Capítulo 1

16.5K 836 15
                                    

Era de madrugada cuando una pareja de policías tocaban la puerta de la humilde casa de Maira.
Era invierno, y por lo tanto el frío se hacía notar, tanto que a pesar de dormir con bastante ropa por no disponer de nada para aliviar ese frío, Maira abrió la puerta temblando ante el impacto de ver dos policías en la puerta de su casa.

—¿Usted es familiar de Carolina Naser?—Preguntó uno de los policías.

—Sí, soy su hija.—Maira temblaba, quería actuar con normalidad, cosa que era muy difícil cuando dos policías te dicen que tú madre ha sido encontrada muerta.

El frío le golpeó el rostro nada más poner un pie en la calle. Caminó junto a los policías que la llevarían hasta el depósito de cadáveres donde debía reconocer si ese cadáver era de su madre.

Horas más tarde, salía de nuevo de la comisaría con su cabeza dándole vueltas. Era su madre la que habían asesinado.
¿Pero quién se va preocupar por el asesinato de una prostituta?
El caso lo cerrarán en breve y nunca mas se sabrá quien  asestó varias puñaladas en distintas zonas de su cuerpo acabando con la vida de su madre.

Su madre siempre trabajó en la calle. Se prostituía para alimentarla, según contaba ella. Aunque según Maira había muchos días que no tenían nada que echarse a la boca y eso le llevaba a que pidiera limosna o tuviera que rebuscar en los contenedores de basura.
Su infancia no fue fácil.
Todos los días debía presenciar como distintos hombres pasaban a su casa mientras ella se encerraba  para no ser descubierta y que esos hombres que le pagaban a su madre, se daban el privelegio de golpearla, insultarla y en ocasiones se drogaban no hicieran con ella lo mismo.
Carolina hizo lo posible para proteger a su hija y al menos no sufriera en sus carnes lo que ella padecía día tras día.

Crecer en ese ambiente, le hizo ver y aprender sin necesidad de libros lo difícil que es la vida desde una edad muy temprana.

Tres semanas después, tras haber enterrado a su madre Maira se encontraba recogiendo sus pocas pertenencias y algún que otro recuerdo.
Tras morir su madre, el casero no tuvo ningún tipo de contemplación en hablar con ella y echarla del piso.

Sin familia, ni amigos, Maira tuvo que obedecer y salir de esas cuatro paredes que tantos malos recuerdos le traen e ir en busca de trabajo. Aunque pensándolo bien, irse lejos no sería de tan mala idea. Así por lo menos dejaría de esconderse y pelear con las vecinas que  tanto la critican y esos niños estúpidos que la comparaban con su madre. Cuando ella en realidad nunca ha estado con ningún hombre. Para ella todos los hombres eran "malos". Los típicos machos alfa que se creen superiores ante una mujer por su fuerza y por meterle el miedo el cuerpo se llegan apoderar incluso de su vida. Mientras una mujer llora, ellos se burlan qviendo en ellas objetos que pueden manipular a su antojo. Y si no hacen lo que ellos digan, reciben su castigo.
Lo mejor es permanecer alejada de ellos, sólo te traen tristezas y amarguras.
Ese era el pensamiento que tenía Maira para no caer bajo el hechizo de algún hombre.

Sentada en la estación del tren, Maira miraba el panel para contar los minutos que tardaría ese tren en llegar y donde la llevaría a una ciudad distinta, donde nadie la conoce y por supuesto encontrará trabajo y poder ser, por fin ella misma.
Y no una chica delgadita, morena con pelo rizado, tímida y sensata.

A pesar de tener su carácter y esa fortaleza que ha debido de mantener como un muro de roca para no venirse abajo en la vida tan amarga que le ha tocado vivir.
Ella tiene un sueño, poder entrar a estudiar en una academia de arte y poder pintar y vender sus propias pinturas.

Montada en el tren, podía observar como el paisaje cruzaba a gran velocidad ante sus ojos. Una sonrisa se dibujó en su rostro a la vez que se recostaba en el asiento disfrutando por un minuto de la libertad, de poder pasar desapercibida sin que la gente murmure por lo bajito haciendo burlas.

DAME TÚ CARIÑODonde viven las historias. Descúbrelo ahora