quizá, solo quizás tenga razón, después de todo podría ser genético. Me suelen suceder este tipo de dramatizaciones desde que era pequeña; cuando veo mucha sangre, o estaba demasiado asustada. Lo cual en este caso serían ambas y eso no era nada bueno.

—¿Cómo sabes cuál de todas estas puertas es? —pregunté un poco frustrada al saber que tendré que resignarme y aceptar la idea de tener que desangrarme en el suelo de casa ajena.

Ya basta... tienes que controlarte.

—Lo sé porque no es la primera vez que vengo aquí —contestó de mala manera.

Ok, tranquilo amigo.

Nos guió hasta una de las tantas puertas, donde la abrió dejando a la vista un enorme baño blanco con tonalidades en dorado. Muy bonito a decir verdad.

—Siéntate —ordenó, bajando la tapa del retrete y señalándolo.

Lo hice sin rechistar, claro, como si tuviera alguna opción de protestar, y él enseguida se dirigió a un botiquín con espejo que se encontraba por encima del lavabo. Abrió las puertas del espejo y de allí dentro sacó algunas cosas que no alcancé a distinguir, ya que se encontraba de espaldas impidiéndome ver. Se acercó dejando todas las cosas que traía consigo a un costado de donde me encontraba sentada en mi asiento improvisado, y se agachó frente a mí en posición de cuclillas.

Ooh... Genial. Tiene la vista perfecta a mi escote para nada discreto. En estos momentos es cuando odio a Luce por obligarme a usar un vestido tan ajustado y escotado.

Nuestra amiga no te obligó, tú aceptaste por voluntad propia.

Me recordó mi odiosa consciencia, pero al menos debía culpar a alguien para sentirme mejor, ¿no?

El Idiota, el Odio y yo. © |#1| (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora