Capítulo 1

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El mero hecho de respirar cada vez se le hacía más pesado. A lo lejos podía divisar la fachada del que sería su nuevo hogar durante sus prácticas el cual no tenía una gran imagen, al menos visto desde fuera. Hasta ese momento no había sido consciente de la decisión que había tomado, y a pesar de no haberlo hecho a la ligera, comenzaba a arrepentirse de sus impulsos por demostrar que él podía con eso. Su hermanastro, el cual  había sido su tutor legal hasta sus 18 años tras la muerte de sus padres, siempre trataba de cuidarlo y protegerlo de todo, y a pesar de que eso a Erick le agradaba, necesitaba esta experiencia para que todos, incluido Zabdiel, viesen que él era capaz de cuidarse por si sólo.

El chico cogió aire y llamó al timbre que protegía la puerta de rejas.

- Número de autorización? - La voz gruesa de una mujer al otro lado del telefonillo detuvo cada uno de los pensamientos del joven al instante.

- 26475, soy el nuevo psico... - Ni siquiera pudo terminar ya que la puerta comenzó a abrirse y ya no se volvió a escuchar nada al otro lado.

Sus piernas temblaban mientras comenzó a adentrarse en el patio que se encontraba antes de la entrada. No podía apartar la vista de cada detalle que aparecía en su campo de visión. Los bancos estaban rotos y pinturrajeados mientras que a algunos les faltaba incluso alguna de sus patas. El campo de fútbol y la cancha de baloncesto no estaban en mejor estado, las porterías parecían sujetarse a través de un único tornillo estando dobladas y torcidas por cada uno de sus rincones. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue las pintadas a lo largo de la fachada. Millones de palabras y frases sin sentido daban significado a las paredes de ese lugar, otros, sin embargo, parecía que sólo deseaban que su nombre fuese recordado a lo largo del tiempo.

- Oye tú! Te has perdido bonito? - Erick se dió la vuelta de inmediato al escuchar esa voz a sus espaldas - Que hace un caramelito como tú en este lugar? - El ojiverde continuaba estático sin mover un solo músculo.

- Qui.. Quien eres? No... No de...berías estar en clase?- Su voz sonó mucho más débil e  insegura de lo que había planeado. Siempre había sido tímido y algo miedoso y creía que con esta experiencia podría superar sus temores.

- Enserio quien eres? Te pongo nervioso que no paras de mirarme y  tartamudear? - El chico caminaba hacia él con sonrisa burlona y una seguridad en el mismo que hacía estremecer. Ya a pocos centímetros de el, el moreno puso una mano sobre el hombro de éste y se acercó a su oído comenzando a susurrar - Si quieres yo puedo enseñarte el lugar, bueno y muchas cosas más pero creo que te pondrán aún más nervioso..

No podía reaccionar, su cuerpo parecía no querer responder y sus palabras se ahogaban en su boca. Tragó saliva y levantó su vista para poder enfrentarlo.

- Dudo que tú puedas enseñarme nada la verdad, pero gracias por tu amabilidad - Sonrió con sarcasmo - Y repito, creo que deberías estar en clase - Suspiró internamente deseando que el chico hubiese entendido su mensaje.

El joven comenzó a carcajearse - Enserio eres gracioso de cojones. Creo que nos lo vamos a pasar de lujo contigo, y oye sigue practicando lo de tu seguridad, casi me la creo - Volvio a reír frenéticamente y dió media vuelta a carcajada limpia dirigiéndose a un grupo de chicos que comenzaba a salir al patio desde la puerta trasera del colegio.

Erick dió media vuelta y apresuró el paso, no podía dejar de pensar que había ido a dar con el más imbécil del lugar. Encontrarse en esa situación le había hecho darse cuenta de que debía practicar mucho más en aparentar seguridad y seriedad, ya no era un niño, y no podía comportarse como tal. Cuando llegó a la puerta se percató de que de nuevo había un telefonillo, por lo cual suspiro con resignación ya que aquello parecía más una cárcel que un centro de acogida. Pulsó el botón esperando una respuesta.

La puerta se abrió a pocos segundos de llamar, esta vez sin necesidad de dar ningún tipo de información. Su paso sonaba nervioso y el sonido de sus zapatos retumbaba en el silencioso lugar. Sus manos estaban sudorosas y su semblante lucía incoloro a pasar de que él por naturaleza tenía un tono castaño y cálido. Se dirigió a lo que parecía la recepcionista del lugar la cual tenía el teléfono en su oído pero no pronunciaba palabra.

- Ho.. Hola - Shhh!! Puedes esperar tu turno por favor? No ves que estoy atendiendo una llamada?? - El semblante del chico palidecía cada vez más, sus piernas temblaban y su largo y negro pelo se pegaba en su cara debido a el sudor que comenzaba a emerger en el. Sus verdes ojos se habían deslizado hasta el suelo debido al desplante que acababa de sufrir y la inseguridad que sentía se apoderaba cada vez más de el.

A Erick le costaba entender como una persona la cual trabajaba con chicos y chicas que necesitaban ayuda podía ser tan extremadamente antipática.

- Ya puedes hablar, tu eres el nuevo psicólogo? - Ni siquiera movió su mirada de los papeles los cuales movía de un sitio a otro pareciendo no saber que hacer con ellos.

- Si, bue.. bueno yo.. En realidad soy.. soy psicólogo en prácticas - Se golpeó internamente por haber sonado tan ridículo y debíl.

- Te encuentras bien chico o eres así? Porque te aseguro que con esa actitud poco tienes que hacer aquí! - Parecía regañar a el recién llegado aunque continuaba sin dirigirle la mirada - Aquí tienes tus horarios. Harás terapia con los niños de 5 años y con los chicos de 19, mucho cuidadito con estos porque son capaces de comerte vivo... Me estás escuchando?

- Si, por supuesto.. - La ahora inquietante mirada de la mujer sobre él le hizo extremecer.

- Tendrás un pequeño despacho donde podrás preparar tus clases o terapias o lo que se supone que hagas... Pero nunca jamás lleves a ninguno de los alumnos allí! No te recomiendo acercarte demasiado a nadie y menos estar a solas con ninguno  de ellos. No hace falta que te diga que aquí los sentimientos sobran, estos chicos están rotos por dentro y lo que menos necesitan es a nadie que les haga parecer importantes para irse en tres meses cuando haya acabado sus estúpidas practicas. Me has entendido?

- Si, siii... Creo que sí... - El pulso de Erick cada vez era más acelerado y creía que en cualquier momento se iba a desmayar de los nervios y los sudores fríos que recorrían su cuerpo.

- Bien, pues ya puedes irte. Hoy solo tienes terapia con los pequeños así que puedes dar gracias a Dios por ello. Si quieres puedes ir a conocer tu despacho. - Ni siquiera le dio tiempo a responder ya que el sonido del teléfono dio por finaliza la conversación.

Ni siquiera sabía por donde empezar a buscar los despachos o las clases. Acababa de llegar y ya sentía la necesidad de salir corriendo.

El Orfanato - Joerick [Libro 1] {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora