Sinking Ships - 4/3/16

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Estar metida en un crucero durante quince días, sin internet y sin ningún tipo de comunicación con sus amigas o algo que no fueran sus padres, le amargaba la existencia. Ella no podía dejar de pensar en que debería haber aceptado irse con su tía y su prima a Nueva York, en vez de hacerle caso a los intentos de su madre por arrastrarla al maldito crucero.

-Pezz.. vamos cariño, no queres sacar tus cosas?-

-No.- negó, aún malhumorada.- Voy a recorrer el barco.- mencionó para abandonar el camarote.

El crucero era ridículamente grande, así que la rubia podría perderse durante unas cuantas horas.
El viento en la cubierta le pegaba en la cabeza de una forma agradable y al fin podía sentirse tranquila con la música que sus auriculares le regalaban. Tanta era su paz, que no notó cuando chocó al chico moreno.

-Mierda. Lo siento.- se disculpó antes verle el rostro.

-No es nada, linda.- sonrió ampliamente, galante enseñando su sonrisa de chico perfecto.

-Bien.- el chico iba a decir algo pero ella siguió de largo ignorándolo.

Que era lindo no cabía duda. Que tenía tantos tatuajes como dientes, era claro. Que esa barba de dos días le sentaba de maravilla no hacía falta aclararlo. Y que a Perrie le había encantado, ni hablar.
Pero había preferido de largo y evitarlo, si bien haber notado cómo la mirada de él la seguía - centrándose en su trasero, por supuesto -, había sido más que satisfactorio.

Durante el resto de la mañana había logrado exitosamente, no ver a ninguno de sus padres. Mientras que a la tarde decidió tomar sol, necesitaba urgentemente deshacerse de su palidez.

La rubia tenía un buen cuerpo, y le daba cierto goce el hecho de que voltearan a verla luciendo el pequeño pero delicado bikini. Entre todos los babosos, el moreno se deleitaba con la vista del redondo trasero mientras que ella desparramaba el bloqueador por sus piernas.

-Hey, rubia.- se sentó en la reposera junto a ella en cuanto ella se puso al sol. Fue ignorado y por eso insistió -Considerando que la que me chocó hoy, fuiste vos, esperaría amabilidad.-

-Ya te dije que lo sentía.- respondió sin mover una pestaña -No te debo nada.-

-Segura?- jugó -Yo creo que podrías darme algo a cambio más que un 'perdón'-

-Es necesario el flirteo barato?- rió, al fin mirándolo.

-Perdón?- actuó ofendido.

-No deberías intentar levantarte a una chica de dieciséis años.- mintió.

-Qué?- casi se ahogó al escuchar su edad.

-Deberías alejarte antes de que alguien te saque por acosar a una menor.- debió contener la risa al decirlo.

-No mientas.-

-Acaso debo mostrarte mi documento?-

Después de eso el chico se quedó callado y no habló más. Se limitó a descansar al sol, tratando de no tentarse a mirarle el grandioso trasero a una adolescente ocho años menor que él.

•••

Después de la cena había fiesta, y Perrie no pensaba perdérsela. Sus padres se habían metido en el casino y al fin estaba libre nuevamente.

Vestido corto y ajustado. Zapatos altos. Maquillaje simple y perfume. Poco y sencillo pero resaltaba todas sus virtudes y le aseguraba algo de diversión para la noche.
Si tenía que estar encerrada en ese barco con sus padres durante cuarto de mes, al menos iba a pasarla bien.

Como buen crucero, hasta el agua de los floreros tenía alcohol, por lo que no le fue difícil encontrar sus tragos favoritos en la barra.

Cuando iba por el cuarto vaso rojo, una voz ronca con una tenue neblina de alcohol, le habló al oído.

-No sabía que los menores podían beber.-

Sin saber por qué, Perrie sonrió. Aún bailando se contorneó contra él. Mordiéndose el labio rojizo y enganchó sus brazos alrededor de su cuello. Una de las piernas del moreno había quedado entre las de ellas y la rubia no tardó mucho en ponerse a bailar contra ella.

-En serio creíste que tengo dieciséis?- rió bajito contra su oído.

-Cuántos años tenes?- había caído en el juego, y a ambos les fascinaba.

-Los suficientes como para aceptar propuestas de un extraño.- murmuró demasiado cerca de su boca. -Diecinueve, recién cumplidos.-

El moreno sonrió y sin pedir permiso le tiró del cuello para besarla.

Desde un principio el beso había sido intenso, pero cada vez lo era más y él ya estaba acariciándole la lengua con la suya. Claramente una de las manos del moreno había sabido posarse en el tentador trasero mientras que la otra le presionaba la espalda desnuda.

-Zayn.- murmuró él contra su boca, presentándose.

-Perrie.- asintió sin dejar de besarlo.

El beso con manoseo no tardó mucho en terminar en el camarote de Zayn, donde la atrapó contra la puerta, mordiéndole el cuello.

Los besos eran profundos y mojados, mientras las manos masculinas subían el vestido hasta la cintura. Acarició sus muslos para poder apretarle el trasero y divertirse con la pequeña tanga que llevaba.
Con fuerza le mordió el cuello y ella soltó un gemido tanto de dolor como placer. Le besó el esternón y por fin se deshizo del vestido. Lo arrojó a un lado y se concentró en el precioso conjunto que adornaba a la rubia. Le acarició la curva de la cintura, sonriendo con perversión.

Sacó ambos senos fuera de las copas y chupó la cúspide de uno, sacando más gemidos de la roja boca. Tan perdido estaba hundiéndose entre sus senos, que no notó cuando la mano femenina se metió en sus pantalones y le acarició la erección.

-Oh nena.- jadeó contra su piel.

Perrie tomó la iniciativa y le besó con ganas. Zayn aprovechó en el fervor del encuentro y metió las manos entre la cadera y los bordes de la tanga; la deslizó hacia abajo y luego desabrochó el brasier.
La rubia le quitó la camisa y le bajó los pantalones. Tiró de la creciente erección y él volvió a jadear.

Estiró un brazo y tomó el paquetito plateado. Lo abrió con los dientes y pronto tuvo el látex rodeando su virilidad. La levantó contra la pared y sin piedad alguna la penetró.

Estrecha y caliente, perfecta para él. Se sentía malditamente genial.

Una y otra vez contra la pared del pequeño camarote, los gemidos eran fuertes a pesar de intentar ser contenidos, y así terminaron en la cama.

-Zayn.- gimió en su oído mientras clavaba con más fuerza las uñas en su espalda.

-Diablos, sí..- gruñó, aumentado el frenético movimiento.

-Zayn.- gimió alto y agudo, estaba a punto de tocar el cielo -Más.- pidió.

El ritmo fue aún mayor. La fricción quemaba y el placer ardía. La mano del moreno en su clítoris fue lo que la hizo estallar y gemir en su oído con fuerza y goce. Él la siguió, derramándose en el látex como jamás lo había hecho. Había tenido ganas de follársela desde el instante en que la había visto y se había contenido toda esa calentura por demasiadas horas para lo que acostumbraba.

Luego de ese climax, siguieron más. Toda la noche, moviendo aún más el barco, quizá lo suficiente como para hundirlo? Quién sabe, aún le quedaban catorce días.

ONE SHOTS - Zerrie Donde viven las historias. Descúbrelo ahora