Capítulo 3

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El ojiverde entró en la clase y se acomodó en la mesa grande que se encontraba al lado de la pizarra. Se sentó en la silla y miró a los niños que lo miraban expectantes sin pronunciar ruido alguno.

Erick echó un largo vistazo a cada uno de ellos sin poder evitar sentir una gran tristeza por cada uno de ellos. A pesar de la situación en la que se encontraban, esbozaba tímidas y sinceras sonrisas creando un clima cálido y familiar. No parecían deprimidos ni agobiados, todo lo contrario, sus rostros reflejaban esperanza y Alegría. El ojiverde volvió en sí e hizo un pequeño carraspeó con la garganta antes de dirigirse a la clase.

- Buenos días chicos, soy Erick Colón. A partir de ahora voy a compartir con vosotros un ratito cada día y me gustaría que nos fuésemos conociendo poco a poco. Quiero que sepáis que mi intención es ayudaros y cuidaros. Todo lo que queráis podéis contármelo y yo haré lo mismo. Estoy muy feliz de estar aquí con vosotros -El chico sonrió tiernamente a los niños los cuales no apartaban su mirada de él y respondieron de la misma manera.

- Profesor, eres muy guapo - Una niña sentada en la última fila gritó mientras se sonrojaba, lo cuál provocó las risas de sus compañeros.

- Muchas gracias bonita, tú también - No podía dejar de sonreír, estos niños le hacían sentirse bien, le hacían recordar por qué estaba ahí - Me gustaría que os presentaseis  uno a uno y me contarais que es lo que más y lo que menos os gusta hacer.

Todos los niños comenzaron a contar cosas sobre ellos y de cómo habían llegado allí. Sin embargo, estar en ese lugar no les había hecho perder la sonrisa, lo cual Erick admiraba enormemente. El siempre había tenido todo en la vida, sus padres eran dueños de una de las cadenas de hoteles más importantes de Europa, lo cual le había mantenido siempre en una situación económica más que favorable. Respecto a la familia, sus padres hace dos años fallecieron en un accidente de tráfico lo cual le rompió anímicamente a pesar de que el tiempo con ellos desde que nació siempre había sido limitado debido a sus negocios. A pesar de ello, siempre había contado con su hermano, Zabdiel, el cual era todo para el. Siempre había sido su mayor apoyo y confidente. Él, sin duda, había sido su motor para luchar tras la gran perdida de sus padres, quien siempre continuó animándolo y protegiéndolo de las adversidades.

- Vale siguiente, como te llamas pequeño? - El chico no pronunció palabra y cerró los ojos con todas sus fuerzas pareciendo querer evadirse del mundo - Oye te encuentras bien? - Erick se levantó y se dirigió hasta el niño agachándose ante él y acariciando su mejilla.

El timbre sonó y los niños comenzaron a correr a la salida de la clase mientras gritaban despidiéndose del ojiverde. Erick, sin embargo, no se movió. El pequeño continuó sentado en su silla sin mover ni un músculo de su delgado cuerpo. En ese momento, el joven sintió como la agarraban del brazo bruscamente apartándole con fuerza del menor.

- No te acerques a él puto imbécil! - El rizado le grito mientras cogía en sus brazos al pequeño.

- Oye que te pasa? Sólo quería hablar con él! - Erick se quedó atónito ante la situación. El sólo quería ayudar al niño a que se sintiese mejor, en ningún momento iba a hacerle ningún daño. - Y quién eres tú para llevártelo de esa manera?

El joven respondió únicamente con una mirada agresiva y empujó al ojiverde aún con el pequeño en sus manos mientras salía de la clase con éste.

El pelinegro se quedó estático sin moverse del sitio. Sus pensamientos le llevaron a pensar que el miedo que parecía tener el niño había sido infundado por el carácter y temperamento del mayor. No quería premeditarse sacando conclusiones, pero no podía evitar creer que ese imbécil sin educación tenía algo que ver con la situación en la que se acababa de ver con el pequeño.

Erick cogió sus pertenencias y salió de la clase precipitadamente. Se dirigió a la salida con rapidez y sin pausa, sentía que para ser su primer día había sido suficiente.

- Hola! Tú debes ser el psicólogo nuevo. Encantada de conocerte, soy Martina la profesora de matemáticas de infantil. Espero que estos capullines no te hayan hecho pasar un mal día - Martina paró sus pasos en mitad del pasillo sin poder evitar detenerse. Era una chica joven, de unos 30 años aproximadamente y parecía llena de vitalidad.

- Si, soy el nuevo supongo... Me llamo Erick. Se agradece ver una cara amable por aquí. 

- Bueno seguro que nos llevamos muy bien, además es importante tener un apoyo en este sitio... - La chica continuaba hablando amablemente pero la mirada del pelinegro se había perdido al otro lado del pasillo.

En una esquina se encontraba el pequeño el cual continuaba con los ojos cerrados junto al rizado, quien se lo había llevado del aula de forma brusca y sin ninguna explicación. El niño estaba sentado con sus manitas cubriendo su rostro y sus codos apoyados en sus rodillas. El joven se encontraba arrodillado ante este intentando que el más pequeño descubriese su cara.

- Enserio Gabriel no te lo digo más, no me gusta que cierres los ojos cada vez que algo te da miedo - Parecía comenzar a desesperarse - Mírame jodeeer! - El niño apartó lentamente las manos de su cara y entreabrió sus preciosos ojos ojimieles. Miró al mayor conteniéndose el llanto mientras que el otro como agradecimiento le acarició la cara con suavidad - No cierres los ojos enano, sino no vas a poder enfrentarte a lo que te da miedo, y tú eres un niño muy valiente, si o no? - El pequeño asintió levemente - No quieres decirme que sí con tu bonita voz? Hace mucho que no me dejas escucharla Gabo... - Está vez negó cabizbajo - Vale creo que ya es suficiente por hoy, vete a jugar con tus amigos y acuérdate de lo que te he dicho, está bien? - La voz suave con la que se estaba dirigiendo ahora no tenía nada que ver con la que había utilizado en las anteriores ocasiones en las que se lo había encontrado - Me das un abrazo? - El más pequeño se abalanzó sobre el mayor con una sonrisa en su rostro.

- Perdona me estás escuchando? - La voz de Martina retumbó en la cabeza de Erick, el cual llevaba un largo rato en trance viendo la escena.

- Discúlpame, ha sido un día largo y el cansancio me está matando... - Le dedicó su mejor sonrisa - Nos vemos mañana vale? Y muchas gracias por todo, estoy seguro de que nos vamos a llevar muy bien.

El chico se dirigió a la salida y cuando ya se encontraba a unos pasos, soltó un largo suspiro. Había superado su primer día y no le había resultado nada fácil, esperaba que su estancia allí mejorase con los días.

El Orfanato - Joerick [Libro 1] {Terminada}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora