La mujer rubia entró al salón amplio y vacío con música profunda resonante en todo el ambiente. La melodía del piano era cautivadora pero aún más lo era la voz de su hija. Estaba tan compenetrada y tocando con tanta emoción y pureza que hacía estremecer.
Definitivamente la música la llevaba plantada desde los latidos de su bombeante corazón y lo que hacía con ella al fluir, podía resultar demasiado hermoso.Todo sonido cesó y el silencio hubiera triunfado si la mujer - aún joven - no se hubiera puesto a aplaudir.
La chica volteó y se encontró con quien menos esperaba.-Mamá.- definitivamente estaba sorprendida de verla ahí -¿Qué haces acá?-
-¿No puedo venir a ver a mi hija?-
-Creí que estabas ocupada con tu carrera.-
-Cielo..- murmuró, algo dolida -Sabes que lo siento. Intento estar lo más posible.-
-Siempre fue así.- se encogió de hombros -Pero te disculpo sólo porque estás dedicándole todo ese tiempo a lo único que importa.-
-La música.- recitaron ambas a la vez.
-Te extrañaba.- expresó la mujer y se acercó para abrazarla.
-Yo también lo hice, mamá.- correspondió, aflojando.
-¿Y cómo te está yendo? Este lugar es mágico.-
-Sí, lo es.- asintió -Y decí que nuestro apellido es común, porque si no escucharía más seguido eso de que si soy tu hija.- rodó los ojos.
-¿Acaso no queres que sepan que soy tu madre? ¿Te doy vergüenza?-
-Sabes que no es eso.- negó, dirigiendo sus ojos azules frustrados al suelo solo durante unos segundos -Es que.. quiero que me reconozcan por mí, ganarme las cosas. No que todo el mérito sea por ser tu hija.-
-Cielo..- acarició la mejilla.
-Hay un profesor que me adora.- sonrió.
-¿Un profesor? Cuidado, Marly..- advirtió más en broma que en serio.
-Mamá! Podría ser mi padre.- defendió, riendo con ella -No es así, él.. Simplemente cree en mí. En serio lo hace.-
-Siempre es bueno un profesor que te apadrine.-
-Sí. Deberías conocerlo, es genial.- se encogió de hombros -Y está soltero!- exclamó, alentando a su madre, a la que jamás le había conocido un novio.
-Marly, no estoy para eso.-
-Oh vamos! Ya tengo dieciocho! Algún día quiero ir a casa y verte feliz de la mano de alguien. En lo posible que cocine bien.. estoy cansada de la carne quemada.-
-Hey!- protestó -La carne no es mi fuerte, ¿sí? Además, siempre terminábamos comprando tu pizza favorita.-
-No la mejor dieta para una niña..-
-Pero sí la más divertida.- replicó. -Y hablando de comida.. muero de hambre. Vine directo desde el aeropuerto y sabes cuánto odio esa asquerosa cosa que se dignan a llamar comestible. Así que mi estomago pide una hamburguesa con papas fritas, ¿Qué tal?-
-A una cuadra hay un local de comida rápida.-
-Entonces vamos antes de que me desnutra.- bromeó exagerando y tomó a su hija de la mano para salir del lugar.
Definitivamente ella siempre había sido mucho más alocada que su hija, quien debía aceptar, había salido tranquila como su padre..
• • •
-Y este es mi salón preferido.- indicó, haciendo pasar a su madre -El salón de ese profesor que te conté.-
Sí, Perrie conocía ese lugar. Había sido su lugar favorito en todo el edificio. Sobre todo por quien entonces daba clases ahí, el profesor del que se había enamorado.
Pero jamás había vuelto a saber de él así que suponía que ya no daba clases, o al menos ya no ahí.-Marly.- una voz sonó desde la puerta del gran aula, y ella en seguida la reconoció.
-Profesor Malik.- sonrió la chica. -Estoy mostrándole el edificio a mi mamá. Ella estudió acá y la decana creyó que sería lindo que diera un recorrido.-
No podía seguir de espaldas, no debía.
-Hola.- volteó al fin, y el hombre no pudo no reconocerla.
-Perrie.- el nombre escapó de su boca demasiado rápido -No.. no sabía que Marly es tu hija.-
-¿Ustedes se conocen?- preguntó la menor, intrigada.
-Mucho tiempo atrás.- respondió su madre, con los ojos aún fijos en él.
-Marly! Todd está buscándote, quiere que lo ayudes con la nueva partitura. Está como loco.- comentó una chica pelirroja, asomando por la puerta -Hola profesor Malik.- saludó al notar al hombre.
-Oh, de acuerdo. Ahí voy.- contestó -Mamá, ¿te molesta si..?-
-No te preocupes, cielo. Andá. Recuerdo bien todo, nos vemos más tarde en tu cuarto.-
-Bien. Adiós profesor.- se despidió, huyendo con su amiga.
-Es tu hija.- fue lo primero que re mencionó en cuanto estuvieron los dos solos.
-Sí, lo es.- asintió.
-Es muy parecida a vos ¿Cómo no me di cuenta..?-
-Mejor que no lo hubieras hecho, no le gusta que le quiten mérito por ser mi hija.-
-Tiene tu talento, definitivamente.-
-No, ella es mejor. También heredó de su padre.- respondió, algo sensible con el tema.
-No sabía que te habías casado.-
-No lo hice.- negó, jugando con las teclas del piano abierto. -Y vos tampoco, según ella.- se animó a comentar.
-No.- le dio la razón -Después de la graduación no te pude encontrar.-
-No quería que me encuentres.- murmuró, aún sin mirarlo. -Lo nuestro no estaba bien. Yo era muy joven y..-
-Yo también era joven.- le recordó.
-Habías sido mi profesor.-
-Ya no lo era más. Perrie, estuve esperando ese día mucho tiempo.-
-Si hubieses tenido tantas ganas de encontrarme, lo hubieras hecho. Sobre todo cuando me hice conocida.-
-Creí que si no me habías buscado tampoco vos, era por algo, quizá no me querías o..-
-Estaba perdidamente enamorada, Zayn.-
-¿Entonces por qué?-
Perrie tocó un par de teclas del piano, aún sin mirarlo, rodeados después por silencio. Pero entonces levantó la cabeza y lo halló más cerca de lo que esperaba.
-Marly cumplió dieciocho años el 17 de septiembre.- dijo, mirándolo fijo -¿Sabes dónde estaba yo hace casi diecinueve años?- él se quedó callado -En mi última presentación para la universidad. Exactamente después de mi interpretación, escuchando el resto del acto en el balcón vacío al que nadie iba, con mi profesor favorito.-
-Perrie..-
-Marly es tu hija, Zayn.- mencionó y tras suspirar, se permitió sonreír -Fue concebida con música, y con ella creció. Lo lleva en la sangre y no es solo por mí, también por vos.-
-¿Por qué no me lo dijiste?- preguntó, después de tragar duro.
-Tenía miedo, por los dos. Bueno, y por ella también. Me di cuenta tarde que no importaba cuántas veces la hiciera escuchar los discos que me habías regalado, a ella siempre le iba a faltar una canción.- cerró el piano y pasó una mano por sobre él -Lo bueno es que al parecer ya la encontró.-