En multimedia Sean.
—¿Dónde lo tienes? —exigí saber la verdad, acusándolo—, si no me dices la verdad, te juro que llamaré a la policía.
—Oye, tranquila... —dijo, riendo a carcajadas limpias.
—¿Encima te parece gracioso, imbécil? —gruñí molesta—, ¡dónde, habla! —grité histérica.
Al ver que hablaba demasiado en serio, dejó de reír y se puso serio, casi pálido, y estaba segura de que era porque lo había descubierto.
—Así es, cerdo, te descubrí —dije acortando la poca distancia que nos separaba—. Sé que violaste a mi pobre, hermano, y si no me dices dónde lo ocultas, te juro que... —dije amenazante y gruñendo en su cara, hasta que me vi interrumpida por alguien más...
—Que bueenoo que viinistee.
—No molestes, no estoy hablando contigo —hablé sin quitar mi mirada furibunda del pelinegro que tenía frente a mí.
—Peroo...
—Que no estoy habla... —y dejé las palabras en el aire en cuanto me volteé para encontrarme con Alex—. ¿Alex...? —pregunté totalmente desconcertada—. Oh, no puede ser... ¡Alex!
Corrí hasta desaparecer la poca distancia que nos separaba y me aferré fuertemente a su cuello, lo cual no fue buena idea porque este a duras penas si se podía mantener en pie por sí solo, y yo casi lo tiré al suelo.
—Que bueno es verte, pequeñín —dije demasiado contenta una vez que lo solté y lo tomé de las mejillas—. Pensé que estarías tirado en alguna parte, o en su defecto en el fondo del lago.
Era consciente de que me miraba con rostro de no entender absolutamente nada, se notaba que con gran esfuerzo sabía quién era yo. No creo que haya tenido ni la menor idea de lo que estuvo a punto de sucederle sino llegaba.
Lo sé, lo sé, llámenme heroína si quieren... Le he salvado, literalmente, el culo.
—Ahora que lo estás viendo, ¿me dejarás de acusar y llamar, cerdo? —preguntó el pelinegro molesto.
—Yo... Él... Esto... —dije como una idiota sin poder articular una oración coherente—. Ahm... ¿Perdón?
Ni modo, moría de la vergüenza.
—¿Eso es todo lo que vas a decir? ¿Perdón...? —preguntó sumamente molesto e inconforme—. Lo que hiciste fue una acusación muy grave.
Sí, es cierto que quedé como una completa idiota haciendo un escándalo y una acusación tan grave, pero está claro que no se lo diría.
—Bueno, pues para la próxima te quitas el rostro de violador serial si no quieres que te llamen más así —contesté haciendo que me mirara aún más enojado que yo.
—¿Disculpa? ¿Cómo me llamaste, perra? —gruñó la pregunta y en ese momento me vi echando humo por las orejas.
—En primera, la única que puede llamarme así es mi amiga, idiota. Y en segunda... —me acerqué como un toro nuevamente hasta él para darle una merecida lección, cuando de improvisto, Alex se puso en medio de ambos haciendo que frenara justo a tiempo antes de llevármelo puesto.
—Yaa me quieroo irr —habló el susodicho haciendo puchero...
Genial, estaba a punto de golpear al imbécil este, y mi hermano se interponía solo para hacer puchero... Molesta era la palabra correcta de como me sentía en estos momentos.
—¡Largo, imbécil! ¿No ves que estaba a punto de darle una lección a esta mocosa? —gritó el pelinegro, seguido de tomar a mi hermano bruscamente por los hombros y voltearlo para tenerlo de frente.
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El Idiota, el Odio y yo. © |#1| (Editando)
Teen FictionCuando Alexa regresa a su país natal, todo parece haber seguido igual a antes de que se fuera. Sin embargo, muchas cosas cambiaron desde entonces; la escuela, las personas, e incluso hasta su vida misma. Pero lo que más cambió fue cuando conoció a...