Capítulo 47

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Soledad.

Silencio.

Aburrimiento.

Eran simples cosas a las que Ehan estaba acostumbrado; por años pensó que disfrutaba de ella pero después de ver la televisión con sus hijos mientras estaba sentado en el suelo con la madre de estos en su regazo; se dio cuenta que estas cosas ya no le parecían tan atrayentes.

Nada se puede comparar con ver la cara de tus hijos al colarse en su habitación; o despertar con tu mujer entre tus brazos.

Esa noche, se encontraba solo en su departamento. Sentado en la terraza mientras observaba las luces de la ciudad, Cony tenía el día libre y él estaba experimentando un sentimiento de desazón y soledad.

Cerró los ojos y recordó como había sido ese día. Jamás olvidaría la rabia que sintió al entrar en la cocina y ver a Hanna hablar con ese tipo.

Él no es estúpido; reconocería la mirada de ese chico en cualquier lado porque es la misma mirada que él ocupaba para seducir a las mujeres.

Recordó el beso que le había robado a la madre de sus hijos y como había sentido el cuerpo de ella apretado contra el suyo, como su pierna estaba enroscada en su cadera y la forma como lo besaba.

¿Cuánto tiempo necesitaba Hanna para perdonarlo?

Esa tarde había actuado tan indiferente con él, que no sabía que pensar. ¿La estaba perdiendo?

¡NO!

Se rehusaba a perderla. Ella y sus hijos eran su todo.

El timbre del departamento sonó haciéndolo fruncir el ceño — "¿Quién era?" — Él no estaba esperando a nadie.

Cuando abrió la puerta deseo jamás haberlo hecho.

—Hola Ehan. ¿Puedo pasar?

— ¿Qué quieres Giselle? — dijo Ehan molesto.

De todas las personas en la ciudad, su cuñada era una de las personas con las que menos quería hablar en esos momentos.

—Solo quiero conversar contigo. ¿O acaso no puedo hablar con mi cuñado? — se cruzó de brazos.

—Después de como trataste a Hanna la última vez que nos vimos; tu y yo, no tenemos nada de qué hablar.

— ¡No puedes hablar enserio! Somos familia Ehan. Fuimos amantes y amigos antes que ella entrara a tu vida.

— ¿Qué quieres Giselle? — dijo molesto mientras se hacía a un lado para que ella entrara.

Y así lo hizo. Camino hasta el mini bar y se sirvió una copa.

— ¿Porque tu pequeño acto de caridad no se encuentra aquí? Desde que la llevaste a la mansión, yo creía que se mudaría aquí rápido para salir de la pocilga donde vive...

—Cuida tu lenguaje. Recuerda que esa es la casa de mis hijos.

Giselle lo observo seria mientras tomaba un trago de su copa. Hijos... hijos... hijos. Eso era todo para Ehan, esos niños.

Pero sabía cómo jugar sus cartas. Había esperado tantos años para vengarse, pero el regreso de Hanna le dio la forma de hacerlo.

Hace años, cuando Ehan la dejo por una pobretona, jamás lo logro superar. Pero cuando Marco le ofreció matrimonio... fue perfecto. Marco era un gran amigo y un excelente esposo que la mantenía con todos los lujos existentes. Solo tenía un problema... él quería hijos...

Nuestra Segunda Oportunidad. Saga: NYC N° 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora