Jon se reunió al día siguiente con Patricia y Juanjo en la sala de calderas, quienes al parecer habían descubierto algo interesante.
—Verás, Jon. Hemos descubierto que alguien ha estado saboteando la sala de calderas. —Dijo Juanjo.
—¿Pero quién ha podido hacerlo? Todos los accesos están cerrados. —Dijo Jon.
—Lo sé. Ese es el problema. Pero también hay marcas de garras en la puerta. Si hiciesen algo en las calderas, el calor que emanase de aquí sería suficiente para matarnos a todos. —Dijo Patricia.
Se dirigieron al túnel que había en la sala de calderas. Jon sacó su pistola por si tenía que usarla. Juanjo y Patricia hicieron lo mismo con las suyas. Entonces, se toparon con una horrible imagen. Un hombre se hallaba muerto en el suelo, con el cuello destrozado. Tenía el cuello mordido y destrozado, y había una gran cantidad de sangre saliendo de dicha herida. Había unas letras arriba, escritas con sangre que decían: SALID DE AQUÍ.
Entonces, empezaron a oír un rugido, que se convirtió en aullido, como si se tratase de un lobo. Los tres chicos tenían sus armas en ristre, apuntando hacia lo que fuese que iba a venir hacia ellos.
Entonces, distinguieron una figura humanoide en la profundidad del túnel, pero tenía hocico canino. Jon vio al instante lo que era: un hombre lobo.
—¡Es un puto hombre lobo! ¡Disparad! —Gritó Patricia.
Los tres empezaron a disparar con sus pistolas. Jon llevaba una Beretta 92FS, Patricia llevaba una SIG-Sauer P226 y Juanjo una Glock 17. Salían las balas a toda velocidad, pero ninguna lograba herir o matar a la criatura.
—Necesitamos balas de plata. —Dijo Patricia.
Patricia les dio un puñado tanto a Jon como a Juanjo, y dejó otro puñado para sí misma. Entonces, cargaron y dispararon directamente contra la criatura. El hombre lobo soltó un desgarrador aullido cuando las balas empezaron a herirlo. La sangre empezó a salir y a salpicar de las heridas. Finalmente, la criatura cayó muerta al suelo. Un charco de sangre se formó a su alrededor.
—Deberíamos salir de aquí. —Dijo Jon.
—Estoy de acuerdo. —Dijo Juanjo.
Entonces, salieron de allí. Cerraron con pestillo la sala de calderas.
—Hemos oído todo. ¿Qué coño ha pasado ahí? —Dijo Sergio.
—Hemos matado a un hombre lobo. —Dijo Jon.
—Mientras que no sea Jacob de Crepúsculo... —Dijo Paloma.
—Pues a ese me lo cargaba si lo viera. —Dijo Jon.
Todos se rieron al unísono, y salieron del lugar. Pero entonces, se encontraron con que un hombre de las Sombras del Odio les cortaba el paso.
—¿Qué quieres? ¿Morir tú también? Anda y lárgate de aquí si no quieres que te corte las putas piernas y te las meta en la boca y te las saque por el cuello, hijo de perra. Te voy a desollar vivo y me voy a hacer un traje con tu piel de maricón reprimido y luego me voy a sacar la verga y me voy a mear encima de tu cadáver mutilado y descompuesto porque eres un pedazo de mierda. Luego, me cagaré en tu puta cabeza, la cortaré y se la echaré a los cuervos y a los buitres para que se caguen en ella y se la coman, con la mierda incluida. Luego pondré el resto de tu cuerpo en una máquina trituradora, lo trituraré y lo mandaré a África para que se lo coman los leones y las tribus de mandingos que violarán los restos con sus pollas de treinta centímetros y se los comerán. Estás avisado. —Dijo Jon.
—Oh, Dios mío. Qué de cosas le has dicho. —Dijo Mario.
Entonces, el hombre de los Sombras del Odio sacó su pistola y empezó a disparar a todos, pero Jon, con un disparo en la cabeza, lo mató y el hombre cayó al suelo, muerto, con una sangrante herida en la cabeza.
Salieron del lugar. Cuando abandonaron el lugar, se había hecho de noche en el instituto ya. Todos habían salido de allí, y esperaron hasta que sus respectivas familias los recogiesen. Mañana sería otro día.
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Sombras de Odio II: El Sótano de los Horrores
ParanormaleDespués de las vacaciones de Navidad, Jon y sus amigos vuelven al instituto para cursar su segundo trimestre del año. Pero lo extraño no cesa allí. Una serie de asesinatos y de apariciones de criaturas servirán para descubrir un extraño lugar, ocult...