Habían pasado unas dos semanas. Ya a mediados de febrero, Jon se encontraba de camino a clase. Lo curioso fue que no se había encontrado con Clara en el camino. Jon había sentido algo especial cuando aquella bella joven le robó un beso en los labios. Pero tenía que estar centrado, ya que los eventos que se cernían sobre el instituto merecían toda atención.
Llegó al instituto, y allí encontró algo realmente aterrador. Todos vestían de negro, como si fuesen de luto o algo.
—¿Qué ha pasado? —Inquirió Jon.
—Es nuestro amigo, Raúl. Ha muerto. —Dijo Patricia.
—¿Qué? No puede ser. ¿Cómo ha muerto? —Inquirió Jon.
—Le han rajado el estómago y se le han salido las tripas. Eso es lo que ha pasado. —Dijo Patricia.
—¿Quién? —Preguntó Jon.
—No lo sé, pero tiene que ver con ese mensaje de la pared. Estoy segura. —Dijo Patricia.
—Ven aquí. —Le dijo Jon.
Le dio un abrazo.
—Ya ha pasado. Vamos a encontrar a ese hijo de puta. Te lo prometo. Y cuando yo prometo algo, siempre lo cumplo. —Dijo Jon.
—Me alegra saberlo. —Dijo Patricia.
Se soltaron, y subieron a clase. Jon estaba también apenado. ¿Quién había podido hacer eso? De algo estaba Jon seguro: de que no descansaría hasta descubrir qué estaba pasando. Tenía que hacerlo. No podía permitir que el grupo se desmoronase en un momento como ese, y por supuesto se le partía el corazón en dos al ver a su amiga Patricia que no levantaba cabeza la pobre, y tenía que ayudarla.
Pasaron las clases, y los alumnos acordaron verse a la salida para ir a investigar a la biblioteca acerca del Inquisidor, a ver si se trataba de un personaje histórico o algo por el estilo. Jon no estaba seguro de si eso les acercaría más a descubrir lo que pasaba, pero todo había que intentarlo.
Entonces, en la sombra, apareció Clara, la chica a la que Jon se encontró en la parada y que le besó.
—Hola, Jon. Imagino que te acordarás de mí. —Dijo Clara.
—¿Cómo no? Menudo beso me pegaste. —Dijo Jon.
—Te dije que te ayudaría cuando tuvieras problemas y, mira, aquí estoy. —Dijo Clara.
Entonces, fueron a la biblioteca, donde podrían investigar acerca de lo que decía aquel mensaje en la pared.
Buscaron exhaustivamente durante horas en las estanterías. Había libros de todo tipo: novelas de todos los géneros, matemáticas, física, geología, química, astronomía, medicina, economía, política, hasta que al final dieron con un extraño ejemplar en el que ponía lo siguiente: HISTORIA LOCAL DE SANGONERA Y ALREDEDORES.
—La historia comienza a finales del siglo XII, durante la Edad Media. Durante una sangrienta batalla entre Ben Hud, del lado de los musulmanes, y el rey Fernando III de Castilla, el cual era el reino más poderoso de la Península por aquel entonces, se cuenta que uno de los jeques de Ben Hud, Muhammad, se esfumó sin dejar rastro. Hay quienes cuentan que estuvo encerrado en las mazmorras del castillo de Fernando, e incluso pudo haber sido torturado. Se dice que se oían sus gritos después de que Muhammad muriese incluso, pero el tema de lo que viene tratándose en la pared data de comienzos del siglo XV. Por el año 1404, un extraño hombre ataviado con una prenda con capucha empezó a ser avistado secuestrando a jóvenes campesinos para llevarlos a Dios sabe dónde. La Corona no prestó atención dado que estaban más centrados en la lucha por el trono que en esta clase de problemas. En 1410, entonces, fue cuando el propio rey vio a aquel hombre, quien iba con una serie de instrumentos de tortura. Se le empezó a dar el nombre del Inquisidor. —Explicó Jon.
—El Inquisidor, tal como ponía en la pared. —Dijo Paloma.
—Ahí has estado aguda, Paloma. —Dijo Jon—. Pues se cuenta que el Inquisidor dejó una forma de magia antigua presente para sus descendientes, y se cuenta que tenía un sótano donde torturaba personas, como si de un auténtico inquisidor se tratase. De ahí tal vez lo del Sótano de los Horrores. El caso es que el espíritu de este hombre tiene algún tipo de control sobre las criaturas sobrenaturales. La última vez que se le vio fue en 1441, y ya se le veía bastante más mayor. Las fuentes indican que murió hacia el año 1450. El caso es que el espíritu de ese cabrón lleva casi seiscientos años allí. Hay muchas personas que intentaron entrar allí posteriormente. En el año 1605, por ejemplo, tres soldados de un tercio español trataron de entrar allí, y no se les volvió a ver más. Pero la gota que colmó el vaso fue el 8 de octubre de 1783, cuando varios hombres entraron allí y salieron completamente locos, contando que habían visto el infierno en persona.
—Me pone la carne de gallina. —Dijo Mario.
—La última expedición conocida fue en 1868, y tampoco terminó muy bien. —Dijo Jon.
—Eso quiere decir que ya sabemos quién es el Inquisidor, ¿no es así? —Dijo Marta.
—Pero la parte más terrorífica viene ahora. Resulta que ese hombre era conocedor de las artes oscuras, y utilizó su magia negra para crear una maldición que hiciese que su poder se transmitiese generación tras generación. Esto ha llegado hasta nuestros días, y su heredero estudia en el mismo instituto que nosotros. Su heredero tendrá el poder de pronunciar las palabras, abrir el Sótano de los Horrores y desencadenar las bestias y fuerzas malignas que dentro habitan. —Dijo Jon.
—Es realmente terrorífico. Pero entonces esto supondría que cada cincuenta años más o menos, el Sótano de los Horrores se abre. Puede ser la explicación de los fenómenos que estamos presenciando últimamente. —Dijo Patricia.
—Ahora que me acuerdo, he de contaros una cosa que me ocurrió. Una vez estaba en clase de Matemáticas y fui al baño. Oriné, y entonces al salir me encontré con que había una niña con un vestido cubierto de sangre. La niña me pidió que descubriera qué la mató. Y mencionó que alguien había despertado a los monstruos que habitaban bajo el centro. Puede que la niña supiera que el Sótano de los Horrores había sido abierto, y sólo se me ocurre una razón por la que lo presentía.
—¿Por qué? —Inquirió Juanjo.
—Pues porque ella ya lo había vivido. De hecho puede que fuese incluso lo que la mató. Tenemos que averiguar más cosas. —Dijo Jon.
—Ya ha habido un asesinato. Si no paramos esto, todo el centro perecerá. —Dijo Patricia.
—Cierto, por eso hemos de continuar. —Dijo Jon.
Salieron de la biblioteca, en disposición a irse de la biblioteca. Sólo les quedaba una cosa: averiguar quién era el heredero del Inquisidor y capturarlo.
El camino se hacía cada vez más y más oscuro.
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Sombras de Odio II: El Sótano de los Horrores
ParanormalDespués de las vacaciones de Navidad, Jon y sus amigos vuelven al instituto para cursar su segundo trimestre del año. Pero lo extraño no cesa allí. Una serie de asesinatos y de apariciones de criaturas servirán para descubrir un extraño lugar, ocult...