—No, nunca dije que tiene rabia, solo dije, podría tener, que es distinto —aclaró, como si eso cambiara algo.
—Es lo mismo —rodé los ojos—. No lo quisiste y mucho menos lo harás ahora. Además, para tu información, tú no lo diste a luz... fue su madre.
Toma eso hermano, directo a tu corazón.
—¿Por qué eres tan cruel con tu hermano? Hieres sus sentimientos —habló mi padre... Dejándome totalmente desconcertada, no me esperaba que lo apoyara y mucho menos que dijera algo como eso—. Solo bromeaba, hija. Alex, tú no pariste a ese perro, no digas incoherencias, ¿quieres?
Comencé a reír tan fuerte y con muchas ganas porque ¡Vamos! Eso no me lo esperaba. Él nunca era bromista, o bueno, al menos no que yo recordara.
—Pero, pero... —protestó Alex sin saber qué decir—. ¡Padre! —chilló indignado, haciendo que mi risa aumentara el triple.
—¿Qué?
—Dile algo —dijo obvio.
—¿Qué quieres que le diga? — preguntó, haciéndose el desentendido.
—¿Sabes qué? —suspiró derrotado—. Ya nada, nada.
[...]
Después de haberme parecido estar una eternidad sentada en esa camioneta, al fin habíamos llegado a casa.
En este momento me encontraba en mi querida habitación. Oh, cómo la había extrañado... Luego de terminar de acomodar lo poco que llevaba en mi mochila, sí, esa misma que Alex se dignó a devolverme, me había metido a duchar. Y mentiría asquerosamente si dijera que no tenía nada de suciedad en mi cuerpo porque lo cierto era que sí tenía y bastante.
Pero gracias a la bendita agua, bajones y demás productos, ahora me encontraba limpia y reluciente de las tantas veces que me tallé el cuerpo y cuero cabelludo, incluso mi piel quedó algo rojiza. No era que fuese exagerada en cuanto a mi higiene personal, solo que en verdad me hacía falta una buena limpieza después de haber pasado un fin de semana completo sin bañarme y con la misma ropa sucia y sudorosa.
[...]
Lunes por la mañana y yo me encontraba aquí, corriendo para no llegar tarde a la preparatoria. Gracias a mi querido hermano que amaneció con algo de temperatura elevada, que suerte tiene, ¿no? Él sí pudo faltar, pero yo no aunque me doliera todo cuerpo. Tuve que salir de casa a pie, y como no quise molestar a nadie para que me acercara, ahora me veía obligada a usar mis piernas como último recurso para no llegar tarde y que me pusieran tardanza.
Al momento en que iba a cruzar la calle frente a la preparatoria, no vi a un auto que venía a una velocidad bastante considerable, y casi me atropella de no ser porque me paralice... Así es, me quedé como una idiota esperando a que el auto me atropellara. Gracias a Dios el hombre que conducía me esquivó justo a tiempo y rodeó para seguir avanzando, claro, no sin antes bajar la ventanilla y gritarme un par de palabrotas.
—¡Maleducado! ¡¿Su madre no le enseñó modales?! —le grité en respuesta, además de sacarle el dedo...
¿Qué? Ese tipo se lo merecía.
Apresurando nuevamente mis pasos, llegué hacia la entrada, donde abrí ambas puertas del edificio y me adentré, pero no seguí avanzando sin antes cerrar fuertemente a mis espaldas y darle de lleno a un pobre chico que al parecer también llegaba tarde... y que yo lo he golpeado con la puerta.
—Por, Dios, ¿estás bien? —me apresuré a decir y a acercarme rápidamente hacia él, quien se sostenía su nariz por golpe.
—Sí... eso creo —contestó, soltando un quejido.
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El Idiota, el Odio y yo. © |#1| (Editando)
Ficção AdolescenteCuando Alexa regresa a su país natal, todo parece haber seguido igual a antes de que se fuera. Sin embargo, muchas cosas cambiaron desde entonces; la escuela, las personas, e incluso hasta su vida misma. Pero lo que más cambió fue cuando conoció a...