Capítulo 3: El misterio de la sala de calderas

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Jon se encontraba en clase al día siguiente, preguntándose por qué había un hombre lobo en la sala de calderas. De no ser porque lo habían matado entre Juanjo, Patricia y él, habría asesinado a varias personas en el instituto. No podía permitirse eso. Se reunió con Juanjo en el recreo.

—Jon. Quería hablar contigo. ¿Cómo es que había un hombre lobo en la sala de calderas? —Preguntó Juanjo.

—No tengo ni idea. Deberíamos investigar esto, ya que es un problema realmente gordo. Están apareciendo criaturas que no hemos visto antes, y esto está de algún modo relacionado con el instituto. —Dijo Jon.

—Hay que buscar información. En eso estoy de acuerdo contigo. —Dijo Juanjo.

—Después de clase, nos veremos todos para analizar la información obtenida del ataque del hombre lobo en la sala de calderas. —Dijo Jon.

Y así fue. Todos se vieron después de clase para analizar aquel misterio. Fueron a casa de Paloma esta vez, que tenía una terraza increíblemente amplia y entraron al interior.

—Bien, contadme. ¿Qué habéis encontrado? —Interrogó Paloma.

—Encontramos a un hombre muerto con el cuello destrozado, y había unas letras con sangre arriba que decían que saliéramos de allí. Justo después, apareció la criatura. Le metimos tanto plomo como fue necesario, pero no fue hasta que Patricia tuvo la idea de las balas de plata que conseguimos matarlo. —Dijo Jon.

—Siempre se ha dicho que la plata mata a los licántropos, así que por eso lo usé. —Dijo Patricia.

—Ahora, vamos a lo importante. ¿Qué cojones hacía un hombre lobo en la sala de calderas del instituto? Por lo que se cuenta también han podido aparecer otras criaturas, como vampiros, duendecillos y espíritus. Incluso algún wendigo. Estos cabrones se están colando en el instituto de alguna manera, y no nos vamos a quedar quietos. —Dijo Jon.

—Es verdad. Tenemos que hacer algo. No podemos quedarnos quietos esperando a que nos maten brutalmente. Algo hay que hacer. —Dijo Paloma.

Paloma sacó una foto que tenía en su bolso.

—Otro misterio será saber quiénes son estos niños. Marta encontró la foto en la clase de Sociales, y no sabemos por qué está allí. —Dijo Paloma.

—Alguna razón ha de haber. ¿Podrían ser antiguos estudiantes? —Inquirió Juanjo.

—La verdad es que tendría sentido. Si no, ¿por qué habría una foto de ellos? —Opinó Sergio.

—Tal vez por alguna pista. Están habiendo asesinatos últimamente. No se quiénes son este niño y esta niña, pero lo averiguaré. De uno u otro modo lo averiguaré. El caso es que hay una sala desconocida que conecta con la sala de calderas. Y quiero averiguar qué es. —Dijo Jon.

Entonces, alguien tocó el timbre. Paloma se decidió a abrir. Se quedó sorprendida cuando vio que eran dos prostitutas.

—¿Sois putas? —Preguntó Marcos.

—Señoritas de compañía suena mejor, pero sí. Somos prostitutas. —Dijo una de ellas.

Las prostitutas vestían con trajes increíblemente cortos, de manera que el escote y el ombligo estaban muy expuestos. Alejandro parecía estar excitado.

—¿Y qué os trae a vosotras a este lugar? —Preguntó Jon.

—Nos han atacado. Salíamos a buscar clientes y nos han atacado. No sabemos de quién o qué se trataba, pero tenían unos colmillos afiladísimos. Creo que eran vampiros. —Dijo la otra prostituta.

Jon se quedó en blanco en ese momento, ya que pensó que había acertado en su previsión.

—¿Os mordieron en el cuello? O exactamente, ¿en la yugular? —Dijo Jon.

—Ahí mismo. Tenemos heridas en el cuello como consecuencia de esto. Sólo espero poder vivir más. —Dijo una de ellas.

Pero la gran sorpresa, y lo que nadie se esperaba, fue cuando la prostituta se desnudó delante de todos ellos. Estaba completamente desnuda. Se le veían claramente los pechos, el vello púbico y la vagina. La mujer se acercó a Jon, pero Jon puso la mano entre ambos.

—Lo siento, pero yo tengo novia. Estoy seguro de que cualquiera de ellos quería tenerte en su regazo. Prueba con Alejandro. —Le dijo Jon.

Entonces, se puso en el regazo de Alejandro. La otra prostituta hizo automáticamente lo mismo, lo de desnudarse y ponerse en su regazo, pero con Daniel, el primo de Mario

—Estáis calentitos, ¿eh? Mira que sois pillos. —Les dijo Jon.

Entonces, ellas empezaron a botar en ellos, buscando que ellos tuviesen alguna respuesta. Alejandro respondió rápido y la tumbó, quitándose él también la ropa.

—Pero iros a la habitación, joder. Que luego huele a sexo y me echan la culpa a mí. —Dijo Paloma.

Entonces, Alejandro y aquella prostituta subieron a la habitación. El primo de Mario hizo lo mismo.

Mientras tanto, los demás se pusieron a ver la televisión, tranquilamente. Nuevas cosas pasarían próximamente.


Sombras de Odio II: El Sótano de los HorroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora