Capítulo 8: La cita

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Jon se dirigía a clase en ese momento, caminando, ya que la semana terminaba pronto y deseaba darse un descanso. Mientras subía, se encontró a Clara.

—Hola, Jon. He pensado que después de clase podríamos vernos y pasear juntos. —Dijo Clara.

—Me encantaría. Muchas gracias, Clara. —Dijo Jon.

—No hay de qué. —Dijo Clara.

Subieron cuesta arriba para llegar a clase, ya que Jon tenía que llegar a clase. Jon llegó al instituto, y Clara se retiró amablemente para dejar paso a que Jon fuese a clase.

Las clases se le pasaron a Jon bastante rápido, más de lo que estaba él acostumbrado. Entonces, a la salida del instituto, se encontró con Clara.

—Hola, Jon. Me alegro de que vengas. —Dijo Clara, dándole un beso en la mejilla.

—Yo también de estar aquí. Bueno, empecemos. —Dijo Jon.

Pasearon, y charlaron sobre sus vidas, pasatiempos y sentimientos. Jon se dio cuenta de que se entendía bastante bien con ella.

—Gracias por la información que me has dado. —Dijo Jon.

—No hay de qué. No hay más que ver que resolverás el asunto del instituto. —Dijo Clara.

—Eso espero, Clara. Eso espero. Por el bien de toda la humanidad, eso espero. —Dijo Jon.

Entonces, se sentaron en un banco situado en uno de los parques alejados del instituto.

—Bueno, y me gustaría saber una cosa. —Dijo Jon.

—¿El qué?

—¿Por qué me besaste?

Ella lo miró, perpleja, por unos instantes, hasta que al final se decidió a responder.

—Porque me gustaste desde el primer momento en que te vi. —Dijo ella.

—Oh, sí. Muchas gracias, Clara. —Dijo Jon.

Entonces, Clara fue acercándose lentamente a Jon, acariciándolo, hasta que sus labios se encontraron. Jon sintió un cosquilleo en la barbilla cuando sus labios pasaron por su barbilla hasta llegar a su boca. Jon, ya excitado, le devolvió el beso con fuerza.

—Vámonos a algún motel. —Dijo Clara.

—Eso está hecho. —Dijo Jon.

Cuando llegaron, ambos comenzaron a besarse apasionadamente, casi devorándose. Jon empezó a quitarle a ella la ropa, y ella a él. Finalmente, ellos quedaron completamente desnudos.

Sus pechos eran de un tamaño no excesivamente grande, pero sí suficiente como para que a Jon le entrasen ganas de apretarlos, estrujarlos y besarlos. Entonces, la tomó en brazos y, juntos, se acostaron en la cama. Ella se colocó encima de él, y empezó a moverse. Cada uno de sus movimientos excitaba aún más a Jon, que también se movía. Introdujo la polla en su vagina, y ambos siguieron moviéndose aún más intensamente.

—Oh, sí. Más, por favor. —Decía Jon, quien sentía que estaba llegando a un orgasmo.

Entonces, se movieron más intensamente, hasta que al final, Jon tuvo aquel orgasmo. Estaba sumergido en un delirio de placer, al igual que ella. Entonces, ambos jadearon y empezaron a serenarse.

El coito había sido gratificante para ambos, y entonces ella se acostó junto a él en la cama, abrazada a él. Sentían sus pieles en dulce y delicado contacto.

—Me ha encantado. Con mucho gusto repetiría. —Dijo Clara.

—Y yo. Eres un amor, Clara. ¿Quieres salir conmigo? —Dijo Jon.

—Nada me gustaría más. —Dijo Clara.

Entonces, ambos se besaron nuevamente.

Cuando ambos terminaron, se quedaron profundamente dormidos, hasta que oyeron un sonido adentrarse en el interior de la habitación. Era como un humo negro. Encendieron la luz, y vieron a una criatura sombría y encapuchada, que desprendía un aura oscura. Entonces, sacó una daga. Jon vio lo que iba a hacerles: matarles.

—Oye. Tu padre no usará magia negra por casualidad, ¿no? —Dijo Jon.

Clara se rió intensamente, no sin antes coger su revólver. Ambos se vistieron, y Jon cogió un revólver también.

Ambos empezaron a disparar a la criatura, pero las balas no le afectaban.

—Soy inmune a la muerte. —Dijo la criatura.

«Mierda. Este hijo de puta puede hablar», pensó Jon.

—Soy un servidor del señor de la oscuridad. —Dijo la criatura.

—¿Las Sombras del Odio? —Inquirió Jon.

—No. El dios Thorun, el dios al que adoran. —Dijo la criatura.

—Ese dios es falso. Tendrás que ser más convincente. —Dijo Jon.

Entonces, la criatura escapó por la ventana. Jon y Clara se preguntaban qué narices era eso, y la idea de que un dios maligno escapara de donde estuviera le aterraba. Una cosa eran las criaturas que enfrentaban, y otra muy distinta era un dios.

—Tenemos que avisar al resto sobre esta amenaza. Alguien planea traer a Thorun, y si lo hace, la enfermedad, el hambre y la muerte asolarán a nuestro mundo. —Dijo Jon.

—Eso está hecho, Jon. Hemos de enfrentar todos juntos esta gran amenaza. —Dijo Clara.

—Y así se hará. Me encargaré de rebanar las cabezas de todos los miembros de las Sombras del Odio. Redefiniré su concepto de violencia. —Dijo Jon.


Sombras de Odio II: El Sótano de los HorroresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora