En multimedia Alex.
Después de haber estado en la sala y degustado el delicioso pastel, nos fuimos hacia el comedor para cenar todos juntos. Alicia realmente se había lucido preparando una magnífica mesa junto con una comida que desprendía en olor sumamente exquisito, sin dudas devoraré todo en solo cuestión de segundos.
Alicia, o Ali como yo solía llamarla de pequeña y aún seguiré haciendo, era la cocinera de casa, más bien considerada como parte de la familia por tantos años de servicio aquí. Me conoce desde que era una bebé y no podía creer que luzca casi igual después de tantos años, obviamente que en su cabellera rubia habían aún más canas que la última vez que la vi y las arrugas en su rostro estaban más acentuadas, pero aún así no dejaba de verse estupenda. Sin duda alguna a esta hermosa mujer la considerábamos como nuestra segunda abuela.
En ese momento recordé a Stella, la amable y simpática señora que nos hacia el servicio doméstico. Curiosa decidí preguntarle a Ali acerca de ella. Y me contó que por desgracia no había podido seguir trabajando más por problemas de salud y tuvo que irse hace unos cuatro años a vivir con una de sus hijas a Florida. Me entristeció un poco el saber de su partida aunque eso ya pasó hace tiempo, pero por otro lado me alegra saber que ahora se encuentra bien, ya que se mantenían frecuentemente en contacto y en ocasiones preguntaba por nosotros.
También mencionó que desde entonces, las empleadas que mi padre contrataba no duraban demasiado. La última estuvo dos años más que el resto y acabó por largarse hace unos pocos meses atrás porque según dijo que no estaba conforme con la paga.
[...]
Durante el transcurso de la cena nos la pasamos riendo y contando nuestras historias de vida. Papá me contó acerca de cómo su empresa y hotel habían estado avanzado muchísimo durante los últimos años. Mark, era un empresario y dueño de uno de los hoteles más importantes aquí en New York. Alicia que durante sus vacaciones fue de visita a España, su país natal, para estar con sus hijos que hacía tiempo no veía. Y Alex que a principios de este año se unió en el equipo de baloncesto del instituto High School Wesley, al que asiste y que a partir de mañana también debo asistir.
Según mi hermano era uno de los mejores y más costosos institutos. Lo cual debo admitir que me decepcionó un poco, pretendía conocer a otra clase de personas y no a ricachonas presumidas. Algo que será bastante difícil en una institución, donde solo asisten con dinero de sobra.
No quiero decir que todas las personas con dinero lo sean porque no lo son, a algunas nos gustan los lujos, sí, y creo que como a cualquiera, pero no me gustaba andar por la vida presumiendo lo que tenía. Que a fin de cuentas no era nada mío, sino más bien de mi padre.
Luego de acabar con la cena me dijeron que debían enseñarme un pequeño obsequio de bienvenida que juntos prepararon, y para ello me llevaron escaleras arriba hacia mi antigua habitación.
Papá abrió la puerta con una sonrisa y se hizo a un lado dejándome ver por fin lo que había del otro lado. Me adentré en el interior aún sin poder creer lo que mis ojos veían. Mi habitación no era más esa de una niñita pequeña pintada de colores, con peluches, juguetes y dibujos hechos por mí pegados en las paredes...
No se parecía en absolutamente nada.
Se podría decir que ahora sí era completamente hermosa e incluso se veía mucho más espaciosa de lo que recordaba. Con un lindo azul pastel, mi color favorito, en sus paredes y un blanco combinado en sus cortinas y enorme alfombra, donde yacía una cama matrimonial del mismo tono que a simple vista se notaba que era demasiado cómoda. Quería correr y lanzarme de golpe en esta igual que en las películas, pero me contendré.
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El Idiota, el Odio y yo. © |#1| (Editando)
Teen FictionCuando Alexa regresa a su país natal, todo parece haber seguido igual a antes de que se fuera. Sin embargo, muchas cosas cambiaron desde entonces; la escuela, las personas, e incluso hasta su vida misma. Pero lo que más cambió fue cuando conoció a...